La ficción claustrofóbica

 

Selección

Por lo que he leído y conversado en estos días, muchos tenemos la impresión de que estamos en un momento clave del siglo XXI, un tiempo-bisagra donde se están definiendo las nuevas hegemonías mundiales y los discursos que las sustentarán. Como sucedió después de las epidemias del pasado, en los próximos meses veremos grandes cambios a escala global pero también en nuestra vida cotidiana. Mis artículos en Perfil (ver por ejemplo “Coronavirus: El 11S de la Generación Z“,  “La nueva tecnoguerra fría: novedades del frente europeo” y “Guerra Mundial V“) van en esa línea de análisis. Respecto a este blog, si mi post anterior –Coronavirus, epidemias e interfaces estuvo dedicado a los grandes marcos teórico-analíticos que podemos utilizar para comprender la complejidad de este momento, este se centra en un aspecto muy puntual: las obras de ficción que han trabajado las situaciones de encierro.

Bienvenid@s al asfixiante mundo de la ficción claustrofóbica.

Ficciones globales

Hace un par de años Jordi Carrión publicó en The New York Times (edición en español) un sugerente artículo donde pasaba revista a una camada de novelas que se proponían “abarcar al mundo contemporáneo”. Obras como la Trilogía de la guerra de Agustín Fernández Mallo, donde los personajes se pasean por una isla en Galicia, la América del Norte profunda, Uruguay o la costa sur del canal de la Mancha, o Fractura de Andrés Neuman, que cuenta la vida de un japonés que trabaja en una multinacional que lo traslada por medio planeta, son buenos ejemplos de este espíritu global en la literatura actual. Fernández Mallo y Neuman no están solos: en la misma serie están Carlos Fonseca (Museo animal), Alicia Kopf (Hermano de hielo), Gustavo Faverón Patriau (Vivir debajo) y el infaltable Roberto Bolaño (2666).

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