MEDIOS DE COMUNICACIÓN. La rueda que se estampó contra la pandemia

 

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Todo lo que parecía medianamente sólido ha resultado ser extremadamente frágil. En la era de la economía financiera el pánico hace su correspondiente efecto dominó por todo el globo, y cada vez más rápido. Entre las primeras fichas, los medios de comunicación, un negocio cada vez más dependiente de la publicidad. Unos ingresos que para el resto de empresas son los primeros gastos en eliminar cuando la cuenta de resultados flaquea.

Y si cada tipo de medio de comunicación fuera una ficha, la prensa escrita tendría una posición preferente para caer. Pasó en 2008, dejando un panorama desolador que ahora se recrudece de nuevo. Más allá de las tímidas experiencias de suscripción a principios de los 2000, el modelo dominante de la prensa digital en España ha sido el exclusivamente publicitario, que la ha metido en una suerte de rueda de ratón que la ha ido fagocitando a medida que cogía velocidad.

Los periódicos anglosajones se bajaron de aquello hace tiempo, pero en el caso que nos ocupa casi nadie quería parar de empujar esa rueda: costaba pensar que fuera a haber una cantidad razonable -suficiente para compensar la pérdida de tráfico- de lectores dispuestos a pagar por leer periódicos digitales. Pero la velocidad era insoportable y, desde hace unos años, la mayoría de medios digitales ofrecen alguna forma de que el lector pague, no necesariamente con dinero (por ejemplo, los datos personales cuando se exige el registro para acceder a algún contenido).

Los muros de pagos seguían siendo una rareza hasta hace unos meses, hasta que El Mundo y El País decidieron bajar de la rueda del tráfico y cambiar a este último modelo que, como todo aquel que implica a los lectores, es más resistente ante la adversidad que el capricho de la empresa o la institución. Cuando apenas trataban de salirse de la rueda, esta se ha estampado con la pandemia mundial.

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