Privacidad digital en pandemia y falsos dilemas

 

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Fuente: OCC InCom-UAB

Durante la crisis de la covid-19, las tecnologías han pasado a un primer plano como una herramienta imprescindible. Están presentes en equipamiento médico, en teletrabajo y organización a distancia, en logística y en enseñanza. ¿Podemos ceder nuestros datos para que se pueda controlar mejor la pandemia sin que  eso afecte a nuestra privacidad?

Éste fue el punto de partida del debate online #EspaiPrivacidad, del 29 de abril, organizado por Espai Societat Oberta con la participación de Gemma Galdon, analista de políticas públicas especializada en vigilancia, y Borja Adsuara, profesor, abogado, y consultor en derecho, estrategia y comunicación digital. El moderador fue el periodista, cineasta y activista social Stéphane M. Grueso.

En el encuentro, se manifestó la necesidad de formar, capacitar, a la ciudadanía en el nuevo paradigma tecnológico en el que estamos y en el que superar las brechas digitales es crucial. Pero también salieron ejemplos de falsos dilemas.

¿Quiero vivir a través de una pantalla?

“En la crisis de la covid-10 la tecnología ha pasado a un primer plano y se ha convertido en algo imprescindible en nuestra vida tanto en la lucha contra la pandemia como en cuestiones laborales, educativas o para trámites administrativos en un corto espacio de tiempo”, afirma Stéphane M. Grueso en el inicio del debate virtual. “¿Cómo afecta todo esto a nuestros derechos civiles digitales? ¿Esta crisis sirve para darnos cuenta de la importancia de la tecnología? ¿Éramos conscientes de los riesgos que representaba?”, pregunta.

Gemma Galdon apunta que “todos éramos conscientes que la tecnología forma parte de nuestra cotidianidad, pero quizás no éramos conscientes de que podía salvarnos en una situación como ésta, porque era inimaginable”. Estamos combatiendo esta pandemia con metodología de la edad media; “enciérrate en casa”, nos dicen. Pero estar dentro ya no es estar dentro, tienes muchos canales de conexión hacia fuera con tus amigos, conocidos, familiares, gente de trabajo con la que colaboras, explica Galdon.

Queda demostrado el potencial de estas herramientas, pero se ha abierto el debate: ¿quiero vivir a través de una pantalla? Estamos en un experimento social y global, que a la vez generará nuevos debates, argumenta Galdon.

De la transformación a la adaptación digital

En su intervención, Borja Adsuara afirma que “la ciudadanía del siglo XXI está preparada para adaptarse. La digitalización no es un cambio de herramientas sino un cambio de entorno”. Según Borja Adsuara, hemos pasado de la transformación a la adaptación. Es un cambio histórico y nos ha tocado vivir un momento de transición. Llevamos 20 años de transformación digital. Ante cualquier cambio “los que se adaptan son los que sobreviven y los que no se adaptan se quedan por el camino”, afirma Adsuara. Ya estamos en el entorno digital y ya se ha demostrado que teletrabajar es posible. Se debe aprovechar esta oportunidad para replantearse cosas. Por lo que se refiere a la digitalización, habrá un antes y un después del coronavirus.

Si no te puedes conectar, no existes

A Gemma Galdon le preocupan muchas cosas, pero, sobre todo, que estamos intentando solucionar los problemas del futuro con ideas del pasado. Todas estas tecnologías dejan de usarse en un espacio recreativo para utilizarse ahora en un espacio imprescindible. Como la transición ha sido tan rápida, no se usan métodos indicados para controlar problemas como, por ejemplo, la criminalidad que se genera en el espacio digital, explica.

Ahora mismo, si no tienes esta tecnología, no estás. Así, por ejemplo, se ha detectado que, con el confinamiento, a pesar de tener Internet y disponer de ordenadores, las mujeres envían menos artículos académicos para publicar a las revistas porque las mujeres se están encargando del cuidado y de tareas domésticas. Es decir, “hay desigualdades que persisten o se acentúan en este nuevo escenario. Las desigualdades de siempre se perpetúan”, dice Galdón.

Se ha visto que la tecnología agrava la brecha digital que ya se dibujaba. En la educación en casa, se ha demostrado que, si no hay acompañamiento, porque los progenitores no tienen tiempo para dedicarse, el aprendizaje de los hijos es menor. La escuela tiene un papel de igualador social y, al desaparecer como lugar físico de aprendizaje y de recreo, los niños pueden ser víctimas del entorno social donde han nacido si éste no tiene unas buenas condiciones para el crecimiento de los niños y niñas. También se ha visto menores que no tienen dispositivos o familias con un solo dispositivo. Galdon argumenta así su visión y añade que también se ha detectado la entrada a chats educativos de pedófilos.

Es necesario construir un entorno digital seguro

Por su lado, Borja Adsuara constata que el mayor riesgo es “quedarse sin Internet”. No nos damos cuenta de las bondades del nuevo entorno hasta que las perdemos. Por lo que se refiere a la seguridad en Internet, el abogado señala que la cibercriminalidad representa sólo el 7% de los delitos que se cometen en España. Es decir, la criminalidad física gana por goleada.

No obstante, este porcentaje va subiendo muy rápidamente, de dos dígitos en dos dígitos cada año. Se va profesionalizando cada vez más y aparecen mafias organizadas que atacan desde cualquier lugar del mundo. Según el informe y las estadísticas de Cibercriminalidad, sólo se ponen a disposición de la justicia un 5% de los autores de estos delitos y, según el informe de la Fiscalía, sólo el 1%  acaba en condena. Según Adsuara, este 99% de impunidad de los ciberdelitos le preocupa y hace evidente la necesidad de un entorno seguro.

Confiar en les tecnologías

Hay un debate importante entre la privacidad y la salud. Adsuara y Galdon consideran que este es un dilema falso, pero lo ven de forma distinta.

El abogado piensa que se debe exigir la privacidad y, al mismo tiempo, adoptar toda la tecnología disponible para luchar contra la pandemia y proteger nuestra salud. No son incompatibles. Una app no cura. Se cura con la tecnología sanitaria hospitalaria. La clave no está en la tecnología sino en quien la usa y el porqué. Es una cuestión de confianza. Y de esto habla en un artículo que acaba de publicar en  La Información el 29 de abril de 2020, Del Caserío me fío. Es cuestión de confianza.

Por contra, Gemma Galdon opina que se están lanzando unos mensajes de miedo hacia la población no justificados. Además, Galdon cree que la población desconfía de la tecnología y de los procesos de datos “con toda la razón del mundo”. Es como si fuera consciente del mal uso que se  viene realizando históricamente de los datos de la población, ya sea por parte de empresas privadas como por parte de las administraciones públicas. Esta es una lista interminable, según Galdon. La falta de transparencia, de seguridad en la recogida de los datos, de proporcionalidad es la norma y no, la excepción. La situación actual nos la hemos ganado a pulso como sociedad y este es un problema importante, afirma Galdon.

Desconfiar siempre que nos pidan los datos es bueno porque no es un tema de buena voluntad, ya que cualquier base de datos es hackeable. Una vez introducida la información en una base de datos, ya no te puedes proteger. Ahora se debe ir hacia tecnologías en las que se pueda confiar desde el principio.

Enlaces relacionados:

Vídeo debate online: https://www.youtube.com/watch?v=KROt3YEgREI&t=136s

Resumen: https://www.espaisocietatoberta.org/es/blog/tecnologia-covid19-y-derechos-digitales/

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