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En la última década, Instagram ha pasado de ser un mero repositorio de imágenes a una red social de amplio reconocimiento, hasta convertirse en parte importante de las nuevas culturas digitales internacionales. Las características propias de esta plataforma, sus configuraciones, prestaciones y funcionalidades, han dado lugar a fenómenos mediáticos y digitales de gran interés. En este sentido, Instagram ha replanteado fenómenos digitales como la (auto)representación, la influencia digital y el activismo en red, por medio de una constante adecuación a las nuevas generaciones y necesidades de los usuarios. Una de las claves de su éxito radica en la amplia disponibilidad de elementos comunicativos que fomentan la interacción y la creatividad, adaptando formatos preexistentes en otras plataformas. Estas características, que cimientan la cultura del contenido generado por el usuario, crean también un contexto donde se desarrollan usos problemáticos relacionados con las posibilidades de la plataforma para la manipulación de la información o la privacidad, entre otros.
