Cuando la tertulia se convierte en espectáculo

 

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‘Contra los tertulianos’ es uno de esos libros que pone en duda la labor de los personajes más habituales de la televisión: los tertulianos, que han pasado de ser periodistas especializados a estrellas mediáticas que opinan de lo que sea. ¿Cómo se ha producido este deriva y qué están haciendo los jóvenes para cambiarla?

SERGIO C. FANJUL

Hubo una vez que un tertuliano reconoció que no tenía ni idea. Hace muchos años, el político socialista Ramón Vargas-Machuca dijo:

–De eso no sé.

El periodista Iñaki Gabilondo, que moderaba aquella charla radiofónica, paró la tertulia en seco y declaró solemnemente:

–Señores, algo insólito ha ocurrido. Un contertulio, en el uso del micrófono, ha declarado que de eso no sabe.

La histórica anécdota, por su rareza, la recoge Javier Valenzuela en su libro Usted puede ser tertuliano (Península, 2011), extraída a su vez de una columna de Juan Cruz en EL PAÍS. Desde entonces hasta ahora no tenemos registro del número de tertulianos que han reconocido su ignorancia sobre un tema, pero puede presumirse que no son demasiados.

Además, en los últimos años las tertulias han pasado de ser un formato más en la parrilla a ser el esquema dominante en televisiones y radios. Muchos canales de televisión son una tertulia constante: la de la madrugada, la de la mañana, la de la tarde, la de la noche y las que hay por en medio, luego vuelta a empezar, hasta llegar a las del fin de semana. Algunas se dedican al corazón, otras a la política; algunas pretenden ser más serias, otras más costumbristas, otras más dicharacheras y espectaculares; el caso es que, para una parte no desdeñable de la población, se han convertido en una fuente de información casi más importante que los propios informativos o los periódicos, y eso que lo que venden no es información, sino opinión.

“Hemos acabado por normalizar la miseria de las tertulias, que han dejado de sorprendernos para convertirse en realidades cotidianas que llegado el caso pueden antojársenos neutras e indoloras, cuando no saludables”, escribe Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, en su libro Contra los tertulianos (Catarata), que publicó en 2010, pero que acaba de reeditar revisado y ampliado. En él critica prolijamente la condición de todólogos (expertos en todo) de muchos de los que comparecen en ciertas tertulias, que lo mismo te opinan del complejo asunto de la subida de la luz, como de la retirada de Estados Unidos de Afganistán o de la victoria electoral de Pedro Castillo en Perú.

+ info: El País[:ca]

`Contra los tertulianos’ es uno de esos libros que pone en duda la labor de los personajes más habituales de la televisión: los tertulianos, que han pasado de ser periodistas especializados a estrellas mediáticas que opinan de lo que sea. ¿Cómo se ha producido este deriva y qué están haciendo los jóvenes para cambiarla?

SERGIO C. FANJUL

Hubo una vez que un tertuliano reconoció que no tenía ni idea. Hace muchos años, el político socialista Ramón Vargas-Machuca dijo:

–De eso no sé.

El periodista Iñaki Gabilondo, que moderaba aquella charla radiofónica, paró la tertulia en seco y declaró solemnemente:

–Señores, algo insólito ha ocurrido. Un contertulio, en el uso del micrófono, ha declarado que de eso no sabe.

La histórica anécdota, por su rareza, la recoge Javier Valenzuela en su libro Usted puede ser tertuliano (Península, 2011), extraída a su vez de una columna de Juan Cruz en EL PAÍS. Desde entonces hasta ahora no tenemos registro del número de tertulianos que han reconocido su ignorancia sobre un tema, pero puede presumirse que no son demasiados.

Además, en los últimos años las tertulias han pasado de ser un formato más en la parrilla a ser el esquema dominante en televisiones y radios. Muchos canales de televisión son una tertulia constante: la de la madrugada, la de la mañana, la de la tarde, la de la noche y las que hay por en medio, luego vuelta a empezar, hasta llegar a las del fin de semana. Algunas se dedican al corazón, otras a la política; algunas pretenden ser más serias, otras más costumbristas, otras más dicharacheras y espectaculares; el caso es que, para una parte no desdeñable de la población, se han convertido en una fuente de información casi más importante que los propios informativos o los periódicos, y eso que lo que venden no es información, sino opinión.

“Hemos acabado por normalizar la miseria de las tertulias, que han dejado de sorprendernos para convertirse en realidades cotidianas que llegado el caso pueden antojársenos neutras e indoloras, cuando no saludables”, escribe Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, en su libro Contra los tertulianos (Catarata), que publicó en 2010, pero que acaba de reeditar revisado y ampliado. En él critica prolijamente la condición de todólogos (expertos en todo) de muchos de los que comparecen en ciertas tertulias, que lo mismo te opinan del complejo asunto de la subida de la luz, como de la retirada de Estados Unidos de Afganistán o de la victoria electoral de Pedro Castillo en Perú.

+ info: El País[:]

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