Periodistas activistas, práctica profesional y formación universitaria

 

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Texto de María Camila Ardila Peña

Si se habla del periodismo como una forma de activismo, es casi automático relacionarlo con falta de rigor, partidismo y parcialidad. No obstante, también hay quien atiende al activismo como una cualidad intrínseca al oficio, necesaria y fundamental. Recientemente se ha intensificado el debate en torno a esta cuestión, también entre los estudiantes de Periodismo.

El objetivo de este texto es reflexionar acerca de las diversas definiciones de la noción de periodismo activista, realizadas tanto por parte de los estudiosos como por profesionales de la comunicación. Ahora bien, la finalidad no es ni dictaminar ni delimitar el significado del periodismo. Al contrario, lo que se pretende es avivar el debate sobre el deber del oficio y abrir nuevos interrogantes, tanto para aquellas personas cuya materia prima son los hechos y los datos como para las que los reciben ya editados.

Explica el periodista y escritor gallego Manuel Rivas (2015: 26):

“El periodismo, tal como lo entiendo, es un modo de activismo. Sé que esta afirmación escandalizará al conformismo gremial. El activismo del que hablo es todo lo contrario del partidismo o el sectarismo. Es un periodismo que lucha contra la indiferencia y la banalidad. Un activismo consistente en custodiar el sentido de las palabras. […]. Es el lenguaje, como pedía Albert Camus, que no quiere dominar. Es el lenguaje del porqué”.

Así, tal y como lo define Manuel Rivas, el periodismo como “modo de activismo”, no es otra cosa que la profesión que aquellos que se matriculan en la carrera de periodismo sueñan con ejercer, el periodismo como cuarto poder. Ante este enfoque, surgen diferentes preguntas: ¿sigue vigente esa cualidad otorgada a la profesión? ¿A través de qué elementos y prácticas se puede ejercer este periodismo comprometido? ¿Es el entorno digital una oportunidad para ejercerlo con mejores condiciones? Y, por último, ¿es posible encontrar buenos ejemplos de periodismo comprometido, activista y en activo?

El periodismo como cuarto poder

Montesquieu estableció la división de poderes -legislativo, ejecutivo y judicial-, con la pretensión de que, de la mutua vigilancia, surgiese una sociedad democrática. En una ampliación de estos poderes, se le confirió la cuarta posición al periodismo.

“Ese cuarto poder era, en definitiva, gracias al sentido cvico de los medios de comunicación y al coraje de valientes periodistas, aquel del que disponían los ciudadanos para criticar, rechazar, enfrentar, democráticamente, decisiones ilegales que pudieran ser inicuas, injustas, e incluso criminales contra personas inocentes. Era, como se ha dicho a menudo, la voz de los sin-voz” (Ramonet, 2003, texto digital).

En pocas palabras, el periodismo tenía la responsabilidad de regular las acciones de los otros tres ámbitos de poder. El cuarto poder cumpliría su función, al igual que los demás también lo harían, de forma totalmente independiente. Este status del periodismo como co-garante de la democracia queda demostrado en la presencia del derecho a la información en las constituciones de los países democráticos del mundo. Como afirman Sánchez-García et al. (2015, texto digital): “Entre las funciones atribuidas al periodista subyace su cometido principal de servicio público que supone considerar el ejercicio periodístico en su más alto nivel derivado del derecho a la información que los ciudadanos delegan en los periodistas”.

Sin embargo, la independencia del cuarto poder se pone en entredicho en muchas más situaciones de las deseables y, en consecuencia, también queda afectada la democracia. Indica la periodista y defensora del lector en eldiario.es Olga Rodríguez: “Una democracia sana es aquella en la que los periodistas tienen la oportunidad de plantear al poder las cuestiones más incómodas, que son las que contienen las denuncias más certeras”. Esta cita aparece en el artículo “El pantallazo de Rajoy”, publicado el día 10 de febrero del 2013, que da testimonio de la escasa autocrítica de los periodistas y de su incapacidad para plantarse ante lo que no es más que una falta de respeto de los políticos para con ellos y, por ende, para con la ciudadanía a la que supuestamente se deben.

Tal y como describe el filósofo Francisco Fernández Buey (2000), además de los tres poderes que Montesquieu contempla, hay otros poderes fácticos entre los que se encuentran el poder militar, el poder económico, el poder de las corporaciones profesionales, el poder de la burocracia, el poder de los sindicatos, etc. El hablar de ellos como poderes fácticos sugiere que se dan de hecho, o bien por debajo o bien por encima de los poderes formalmente reconocidos. El autor amplía y analiza la relación de estos otros poderes con el periodismo.

“Teniendo en cuenta, sin embargo, los vínculos existentes entre tales o cuales periódicos, radios o cadenas de televisión y determinados poderes económicos, es lógico que la independencia del ‘cuarto poder’ se haya discutido de la misma manera que tiene que discutirse, en concreto, la independencia real del poder judicial respecto del poder político” (Fernández Buey, 2000: 17).

Es este poder económico, el mercado, precisamente una de las principales barreras para que el periodismo ejerza su papel como cuarto poder. Del ánimo de lucro y el poco interés en una información de calidad por parte de las cúpulas de poder de los conglomerados de información se derivan otras barreras para el ejercicio de la profesión. Nos referimos a las condiciones laborales (las relaciones contractuales, la inestabilidad laboral,..) o a la falta de recursos para determinadas tareas, como las reducidas partidas presupuestarias destinadas a la elaboración de piezas de investigación. Y así, poco a poco, el periodismo ha ido perdiendo su calidad de servicio público para ponerse al servicio de los intereses de unos pocos, los conglomerados financieros sobre los que se sostiene.

Quizás sea un ataque al periodismo mismo agregarle adjetivos que deberían estar implícitos en la concepción y, más importante, en el ejercicio del oficio. Al separar y distinguir un periodismo de otro, se da por perdida aquella facción sin apellido, la hegemónica, aquella que viene de los grandes grupos de comunicación. Así, al denominar al periodismo como activista se despoja al periodismo (a secas) de su obligación de dar una información inclusiva, responsable, completa, necesaria para la salud de la democracia en una sociedad cada vez más mercantilizada.

Periodismo de resistencia

Es en este contexto en el que se hace necesario el concepto de periodismo activista, o “de resistencia”, como lo acuña Felipe Pena de Oliveira, periodista, psicólogo y escritor brasileño. Se trata de “la aplicación práctica de preceptos ligados a la función social de la profesión. Es decir, resistir a la concepción mercadológica del periodismo” (Pena de Oliveira, 2006: 179). Entonces, ¿qué quedaría de la profesión sin su función social, sin su responsabilidad como servicio público? ¿Acaso es un producto de supermercado?, ¿una simple pantomima con la que los periodistas pretenden informar y la ciudadanía se consuela sabiendo que dedicó 30 minutos al telediario?. Así, pensando el periodismo, el buen periodismo, como crítico, vigilante y que se enfrenta, la cuestión en última instancia sería, ¿es posible un periodismo no activista?

Pena de Oliveira (2006) distingue entre tres maneras diferentes de ejercer lo que él denomina periodismo de resistencia. La primera, que es la que menos nos ocupa en este documento, es la que el autor identifica como el periodismo de ONG, sindicatos y partidos. Estos medios se caracterizan por asumir de manera clara sus posiciones y por defender ideas específicas, “el mensaje se confunde con la ideología del grupo” (2006: 184). La definición es correcta y precisa, aunque no todos los medios de comunicación que muestran su ideología se incluyen en este grupo.

Los otros dos tipos se aproximan más a nuestro interés: el periodismo de proximidad o cívico (aquel que guarda “lealtad hacia el ciudadano” y que se ejerce “desde los medios alternativos”, gracias a la independencia respecto a otros poderes) y el periodismo de resistencia dentro de grandes grupos de comunicación. Entre las características fundamentales que le reconoce Traquina, mencionado por Oliveira (2006: 181), cabe destacar: “el periodismo debe ser una fuerza de revitalización de la vida pública”, “la objetividad es el primer concepto que hay que abatir, ya que conduce a esquemas viciados” y “el periodista es un actor político”.

Señala Thomas Olesen (2008: 247) que la “combinación de estándares periodísticos profesionales centrados en hechos duros y las dimensiones crítica y orientadas al activismo inherentes a la mayoría de piezas de periodismo de investigación es muy adecuada para traer asuntos a la atención pública que bien se han pasado por alto o no se han cubierto de manera deliberada”. ¿Quiere esto decir que solamente se puede hacer buen periodismo en piezas de investigación o en obras de largo formato como el periodismo literario? Por la salud de la profesión, de los profesionales y de la democracia, es preferible pensar que no.

Objetividad y subjetividad

Hay quienes identifican a los periodistas activistas como aquellos “comprometidos con determinadas posiciones ideológicas desde las cuales pretenden influir sobre el propio medio. Lo suyo es denunciar todo orden establecido investigando sobre las razones de cada noticia desde posiciones ideológicas previamente tomadas” (Niceto Blázquez, 2000: 202). Se está tachando al periodista de proselitista, aunque es importante tener en cuenta que puede ser más honesto dejar en claro la postura del medio de comunicación, su ideología, que izar la bandera del objetivismo y no serlo.

El debate sobre la objetividad es casi igual de antiguo que el oficio. En los países anglosajones es aún uno de los valores del periodismo. En los países con tradición latina, en cambio, se ha entendido que ser objetivo no es lo mismo que ser neutral, y que ser neutral no siempre es lo más ético en la profesión. Dada la responsabilidad social del profesional de la información, se entiende que sus informaciones serán veraces, sin embargo, no hay que olvidar que su condición de sujeto afectará a todo el proceso de elaboración de la pieza.

Una vez se ha dejado claro que objetividad no es sinónimo de calidad de la información, es necesario entonces poner atención en la subjetividad, al uso que se hace de esta. Hay tantos periodistas como perfiles de personas, al fin y al cabo en ello yace la riqueza de la libertad de expresión y de información. Si se obtienen múltiples voces, todas ellas con su rigor y subjetividad propias, el resultado será un paisaje plural, que dotará de elementos a la ciudadanía para que tenga una opinión propia.

La subjetividad del periodista saldrá a relucir desde el momento en que él o ella elija un tema. De no ser así, es decir, si la pieza es un encargo, su capacidad de decisión se reflejará en el enfoque que le dé, en sus fuentes, la forma de tratarlas y la jerarquización que haga de estas. Al mismo tiempo, el lenguaje -tanto escrito, oral como audiovisual- juega un papel protagonista en la creación de realidades, por tanto, en la omisión de otras. Por todas estas razones, es importante que el periodista ejerza “la autocrítica antes y después del reportaje”, y procurar “distinguir prejuicios, estereotipos y limitaciones” (Pena de Oliveira, 2006: 183). Este autor también propone nueve premisas para hacer periodismo de resistencia, destacaremos las tres relacionadas con estas fases de la elaboración de la información: elección del tema y enfoque; fuentes y tratamiento; y lenguaje.

Elección del tema y enfoque

La agenda mediática determinará el debate público, no significa esto que marquen las necesidades públicas pero sí de qué hablará la ciudadanía, por tanto dicta lo que es importante y lo que no lo es. “Los editores y directores informativos, con su selección día a día y su despliegue de informaciones, dirigen nuestra atención e influyen en nuestra percepción de cuáles son los temas más importantes día a día” (McCombs, 2006: 24). Esta es la base de la teoría de la agenda setting.

Con este punto de partida, es el deber del periodista lograr que aquellos temas que inquietan a la ciudadanía para la que trabajan pasen a la lista de prioridades de los otros tres poderes. No es suficiente con poner el foco sobre ciertos temas, ni es imprescindible hablar de cuestiones radicalmente diferentes a las que dominan en la agenda mediática para ejercer el buen periodismo. Indica Pena de Oliveira (2006: 183) que el periodista “observa la historia bajo la óptica del servicio que presta a la comunidad y no en función del valor de mercado, aunque trabaje para convencer a la jefatura de que una cosa se corresponde con la otra”.

El enfoque de la historia es sumamente importante, de este dependerá la dirección de la opinión pública. Como se menciona, es necesario despojarse de prejuicios y estereotipos, no criminalizar ni victimizar. De todas maneras, no es un error dotar las historias de cierta humanidad, siempre que se vigile la delgada línea que separa la humanización de la espectacularización.

En este aspecto es de gran utilidad la teoría del framing que nace en el seno de la sociología para acercarse “a los intereses de la teoría del conocimiento y pone el acento en que las aproximaciones a la realidad por parte de los individuos se hacen teniendo en cuenta las aportaciones de los demás” (Sádaba, 2001, texto digital). Para el sociólogo Erving Goffman, el frame es tanto un marco como un esquema, “un marco que designa el contexto de la realidad y un esquema o estructura mental que incorpora los datos externos objetivos” (Sádaba, 2001, texto digital).

Es así como la realidad no es más que la interpretación de esta, para interpretarla se utilizan diferentes marcos, cada uno producto de la experiencia de la persona. En el ámbito de las teorías de la comunicación la socióloga Gaye Tuchman, nos explica Sádaba (2001, texto digital), recoge el concepto de Erving Goffman e introduce su ya clásica metáfora de la noticia como una ventana por la mirar el mundo. Según las características de la ventana, su tamaño, su colocación o su forma, la realidad se observa de una forma determinada u otra. Del mismo modo, “los marcos de la noticia producen y limitan el significado de las cosas”. (Sádaba, 2001, texto digital).

Por lo tanto, el marco en la comunicación se utiliza para dar “forma a los sucesos de modo que éstos puedan ser compartidos socialmente” (Tuchman, 1978 en Sádaba, 2001, texto digital), y depende en gran medida de los métodos y organización del trabajo de la redacción. En consecuencia la noticia puede considerarse un producto elaborado dentro de procesos institucionales y de conformidad con prácticas institucionales. Así pues, continuar en las mismas redacciones, lo que implica ajustarse a los ritmos de trabajo y a los métodos de investigación, y al mismo tiempo desmarcarse de los marcos imperantes de interpretación de la realidad es lo que constituye un desafío.

Fuentes y tratamiento

Respecto a las fuentes, Pena de Oliveira (2006: 183) opina que el periodista “trabaja con objetividad, pero introduce las opiniones de sectores representativos de la comunidad, evitando resaltar a los definidores primarios, como las autoridades y expertos”. A quién se decide dar voz es una decisión que puede cambiar de manera radical la percepción de una temática. Para completar la discusión sobre la objetividad, apuntar ahora que es imprescindible acudir a autoridades y expertos para dotar de contexto las historias, para saber sus causas y sus posibles consecuencias. Al mismo tiempo, es importante dar voz a la comunidad de una manera responsable.

Para ejemplificar esto, resulta muy útil hablar de la información referente a la violencia de género. Preguntar a los vecinos de un barrio cómo era el marido que ha matado a su mujer o detallar de manera morbosa cómo fue el asesinato únicamente contribuye a la banalización de un problema estructural que afecta a la mitad de la población mundial como es el machismo. Esta fue una de las principales reflexiones de la charla celebrada el 25 de noviembre de 2015, en el marco del Día de la Lucha en Contra de la Violencia de Género, que tuvo lugar en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). La mesa redonda “Violencia machista: el abismo entre la realidad y los medios”, organizada por el Máster de Comunicación y Género, reunió a periodistas, abogadas y psicólogas para debatir sobre la representación de las violencias machistas en los medios. Las periodistas June Fernández, de la revista digital Pikara Magazine, y Anna Celma, del quincenal La Directa, se refirieron a la falta de responsabilidad de los medios de comunicación en su reproducción del sistema patriarcal sin ningún tipo de cuestionamiento.

Lenguaje

A partir del lenguaje se crean unas realidades y se omiten otras. “Como parte de la estrategia de resistencia, utiliza el lenguaje con sutileza y precisión, al acecho de lo que se dice entre líneas y los discursos verbales”, señala Pena de Oliveira (2006: 183). La atención al lenguaje inclusivo, el cuestionamiento de ciertas estructuras gramaticales, la toma de perspectiva ante un titular, una foto y el enfoque de la noticia, aunque se trate de cuatro líneas, es importante.

El ejemplo de la violencia de género también es ilustrativo aquí, el trato que se hace de esta sin la consulta a expertos ni la referencia a los fallos estructurales que proporcionan un campo fértil para los crímenes machistas. Desde los telediarios se busca la emotividad y la espectacularización, pareciendo muchas veces que no son conscientes de estar hablando de asesinatos. Titulares como “muere mujer a manos de su marido” lo plantean como si se tratara de un hecho aislado, como si le hubiera dado un paro cardiaco y su cónyuge no hubiera podido hacer nada para evitarlo. Como no podía ser de otra manera, alrededor del lenguaje también se reflexionó en la charla “Violencia machista: el abismo entre la realidad y los medios”.

Ahora bien, el tratamiento de la violencia de género en los medios de comunicación es tan solo un ejemplo, también se pueden mencionar otros muchos como el uso de la palabra “ilegal” para los flujos migratorios o la estigmatización en relación al SIDA. En la misma línea, pero con infinita literatura detrás, está la reflexión sobre la mujer y su representación en el lenguaje mismo, “el movimiento feminista (…), se preocupó por presentar la perspectiva de género como un elemento de análisis fundamental en el campo comunicativo. Apuntando y denunciando al lenguaje y a la representación su marcado corte androcéntrico, ya que son estos -los mecanismos simbólicos del poder social establecido- los encargados de reproducir y alimentar el sistema patriarcal” (Martínez, 2014: 1).

Luchar contra discursos hegemónicos desde el periodismo requiere una reflexión constante de los prejuicios propios. Para facilitar este ejercicio existen numerosos libros de estilo específicos y manuales de tratamiento informativo, por ejemplo, la guía elaborada por la asociación española ONG Rescate. La guía El tratamiento de la información sobre el fenómeno migratorio recoge “aspectos clave de los medios de comunicación, la psicología, la cultura, la sanidad y la economía para abordar de forma veraz y rigurosa el tratamiento de la información sobre las migraciones”, explica Xose Martín (2016).

En el entorno digital

Polivalencia y versatilidad

La tecnología merece una mención especial. Las innovaciones digitales sumen a los profesionales en un dilema: veneno o elixir. La necesidad de actualización constante de la información, la convergencia de las diferentes plataformas -por otro lado, muy positiva para los grandes grupos de comunicación y sus economías de escala- y la simplificación de las tecnologías han abierto nuevos horizontes a los periodistas, como indica el investigador y docente de la Universidad de Navarra Ramón Salaverría (2016: 7), “los periodistas deberían ser versátiles en el manejo de las tecnologías, sin olvidar el fundamento de la profesión”.

La demanda ilimitada de novedades se puede leer como una oportunidad para la creación de más puestos de trabajo. Sin embargo, ha resultado al contrario, las plantillas se han reducido, las informaciones se elaboran desde la redacción, las noticias son “refritos” de notas de prensa y, en consecuencia, el periodista se reduce a ser un obrero de la información capaz de elaborar, en lenguaje escrito y audiovisual, contenidos para todo tipo de plataformas. Polivalencia, versatilidad y flexibilidad son los adjetivos que todo empresario busca en su “obrero de la información”. Así es como aquel fundamento de la profesión al que se refería Salaverría es precisamente el que queda en entredicho cuando la ley más fuerte es la del mercado.

La cualidad de polivalencia tiene diferentes niveles, según lo que exigen los diferentes medios de comunicación (Salaverría & García, en Sánchez-García et al., 2015), sin eludir el riesgo de que, en tiempos de crisis, se convierta en multitareas exigidas por los recortes de personal. Según recoge Sánchez-García et al. (2015) siguiendo a Masip y Micó, el periodista multimedia debe mostrar esa polivalencia o versatilidad desde diferentes perspectivas: polivalencia mediática (debe producir contenidos para distintos soportes); polivalencia tecnológica (responsable de todo el proceso productivo) y polivalencia temática (debe tratar la actualidad de distintos ámbitos o secciones).

El poco tiempo para profundizar, acudir a las fuentes y dejar reposar las noticias para enfocarlas de una manera diferente tiene como consecuencia una información superficial y banal, que poco aporta al debate social, que no provoca otra cosa que la recaída en los vicios propios de las redacciones reproduciendo el lenguaje predominante. Como afirma la periodista Rosa Maria Calaf en una entrevista de Jorge Ramajo, publicada el día 21 de noviembre de 2015 en eldiario.es, “el periodismo ha supeditado los contenidos a la tecnología en lugar de hacer al revés. La tecnología debe ser una herramienta de acceso, de abolir distancias, pero en lugar de eso se hace deprisa y mal”.

La necesidad de la figura del periodista ante la abundancia informativa

El océano de informaciones en el que se ha convertido el panorama mediático actual hace imprescindible que las capacidades de análisis y síntesis del periodista se agudicen (Lorente, 2010, 17). En este contexto, la responsabilidad del profesional de la información se incrementa, pues ha de ser capaz de dar la relevancia merecida a aquellos temas excluidos, de manera deliberada o no, de la agenda mediática y, por tanto, política y social. Es por ello que ahora, más que nunca, se necesita aquello que se llamaba ‘olfato periodístico’ (Sánchez-García et al., 2015).

El potencial democratizador de las nuevas tecnologías, tanto de los equipos técnicos como de Internet, es innegable. Hoy en día cualquier persona, periodista o no, tiene a su alcance las herramientas necesarias para grabar audiovisuales, editar, empaquetar información y difundirla. Lograr que esa información tenga repercusión dependerá de la calidad de esta y las capacidades del periodista/equipo responsable para difundirla, muy especialmente en las redes sociales. De hecho, es fácil encontrar en la red buenos ejemplos de periodismo activista, aquel que intenta desligarse de las ataduras y así se presenta a la audiencia –llamada también usuarios-. Esto podría tener como resultado, o al menos aproximarse, unos profesionales que no se deben a nadie más que a la ciudadanía.

Por su potencial democrático y su coste casi nulo como soporte, Internet también se ha convertido en terreno fértil para la experimentación y la innovación. Un ejemplo de este uso de las TICs se puede encontrar en lacolumna.cat, una plataforma iniciativa de un grupo de estudiantes de periodismo de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, en el marco de la productora Arsomnia, también fundada por jóvenes. Lacolumna.cat es un lugar para hacer o poner todo el empeño en lograr un buen periodismo, aquel con el que los que pisan por primera vez las facultades de comunicación sueñan con ejercer, un periodismo crítico con el sistema e, igual de importante si no más, consigo mismo, nos explica un grupo de estudiantes implicado en el proyecto.

Conclusión

En el proceso de metamorfosis que viene sufriendo la figura del periodista en los últimos tiempos, debido principalmente a la incursión de las TICs y la búsqueda de nuevos modelos de negocio por parte de las empresas de comunicación, es necesaria la apertura de diferentes frentes de debate. Es imprescindible que, desde las facultades del ámbito de la comunicación, se haga énfasis ante los futuros periodistas sobre el deber y responsabilidad para con la sociedad. Por tanto, es necesaria una educación que dote de herramientas al estudiantado para comprender y ser capaz de explicar el mundo que pretende traducir, con todos sus matices. Una educación que tenga en cuenta aspectos generales y prácticos, como el uso de las TICs, pero que no olvide los aspectos blandos que ha tratado este dossier. Porque, si el objetivo de muchos de los que se matriculan en la carrera es colaborar en la construcción, a través de la información, de una sociedad más justa, es necesario que sepan que no se puede dar voz a los que no la tienen asignándoles papeles que no hacen otra cosa que enfatizar su opresión. Conviene recordar aquella frase de Horacio Verbitsky que, aunque muy manida, no ha perdido certeza: “Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda” (Verbitsky, 1997: 16). Y es posible añadir, “de la manera en la que no quiere que se sepa”.

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