«Yo soy uno de los maricones que luchó contra el ISIS»

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Fue un delirio viral, una instantánea tomada en los márgenes de la realidad tres meses antes de la caída de Raqqa o, para ser precisos, el 23 de julio del 2017. Lo que mostraba se asemejaba más a un desvarío cyberpunk que a un episodio de una guerra. En sólo un par de días -y gracias, entre otras cosas, al empujón de un tuit de Ricky Martin- la foto comenzó a dar tumbos por las redes del planeta y a plantear preguntas que jamás se respondieron.

«Estos maricones matan fascistas», había escrito alguien en inglés sobre una gran pancarta sostenida por dos milicianos extranjeros que viajaron al norte de Siria a luchar contra el Daesh. Algunos metros más allá, entre los escombros de una ciudad que identificaron como Raqqa -el feudo de Al Bagdadi y sus secuaces-, se apreciaban otros cuatro guerrilleros encapuchados sosteniendo una bandera arcoíris y una segunda enseña con un Kalasnikov impreso sobre un harapo rosa. Fue un acto de provocación alucinatorio.