Menos cantidad y más calidad: un nuevo modelo cultural para internet

 

Selección

Jorge Carrión

Filmin, la plataforma audiovisual española especializada en producciones independientes, se ha convertido en mi proveedor principal de películas y series. En su catálogo hay más de 15.000 obras audiovisuales, todas exquisitamente seleccionadas. Pero al parecer no son suficientes. A finales del año pasado, la empresa decidió que necesitaba una fuerte inyección económica para poder ser competitiva: la mayor parte de sus acciones pasaron a ser propiedad de dos fondos de inversión riesgo.

Su evolución imita la de la gran mayoría de las plataformas de contenidos y redes sociales. Son archivos que no cesan de ampliarse. Al contrario que Filmin, a menudo sin sentido.

Pensemos en LinkedIn, una red social que nació como intermediaria entre empresas y posibles empleados. Ahora, en vez de buscar trabajo para poder trabajar, sus usuarios trabajan gratis —escribiendo textos, diseñando historias, dialogando con otros profesionales— para conseguir trabajo. La compañía no cesa de acumular contenido. Tanto las plataformas audiovisuales (Amazon Prime Video, Netflix o Disney+) como las sociales y de publicación (Medium, Twitch o Instagram) coinciden en ese modelo de crecimiento. Se ha contagiado a las dimensiones virtuales de los museos, las librerías o las universidades. También estos han empezado a almacenar innumerables archivos y registros de todo tipo de actividades.

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