Denise Cogo
Desde la modernidad, los medios de comunicación masivos han asumido una creciente centralidad en la vida cotidiana, mediando nuestra experiencia con el mundo y desempeñando un papel fundamental en la definición de significados sociales. En su condición de actores, instituciones y dispositivos sociales, los medios de comunicación seleccionan, jerarquizan y dan visibilidad a múltiples aspectos sociales, económicos, culturales y políticos de las sociedades contemporáneas, haciendo que gran parte de nuestro conocimiento del mundo se base en el consumo de contenidos, imágenes e imaginarios ofertados por los medios. Silverstone destaca el carácter omnipresente de los medios de comunicación en nuestra vida diaria y la imposibilidad de escapar a las representaciones que nos ofrecen sobre el mundo. “Hemos llegado a depender de los medios, tanto impresos como electrónicos, con fines de entretenimiento e información, comodidad y seguridad, para ver algo de sentido en las continuidades de la experiencia[1]”.
En esa perspectiva, otros autores, como Mata[2] (1999), se preocuparon por reflexionar sobre las dinámicas de transición de una cultura masiva a una cultura mediática, buscando comprender la insuficiencia de la noción de “masa” para explicar la producción y el consumo de significados en las sociedades contemporáneas. Como instituciones generadoras de significados y dinamizadoras de las relaciones sociales, los medios de comunicación pasaron a ocupar espacios y a asumir funciones que antes pertenecían a otras instituciones en el ámbito de la política, la educación, la justicia, entre otros, generando una cultura mediática que provoca un reordenamiento en las interacciones humanas y en la estructuración de prácticas sociales. La noción de cultura mediática sugiere que los medios ya no son solo un lugar de interacción entre producción y recepción, sino que también se han convertido en “marca, modelo, matriz, racionalidad productora y organizadora de sentido”. Mata destaca, en este aspecto, la confianza que los propios movimientos sociales llegaron a depositar en la capacidad de los medios de comunicación para configurar la realidad, haciendo que estos movimientos se preocupen por diseñar sus prácticas y modalidades de protesta en la perspectiva de negociar su presencia y visibilidad pública en los medios de comunicación.
Cabe agregar a este debate los aportes de los estudios de recepción latinoamericanos que, a partir de las reflexiones de autores como Martín-Barbero[3], García Canclini[4] y Orozco Gómez[5], proponen un paso del determinismo mediático a la comprensión de las mediaciones que operan para las resignificaciones, apropiaciones y usos de los medios de comunicación por parte de diferentes sectores sociales. Martín-Barbero nos ofrece una visión de la vida cotidiana como un espacio de producción, interacción, negociación, conflictos y resistencias frente a los medios, en la que se involucran diferentes dimensiones como la razón, el inconsciente, el deseo y el placer, cuestionando una comprensión de la vida cotidiana como espacio de mera reproducción de acciones y comportamientos.
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