[:es]El ‘duopolio’ televisivo en España[:]

 

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En España, solo dos grupos, Atresmedia y Mediaset, controlaban, a finales de 2020, el 81% de la publicidad y el 55,1% de la audiencia

Emelina Fernández Soriano / Juan Torres López

A la memoria y en homenaje de Enrique Bustamante,

 maestro y amigo.

Cuando la TDT comenzaba a implantarse en España, Enrique Bustamante se preguntaba (en el prólogo del libro Hacia un nuevo modelo televisivo, de Miquel Francés) si esta nueva modalidad de emisión televisiva mejoraría nuestro sistema de comunicación o si nos llevaría a “una nueva cita frustrada con la historia”. Dos décadas después, estamos comprobando que nos encontramos en la peor de las situaciones que podrían haber previsto Bustamante.

En nuestra industria audiovisual se ha reproducido la tendencia a la concentración que se da en todos los mercados y actividades de la economía capitalista cuando no se pone freno a la ambición desmedida de los grupos económicos más poderosos.

Seis gigantes del audiovisual mundial controlan hoy día más o menos el 70% del negocio en todo el planeta

Dos multinacionales controlan las tres cuartas partes del comercio mundial de granos; cuatro, el 70 por ciento del comercio mundial de comida; diez, más del 50 por ciento del mercado farmacéutico mundial, el 54 por ciento del beneficio del sector de la biotecnología, el 62 por ciento del sector de la farmacéutica veterinaria, el 80 por ciento del mercado global de pesticidas y el del comercio mundial de los alimentos, o el 95 por ciento del mercado mundial de semillas comerciales.

Son solo algunos ejemplos de una realidad que han descrito, entre otros, Jonathan Tepper y Denise Hearn en The Myth of Capitalism. Monopolies and the Death of Competition, y que es tanto o más acusada en la industria audiovisual. Si la de Estados Unidos la controlaban 50 grandes empresas en los años ochenta del siglo pasado, ahora tienen ese mismo control del mercado tan solo cinco corporaciones; y seis gigantes del audiovisual mundial controlan hoy día más o menos el 70% del negocio en todo el planeta, lo que equivale a decir que son dueños y dominan prácticamente a su antojo la oferta de información a la que tiene acceso la inmensa mayoría de la población mundial. Lo mismo que ocurre en España, pues aquí tan solo dos grupos, Atresmedia y Mediaset, controlaban, a finales de 2020, el 81% de la publicidad y el 55,1% de la audiencia, según los datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).

Las consecuencias de que se produzcan estos procesos de concentración están muy bien estudiadas y se conocen a la perfección:

– Desaparece realmente la competencia pues la que (algunas veces) pueda darse entre las grandes empresas que dominan mercados no tiene nada que ver ni produce el mismo efecto positivo de la que se da entre empresas que no tienen poder para influir sobre las condiciones de los mercados.

– La falta de competencia se traduce en precios más elevados y en la creación artificial de escasez, es decir, en ineficiencia, pues se producen menos bienes y servicios y más caros.

– La concentración de la propiedad y el capital expulsa de los mercados a los oferentes con menos poder que no son necesariamente los más ineficientes sino, muchas veces, incluso todo lo contrario porque suelen ser los más innovadores y de vanguardia.

– Las grandes corporaciones que surgen de estos procesos frenan la renovación de la oferta y la innovación puesto que su posición de privilegio en el mercado les permite obtener la mayor rentabilidad simplemente dejando que las cosas permanezcan como están. Por eso expulsan o absorben a las empresas que nacen con nuevos productos o procesos que puedan poner en peligro la rentabilidad y el poder de quienes dominan el mercado.

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