La transformación social desde la educomunicación

 

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Por Redacción OCC InCom-UAB

Alfredo Cohen Montoya nació en el Caribe colombiano, en Barranquilla, hace 35 años. Estudió Comunicación Social y Periodismo, trabajó con comunidades de desplazados por la violencia y en producciones de televisión infantil y juvenil en Bogotá. En 2006 viajó a Barcelona para hacer el Máster en Teoría y Práctica del Documental Creativo de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). En 2009 fundó elParlante y, en 2016, terminó su tesis doctoral, en la Universitat Pompeu Fabra, en la que pudo sistematizar su experiencia y proponer un modelo de intervención para proyectos de educomunicación intercultural en aulas.

Actualmente, la educación mediática está ocupando un importante espacio en la academia y en las políticas públicas a nivel europeo. Cuestiones como las Fake news o la elevada polarización de los discursos públicos hace que mucha gente piense en la educación mediática como la mejor herramienta para salir de esta situación. ¿Estás de acuerdo con la utilidad de la educación mediática?

La sexualidad de los más jóvenes, y solo por citar un ejemplo, se está construyendo desde las imágenes pornográficas a las que están accediendo desde los 11 años. Por tanto, creo que una visión global de la educación mediática es indispensable para que, especialmente los/as más pequeños/as, pero no solo ellos/as, puedan fomentar el pensamiento crítico frente al inagotable bombardeo de información generada en las distintas pantallas a las que se exponen. Es un contrasentido que la escuela o cualquier otro espacio educativo no trabaje desde el lenguaje natural de niños/as y adolescentes. Me parece sinceramente preocupante que la educomunicación no sea una prioridad, mientras el 40% de los menores de 12 años con móvil reconoce hacer un uso excesivo de él.

Dicho esto, de todos modos, creo que la polarización de los discursos políticos alimentados por las Fake News –pero no solo por ellas- no es un tema que pueda solo depender de la educación mediática, ni de la academia, ni de las políticas públicas a nivel europeo. Es un tema muy complejo que tiene que ver con todo nuestro sistema de valores y el papel que los nuevos medios están jugando en ellos. Pienso que sería necesario también que, desde las políticas locales, las AMPAs, las entidades de base, las propias familias y hasta nuestros grupos cotidianos de WhatsApp pensemos proyectos y estrategias que ayuden a, como mínimo, poner el tema sobre la mesa.

Gran parte de vuestro trabajo se ha concentrado alrededor de la educación mediática y la ciudadanía (interculturalidad, periferias, clase social, género…). ¿Qué recomendaciones haríais a una persona que quiere emprender un proyecto comunicativo de este tipo?

En primer lugar, creo indispensable pensar la comunicación como un proceso inherente a la condición humana. La comunicación no son los medios, ni tiene que estar estrictamente ligada a la tecnología. Todo comunica: la forma en la que está construido un barrio, la manera en la que se organiza una entidad vecinal, el modo en que una pareja de enamorados se mira. Comunicar tiene que ver con poner en común y está, además, frecuentemente ligado a lo comunitario. Pensar la comunicación desde ahí implica entender que la educación mediática tiene sentido si nos ayuda a reflexionar sobre lo que nos atraviesa como sociedad.

En segundo lugar, entiendo que la educación mediática o educomunicación –que tiene un sentido más amplio y es como la entendemos desde elParlante- solo puede ser interseccional, es decir, ha de tener la capacidad de cruzar para reconocer los distintos privilegios y las distintas opresiones que nos atraviesan. Analizar un vídeo de reguetón necesita una lectura desde el genero, pero también desde el racismo y desde la clase social, porque ni quienes lo producen, ni quienes lo protagonizan, ni quienes lo consumen son persones monolíticas que lo miran desde un solo ángulo, ni les afecta a todas por igual. La interseccionalidad permite ver el prisma de colores y analizar, por ejemplo, una noticia sobre los refugiados desde múltiples lugares.

Por último, cualquier proyecto de comunicación alternativa necesita del trabajo en equipo, en red. Si se trabaja en la educación no formal, habrá que buscar que muchos otros agentes del territorio se vinculen para, por ejemplo, crear una web serie participativa. Y si se trabaja en el aula en el marco de la educación formal, necesitaremos de la complicidad de profesores/as, equipo directivo y, si es posible, también de la familia. Como señalaba Paulo Freire, cualquier tipo de proyecto educativo solo será posible desde la comunidad y a partir del contexto.

¿Cómo nació elParlante? ¿Podéis explicar brevemente vuestro proyecto?

elParlante en América Latina es como se le conoce al altavoz. En Barranquilla, dónde nací, enormes parlantes se construyen de manera artesanal y se sacan a las calles de los barrios populares durante los domingos para amenizar la vida. Alrededor de los parlantes se baila y crea comunidad. Leído desde Catalunya, sería algo así como “el hablante”. Creo que, en el fondo, nos interesa simplemente eso: crear espacios de dialogo en libertad.
Hoy en día trabajamos en distintas líneas y proyectos.

Trabajamos la sensibilización sobre temas que afectan a las comunidades, especialmente a jóvenes y persones mayores, a partir de la crítica mediática, es decir, del análisis compartido de los formatos y las imágenes que nos llegan desde las múltiples plataformas mediáticas. Esto lo hacemos normalmente en institutos, pero también en otros tipos de espacios.

En segundo lugar, trabajamos la co-creación audiovisual. Son proyectos de una duración mínima de 20 horas, en los que con un grupo reducido de personas construimos piezas creativas para exponer nuestros puntos de vista. El grupo crea, y elParlante tutoriza y apoya en la parte más técnica. Así hemos realizado cortometrajes, videoclips, reportajes, animaciones que luego se proyectan en los barrios o se acompañan de guías pedagógicas que sirven para seguir el debate y la sensibilización en otros espacios. Cuando este tipo de ejercicios se puede replicar y mantener en el tiempo, las persones participantes logran empoderarse y hablar abiertamente de temas importantes para ellas o para sus comunidades. No intentamos darle voz a nadie, porque la gente ya tiene su propia voz, pero sí abrir espacios para que el diálogo fluya, ayude definitivamente al empoderamiento.

Tenemos otros proyectos en los que producimos campañas de comunicación, vídeos institucionales, exposiciones o, incluso, festivales de cine, pero todo parte de la idea de trabajar desde y con las personas, no desde nuestros ordenadores o desde la oficina. Todos los proyectos tienen una perspectiva interseccional y participativa, procurando fomentar la transformación social y la ciudadanía activa.

En 2019 cumplís diez años, ¿cuál ha sido vuestra evolución y qué proyectos tenéis en marcha actualmente?

Es difícil de resumir, pero en estos 10 años calculamos que hemos trabajado con más de 5.000 personas que, de un modo u otro, han pasado por nuestros talleres. Hemos colaborado con diversos ayuntamientos, de Sabadell, Barberá, L’Hospitalet, Granollers, Mataró, Sant Vicenç dels Horts, entre otros. Hemos realizado un proyecto en Ecuador y otro, en Colombia.

Quizá nuestro trabajo más significativo ha sido en Ciutat Meridiana (Nou Barris, Barcelona), con el proyecto Ciutat Esperança, que el año pasado ganó un premio de la Diputación de Barcelona. La importancia de este trabajo ha sido, entre otras, que ha servido para generar un espacio para que algunos/as participantes crearan su propia entidad juvenil para promover la implicación social de otros jóvenes del barrio, desde lo comunicativo.

También, desde hace un par de años, realizamos con la colaboración del Ayuntamiento de Barcelona y la Universitat Pompeu i Fabra un seminario para teorizar y reconocer el trabajo de otras experiencias similares en la ciudad, intentando promover la cooperación entre entidades y profesionales, más que la competencia. Justo ahora estamos editando un libro que busca sistematizar el contenido abordado en estos seminarios.

Un tema en el que en los últimos años hemos trabajado con mucho entusiasmo es el de las persones mayores, que hoy en día significan el 19,1% sobre el total de la población y se calcula que para el 2068 sean el 30%. Son persones cada vez más activas, con muchísimas inquietudes y posibilidades de aportar a la construcción de ciudadanías activas. Hemos estado trabajando con ellas una campaña para desmontar prejuicios y estereotipos sobre el hecho del envejecimiento, hemos realizado 6 procesos de video participativo, diferentes talleres intergeneracionales y estamos organizando para junio La GRAN Pantalla, el primer Festival de Cine de Gent Gran. Como siempre, con mirada interseccional, comunitaria…

Los campesinos latinoamericanos dicen: “el camino es largo y culebrero”. Eduardo Galeano, el escritor y poeta uruguayo, decía: “la utopía sirve para caminar”. Héctor Lavoe, el popular cantante de salsa puertoriqueño, decía: “es chévere ser grande, pero es más grande ser chévere”. Pues en eso estamos, intentando hacer educomunicación, popular y comprometida, desde la alegría.

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