Andrés Sánchez Braun: Ser corresponsal internacional en Asia oriental

 

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Hernando C. Gómez Prada entrevista a Andrés Sánchez Braun, corresponsal de la Agencia EFE en Seúl (Corea del sur).

Después de seis años en la redacción de El País (donde firmaba como Andrés S. Braun), Andrés Sánchez Braun siguió trabajando para este diario desde Tokyo (Japón) de 2009 a 2011. Posteriormente, y hasta 2017, fue el corresponsal de la Agencia EFE en Japón, donde cubrió el terremoto y posterior tsunami que arrasó el país, mientras que en 2013 fue de los primeros periodistas que pudieron entrar en la central de Fuskushima. Actualmente, desde 2017, es el corresponsal de la Agencia EFE en Seúl (Corea del Sur), donde ha vivido y narrado algunos momentos que pueden calificarse como históricos en el marco de la conflictiva relación norte-sur en la península coreana: los Juegos Olímpicos de invierno de Pieonchang (Corea del sur) y la primera cumbre entre las dos Coreas que abordó la desnuclearización del régimen dictatorial de Corea del Norte y un posible acuerdo de paz.

¿Por qué decidiste estudiar periodismo?

Desde muy niño me acostumbré a leer periódicos, a oír la radio, y a ver películas y televisión. Todos son medios que me encantaban porque ante todo permitían contar historias; mi gran pasión. Al final, cuando me llegó la hora de elegir una carrera, se antojó como la única decisión natural. A día de hoy echo la vista atrás y me doy cuenta de la suerte de haber podido aunar mis dos grandes pasiones: contar historias y Asia Oriental. De hecho, como curiosidad, recuerdo que la primera vez que escribí sobre el programa nuclear norcoreano tenía trece años.

Como profesional, ¿cómo afrontaste el momento de cubrir las noticias referentes a Fukushima?

El día que me subí en el avión de vuelta a Japón, justamente había viajado a España poco antes del 11 de marzo de 2011, fecha del megaterremoto, el personal de tierra miró mi billete y me dijo: "¡Uy Tokyo, ¡qué valiente!". La verdad es que tuve cierto nerviosismo nada más aterrizar; pedí un vaso de agua en un restaurante y me lo quedé mirando pensando en los reportes sobre posible contaminación radiactiva del agua. Pero toda duda desapareció de golpe en el momento en que me bebí esa agua de un trago. Había demasiado trabajo por delante -las aguas de la actualidad informativa nipona tardaron casi dos años en volver a una calma relativa- como para dar rienda suelta a las peores sospechas, incluso tratándose de un país como Japón, que cimentó su industria nuclear con una transparencia casi nula.

¿Qué recuerdas con más intensidad de esa época?

Solo puedo decir que, pese a las continuas presiones de los lobbys nuclear, empresarial y político para tratar de cubrir o minimizar el desaguisado de Fukushima, fui testigo del maratoniano esfuerzo de muchos japoneses -incluidos también funcionarios públicos- para garantizar la seguridad y el bienestar de sus conciudadanos, ya fuera trabajando en centros de control de radiación en alimentos y personas como voluntario limpiando las tierras de cultivo y casas arrasadas por el tsunami, montando iniciativas para revivir una economía local esquilmada o trabajando sin descanso para solventar el problema de las ingentes toneladas de agua radiactiva que se acumulaba a diario en la maltrecha central nuclear -cuyo interior pude visitar en 2013-, un problema que a día de hoy, siete años después del accidente, aún no ha sido completamente solventado. Las catástrofes suelen sacar lo mejor y lo peor de los pueblos.

En la oficina de EFE de Japón erais cuatro personas, ahora estás solo en Corea. ¿Cómo es ser periodista en este país? ¿Cómo es la relación con Corea del Norte?

Trabajar en Corea del Sur es una tarea muy exigente, empezando por el hecho de que la empresa para la que trabajo es la única hispanohablante presente en el país y yo, el único periodista destacado aquí. Más allá del hecho de tener que emplear un traductor local para muchas historias -mi coreano es insuficiente y seguramente nunca llegará a alcanzar un nivel tan alto como para no requerir traducción-, lidiar con Corea del Norte es siempre algo muy complejo. La total falta de transparencia y libertad informativa del régimen obligan a tener que trabajar a partir de contactos propios. Yo mantengo contacto con desertores, pero precisamente son gente que no ha regresado a Corea del Norte en años, y puntualmente hablo con algún empresario chino que entra y sale del norte. Obviamente esto repercute en el rigor del producto, aunque es casi imposible no asumir ese riesgo si se quiere hablar de lo que pasa en el país más hermético del mundo.

¿Crees realmente que se puede informar con rigor de la realidad coreana?

Viajar a Corea del Norte no solventa la problemática de la fiabilidad informativa. Por todos es sabido que las visitas están rigurosamente controladas por los guías del partido único. Más problemático me resultó incluso el hecho de aterrizar en Pyongyang (capital del Corea del Norte) el mismo día en que fue asesinado Kim Jong-nam, el hermanastro del líder Kim Jong-un, en Kuala Lumpur a manos de operativos del régimen.

¿Cambió este hecho tu cobertura?

La cobertura que hice durante la semana larga que pasé ahí tuvo que girar en casi todo momento en torno a ese suceso, ignorado completamente por los medios de propaganda norcoreanos. Es más, decidí no mencionar siquiera el tema a mis guías, no ya solo porque sabía que no me hablarían del suceso sino porque era sabedor de que mencionarles el nombre de Kim Jong-nam podía meterles a ellos en problemas puesto que el régimen, que nunca publicita los asuntos familiares de los Kim, ni siquiera reconoce la existencia de esta persona.

Sin embargo, siempre reconoces que esta visita fue muy positiva. ¿Qué destacarías de ese trabajo?

Visitar cualquier país -con o sin enormes grados de censura- siempre ayuda a explicarlo con una nueva y más amplia perspectiva. El viaje me permitió comprobar el tremendo cambio modernizador que está experimentando Pyongyang o también cómo el país sigue esquivando las sanciones cada vez más agresivas que se le imponen a juzgar por la enorme cantidad de coches, maquinaria, material agrícola o bienes de consumo importados que vi procedentes de China -casi sin excepción-. Poder salir varias veces de la capital también me permitió comprobar el tremendo contraste con las provincias, mucho más pobres, comunicadas de forma muy deficiente, prácticamente sin electricidad y sin maquinaria agrícola.

¿Son conscientes los ciudadanos norcoreanos de esta situación de exclusión?

El viaje me permitió certificar que, aunque los norcoreanos no sean libres de pensar o decir lo que quieren, están muy muy lejos de ser robots. De hecho, el vínculo que creé con mis guías (con los que puedo decir que comí, bebí, fumé, lloré, canté y hasta bailé, y con los que todavía me escribo puntualmente por correo electrónico) es probablemente lo mejor que me llevé de aquella experiencia.

Respecto al actual acercamiento en la península de Corea entre el norte y el sur. ¿Cómo lo calificarías? ¿Crees que en un futuro veremos el fin de las hostilidades?

El momento de acercamiento y distensión que se está viviendo en la península -a la par que agotador- es muy apasionante. Eso no quita la necesidad de ser cauto, sobre todo tras haber seguido la información de lo que pasa en la región desde hace décadas -la última de las cuales la he pasado desplegado aquí- y saber que cualquier giro puede dar al traste con los actuales esfuerzos diplomáticos y devolvernos a la casilla de salida.

Por otro lado, me resulta esperanzador ver un patrón distinto en la actitud adoptada por el régimen norcoreano tras haber sido testigo de los años más duros de los regímenes de Kim Jong-il y el primer quinquenio de su hijo Kim Jong-un. A día de hoy, no creo que Pyongyang vaya a abandonar sin más su programa nuclear, pero sí que su paradigma ha dado un giro. Kim Jong-un parece dispuesto a modernizar su economía y a hacer uso de la diplomacia y el diálogo, aunque simplemente sea porque ahora su régimen posee un activo (el programa nuclear) que le otorga mayor posición de fuerza en las negociaciones. En todo caso, casi todos los periodistas desplegados aquí pensamos que, con o sin armas nucleares en poder de Corea del Norte, siempre será mejor hablar que no hacerlo y estar al borde una guerra.

¿Qué opinas sobre la práctica periodística en la actualidad?

En general, no recomendaría a nadie dedicarse a esta profesión a menos que esté completamente loco por ella, algo que por otra parte es muy común entre los periodistas. Por desgracia, la industria prosigue su declive y los efectos de la crisis financiera de 2008 no solo persisten sino que parece no haber marcha atrás por el momento. Se trata de un síntoma más de los achaques que viene sufriendo el llamado modelo de democracia occidental y a veces da miedo, mucho miedo. Por otro lado, es por eso precisamente que se necesitan más que nunca periodistas comprometidos. En ese sentido animaría a cualquiera dispuesto a luchar por el periodismo desde cualquier trinchera, pero al mismo tiempo le advertiría que el precio a pagar se antoja cada vez más alto.

Para saber más

Oliveira Moura, D. y Fassarella Agnez, L. (2012). Corresponsales internacionales: problematización en torno a la era digital y el periodismo. Revista latinoamericana de ciencias de la información. Disponible online

Sahagún, F. (2013). Corresponsales extranjeros, ¿especie en extinción o en transformación? Cuadernos de Periodistas. Disponible online

 

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