Una mirada brasileña sobre el estudio de los “memes”

 

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Eloy Santos Vieira, Unisinos (RS), Brasil, reseña el libro: CHAGAS, Viktor (org.) (2020): A cultura dos memes: aspectos sociológicos e dimensões políticas de um fenômeno do mundo digital. EDUFBA-Editora da Universidade Federal da Bahia, Salvador (BA).

Publicada en el año 2020, tan complicado para todo el mundo, “A cultura dos memes: aspectos sociológicos e dimensões políticas de um fenômeno do mundo digital” es una obra colectiva -en lengua portuguesa- importantísima para la investigación de la cultura digital; sobre todo, para Brasil, donde se concentra una gran producción y se da un alto consumo de “memes”. En ella encontramos algunos textos seminales de las primeras investigaciones acerca de estos objetos que antes solo estaban disponibles en inglés, pero que ya muchos han sido traducidos e, incluso, actualizados. Además, el libro recoge un diálogo con autores que no tienen el inglés como lengua materna, asegurando así, al menos, cierta diversidad geográfica en la mirada actual de la cultura digital.

La obra se divide en tres ejes: concepto, política y participación popular, y cultura vernácula y memoria. En todos ellos participan invitados de nivel internacional y muy reconocidos en la investigación sobre “memes”.

En la primera parte de la obra hallamos una discusión muy centrada en la epistemología. Algo que ya podía leerse en portugués en algunos artículos publicados, pero esta discusión necesitaba de una organización y sistematización que el libro logra realizar con éxito. Aunque, y precisamente porque es una obra coral, la discusión acerca de los orígenes del concepto y algunas discusiones más seminales acaban repitiéndose en exceso. Me gustaría destacar aquí algunos capítulos esenciales o inéditos. Empiezo por el capítulo de Viktor Chagas, que abre el libro. En este, el autor presenta un amplio panorama con datos recogidos a lo largo de su investigación postdoctoral y con su equipo, CoLab/UFF. Gracias a Chagas comprendemos lo que pasó en este campo de estudio así como su estado actual, desde un nivel internacional y también desde la realidad brasileña. En el siguiente capítulo, el segundo, Limor Shiffman, una autora bastante citada en el área, presenta una “biografía telegráfica” como si se tratara de un “meme”, corta pero llena de significación. La aportación de Shiffman es muy importante, pues hace la función de guía epistemológica de la obra, realzando la necesidad de una mirada culturalista sobre el objeto.

En la segunda parte, dedicada a la política y la participación en línea, las discusiones se vuelven mucho más prácticas, poniendo el foco en interesantes casos de la política contemporánea y en el rol que los “memes” tuvieron en acciones como el movimiento Occupy Wall Street, las últimas elecciones en EE.UU. o la utilización emblemática de los llamados “LOLcats”. En esta parte se desarrolla una intersección muy interesante entre cultura popular, política y creatividad vernácula, que nos muestra, sobre todo, cómo los “memes” y la política establecen un diálogo mutuo y cada vez más cercano. En esta sección destaca también el texto de Viktor Chagas sobre esos enfoques, además del capítulo de Ryan Milner acerca de la polivocalidad del pop. Milner nos convoca a adoptar una mirada crítica sobre la cultura pop y sus posibilidades, ya que su alcance popular no impide que acabe en muchas ocasiones vaciando de contenido aspectos sociales importantes.

En la tercera y última parte, donde se aborda la cultura vernácula y la memoria, tenemos un eje un tanto más corto pero también muy interesante, pues nos presenta percepciones muy útiles para comprender nuestra cultura hoy. En esta parte considero que todos los capítulos son relevantes y se complementan muy bien. En su conjunto, acaban presentando hallazgos muy distintos acerca de diferentes cuestiones que hoy se planean en torno al estudio de los “memes”. No obstante, destacaría el capítulo de Gabriela Lunardi y Jean Burgess, que se centra de forma detallada en el rol del humor en Brasil, conocido como “Zoeira”. Este humor está directamente conectado con las incertidumbres políticas del país, pero, al mismo tiempo que aborda contenidos políticos, también incluye representaciones de la identidad cultural nacional, algo semejante a lo que sucede con el “Carnaval”. Esta complejidad nos ayuda a comprender mejor por qué el país ha llegado a destacar como productor y consumidor de “memes”. Y, además, también quiero subrayar el capítulo de Limor Shifman, con su modelo analítico para realizar comparaciones transculturales de los contenidos producidos por los usuarios que, a pesar de partir de una premisa una tanto universal y casi estructuralista, nos presentan posibilidades de análisis muy interesantes; incluso, la autora nos da a conocer contenidos concretos producidos en cinco lenguas diferentes y procedentes de todo el mundo. Además, Limor Shifman nos plantea abiertamente los retos que tenemos como investigadores de un objeto de investigación de tan reciente aparición y tan diverso como son los “memes”.

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