Por qué nos fascinan las noticias falsas

 

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Varias investigaciones identifican los mecanismos cerebrales que nos hacen compartir bulos y una “vacuna” para prevenirlos

RAÚL LIMÓN

“El que se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega a no saber lo que hay de verdad en él ni en torno de él, o sea que pierde el respeto a sí mismo y a los demás”. Es un fragmento de Los hermanos Karamazov, de Fiódor M. Dostoievski, que resume el mal de los bulos (Fake news), un fenómeno tan antiguo como la humanidad, pero multiplicado en la era de internet. Un grupo de científicos revela por qué fascinan, las causas de su difusión masiva, sus consecuencias y un experimento para “vacunar” a los usuarios contra las mentiras.

Para Andrea Grignolio Corsini, de la Universidad Vita-Salute San Raffaele de Milán, que ha abordado los bulos en la mayor conferencia europea sobre neurociencia, el Foro FENS, “las noticias falsas tienden a crear dinámicas de exclusión entre diferentes grupos sociales y consisten en información manipulada con algo real o con origen manufacturado, creado con fines políticos y de larga duración, si no se atajan de inmediato”.

Y, aunque nunca las consecuencias han tenido la dimensión que tienen en la actualidad, por las redes de difusión masiva, los bulos son consustanciales a la humanidad. Grignolio relata como la Donación de Constantino (Donatio Constantini), el decreto que reconocía la soberanía del papa Silvestre I y la donación del Imperio de Occidente, no fue más que una falsedad desvelada en 1440 por Lorenzo Valla tras un análisis lingüístico. El humanista y filósofo italiano demostró que el texto usaba términos, giros y gramáticas inexistentes en el latín utilizado en la época de supuesta redacción del decreto.

Desde entonces se han sucedido textos manipulados contra los judíos, hallazgos de vida en la Luna (publicados por The Sun en 1845) y decenas de ejemplos hasta la irrupción de internet, que ha formado parte de procesos clave como el Brexit, elecciones, referéndums y, por supuesto, la crisis del coronavirus.

Sobre este último desafío, una investigación, publicada el 29 de septiembre en Science, evidencia la lucha dispar entre la información falsa y la científica en torno a las vacunas contra la covid. Tras un estudio de 1.365 páginas de Facebook, los investigadores, de la Universidad George Washington, concluyen que “la batalla por obtener la mejor orientación científica por parte de los usuarios de Facebook se perdió por la desinformación al principio de la pandemia, porque algunas comunidades actuaron como fuentes dominantes de orientación, mientras que otras fueron, en su mayoría, receptoras de esta. “Cuando la aceptación de las vacunas se volvió esencial, muchos padres, que eran responsables de las decisiones de salud sobre sí mismos, sus hijos pequeños y también los parientes mayores, se habían aproxima a las comunidades antivacunas de la red que tenían puntos de vista extremos”, afirma Lucia Illari, coautora del trabajo.

Otra investigación del Departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III ha analizado si los estudiantes de entre 11 y 16 años son capaces de distinguir un bulo de una información real. “El 58,8% de los estudiantes identificó un titular falso sobre la covid mientras que el 51,8% dio por verdadero un titular que contenía un bulo sobre inmigración”, señala Eva Herrero, una de las autoras del estudio. El trabajo señala que la mayoría de estos adolescentes se informa a través de las redes sociales (55,5%), la televisión (29,1%) y sus grupos de familia y amigos (7,9%), por delante de los periódicos digitales (6,5%) o la radio (1%).

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Imagen de mohamed matar en Pixabay

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