Por qué nos enganchamos a las noticias negativas

 

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La pandemia mundial de COVID-19 ha sacado a pasear a uno de los instintos más difíciles de reprimir en la profesión periodística: el catastrofismo. Cualquier noticia relacionada con una amenaza captura la atención de las personas con mayor eficacia que una noticia normal, así que los medios de comunicación, que viven de capturar atenciones, las utilizan desde siempre. Incluso se podría argumentar que esta misma noticia que estás leyendo cae en la misma trampa, porque te explica por qué si lees muchas noticias catastrofistas tu cerebro resulta perjudicado.

Lo que se ha podido comprobar durante la pandemia de COVID-19 es que hay un aumento de las personas que pasan horas leyendo noticias negativas. Esta práctica se ha denominado en inglés doomsurfing o doomscrolling, de la palabra ‘doom’, que se puede traducir como condenación o amargo destino. Las palabras han sido incorporadas al diccionario Merriam-Webster precisamente a causa de la pandemia.

Las noticias catastrofistas no son necesariamente falsas, aunque algunas también lo sean. Basta con que se enfoquen en las consecuencias negativas de algo. El año 2020 ha sido especialmente fecundo en esta negra cosecha: la pandemia de COVID-19, los muertos, el colapso de la sanidad, las protestas, los asesinatos racistas en EEUU, el desempleo, las revueltas en otros países, el inexorable cambio climático y, en términos generales, la política. Si quieres amargarte, hay un menú largo y variado esperándote en Twitter y Facebook.

Pero ¿por qué se produce la adicción a las malas noticias? En 2014 el diario ruso The City Reporter decidió publicar solo buenas noticias durante un día completo, con titulares como «No hay atascos en la autopista a pesar de la nieve» o «Las obras del túnel estarán terminadas a tiempo». Su audiencia cayó a una tercera parte.

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