La creación está en el aire: juventudes, política, cultura y comunicación

 

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Javier Callejo Gallego, Profesor Titular de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNED, reseña el libro de Alexandre Barbalho "La creación está en el aire: juventudes, política, cultura y comunicación" (UOC. Barcelona, 2014).

El proceso histórico por el que la juventud deviene simultáneamente sujeto político y sujeto del consumo es de los años que siguen a la segunda guerra mundial. Período de expansión económica –los dorados treinta años en Europa y Estados Unidos- en la que, más allá de su fijación en el tiempo, destaca porque los jóvenes son mayoría demográfica, tanto gracias a las bajas sufridas en el conflicto, como por el propio impulso de la economía. Es el momento del baby boom vivido por los diferentes países desarrollados en un margen que apenas abarca quince años, e inicio de la denominada transición demográfica. Sin embargo, el canto a la juventud venía de mucho antes. Su antecesor inmediato, el romanticismo. Incluso hay que recordar que el nazismo se erige desde el halago a los jóvenes. Si se sigue arañando en busca de la arqueología del protagonismo de la juventud, seguramente nos encontramos con las mismas vigas de la modernidad, bajo la vinculación de ésta con lo nuevo y, por lo tanto, lo joven, frente a la tradición y lo viejo. De hecho, los grandes saltos de la modernidad han tenido rostro de jóvenes: la juventud burguesa romántica y revolucionaria de los siglos XVIII y XIX, que precisamente en Latinoamérica –territorio de referencia en el texto- toma la forma de juventud nacionalista; la juventud proletaria que llama a los límites de la sociedad burguesa entre final del siglo XIX y la segunda guerra mundial; la juventud del consumo y el estado del bienestar que vivió su antiedipo en el mayo-del-sesentayocho; la juventud estereofónica (Carlos Moxa dixit partiendo del poeta italiano Eugenio Montale) que está en la base de la revolución de internet.

Una convergencia entre sujeto político y sujeto del consumo, entre centro del sistema sociedad y centro del sistema de mercado, en la que la industria cultural tiene un papel relevante, haciendo de puente, puesto que no es posible obtener uno de los objetivos –convertir a la juventud en consumidor- sin darle el estatuto de sujeto de derechos. La juventud se convierte en principal actor de algunos de los movimientos que surgen en ese momento, como la segunda fase del feminismo (denominado movimiento de liberación de la mujer), el antirracismo, el pacifismo o el ecologismo. Pero, como se dice en el texto de Barbalho aquí comentado, tomando las afirmaciones de Bourdieu, la juventud no supone una clase social, no es una categoría homogénea, sino que hay muchas juventudes y, si seguimos a fondo al sociólogo francés, hay juventudes enfrentadas, en conflicto: jóvenes en lucha con los adultos en los distintos campos, bajo la etiqueta de enfrentamiento generacional; jóvenes en lucha con otros jóvenes por una posición en el mañana de la estructura social, bajo la pantalla de estilos de vida enfrentados. Sin embargo, Barbalho, reconociendo la dificultad de su empresa puesto que establece el diálogo con autoridades que mantienen lo contrario, apuesta fuerte y mantiene la idea de una cultura juvenil. Es ésta una de las principales tensiones del trabajo. Por un lado, el objeto material de la observación desarrollada y, por lo tanto, la asunción de partida es la existencia de UNA juventud, ya sea para hacer política o sobre la que hacer política. Pero, por otro lado, rechazo a una concepción homogénea de la juventud.

Como sujeto político, la juventud nos aparece aquí como movimiento minoritario ¿Qué es un movimiento minoritario? ¿Un movimiento que no llega a ser nuevo movimiento? El autor defiendo que la juventud es un movimiento minoritario porque es transformadora. Cuesta entender a la juventud como movimiento minoritario, puesto que no parece cumplir con ninguna de las dos nociones. Ni es movimiento social, al menos como lo suele entender la sociología y la ciencia política desde los años setenta del siglo pasado, ni es minoritario algo que recoge a más de la cuarta parte de la población, incluso en sociedades envejecidas. Otra cosa es, como se deja ver según avanza la lectura, tomar por objeto los distintos movimientos juveniles, a través de los cuales la juventud toma la palabra. Aunque también es discutible este concepto de movimiento juvenil, parece más arraigado en la tradición del campo. Al menos lo fue durante una buena temporada. Si la juventud es una minoría ¿qué son las mayorías?, ¿dónde están? Pero aceptémoslo bajo la asunción de que es minoría lo dominado, frente a lo hegemónico, lo que nos lleva desde la cantidad a los procesos cualitativos. La minoría se acerca, de la mano del autor, a la idea de minoría de edad. Al fin y al cabo, la juventud está cerca de la infancia: in-fans, el que no puede hablar. Una minoría es –y aquí tomo uno de los argumentos que el texto fundamenta en Sodré, Guattari y Deleuze- una categoría que quiere hablar, para lo que establece estrategias discursivas particulares.

Se van apuntando así conceptos, igualmente arraigados en nuestra juventud intelectual, como el de socius. Otro concepto tan interesante como discutible: políticas mediáticas de la juventud. En un principio, es el que más me atrae. Pero, también, el que más frustración me genera. Ello debido a que la comunicación, que aparece como uno de los elementos del título y de la propuesta, tiene un lugar secundario en la obra. Hay políticas de juventud; pero no políticas mediáticas de juventud. Un objeto de investigación de gran interés para Latinoamérica y que cuenta con excelentes antecedentes. Así, todavía resuena el gran texto de Mattelart y Dorfman, Para leer el Pato Donald. Pero ha llovido bastante desde entonces y, con la existencia de grandes grupos mediáticos en esta área geopolítico, tales políticas mediáticas se han estructurado de otra manera a la que se planteaba en el Chile que se encontró Allende.

Hay términos que se ponen de moda en el campo académico, apareciendo en un lugar protagonista en buena parte de los textos de un área durante una buena temporada. Antes fueron los de dispositivo o arqueología, de raíz foucaultiana; el de habitus, directamente venido de Francastel-Bourdieu; dialógico, de Bajtin; por no hablar de los de sistema, etc. Ahora estamos bajo la moda del término cartografía, que no es tan nueva. De todo hay que hacer un mapa. Tal vez porque estamos un poco perdidos. Nos movemos en este mapa en los territorios del deseo, por donde corre el deseo. Territorios de intensidades invisibles. Lenguaje de los autores del esquizoanálisis, del antiedipo, de los autores de las mil llanuras y el rizoma. Lenguaje para dar cuenta de las políticas juveniles, que son tanto la acción del sujeto político juventud; como, especialmente, las políticas para la juventud, para reterritorializar el deseo de los jóvenes. ¿Nos es útil este lenguaje que tanto impregnó nuestros años setenta, recordando aún los seminarios y clases de Luis Martín Santos alrededor del Antiedipo, que se convirtió en título fetiche? Recordar aquí lo que disfrutamos con esa literatura, con la poesía que llevaba dentro. También, lo poco que nos servía para el análisis concreto de la situación concreta. Bueno para largas noches de discusión colectiva. No tanto para impulsar o abrigar informes.

Cartografía de las relaciones sociales como propuesta. Micropolítica por allá. Los jóvenes considerados como sujetos políticos. Bien. Compramos la propuesta. Pero ¿dónde está el análisis concreto de al denominado movimiento juvenil en Latinoamérica? Los documentos públicos (UNESCO, como principal fuente; pero también de ONGs) fijan un primer lugar. Los jóvenes como vulnerables. La siguiente parada es la de los jóvenes como sujetos de derecho. De aquí, a las políticas concretas. Educación, salud, pobreza y ocio. Políticas educativas expansivas que terminan devaluando los títulos por el propio aumento de la oferta, desde un análisis en el que se asume la perspectiva bourdiana del sistema educativo.

La particularidad de las políticas de juventud en el contexto latinoamericano está en el tiempo libre y la pobreza. Políticas de control en marcos dictatoriales y políticas de superación de la pobreza, que aunque no sea específicamente juvenil, tiene en esta categoría social la capacidad de perpetuarse como cultura. Ambas políticas relacionadas, si tenemos en cuenta la vinculación que se hace desde el poder entre cultura de la pobreza y cultura delictiva.

Una cartografía de las políticas de juventud que puede entenderse que se convierta en un plano general cuando se dedica el análisis a todo el subcontinente americano. No tanto, cuando se pone Brasil en el centro. El que la categoría juventud aparezca en los textos constitucionales brasileños se toma como indicador significativo, si se mira su proyección en otras normas. Si, como señala el autor, se queda en la mención de la mayoría de edad, sólo es la antesala al Código Civil.

Esta llamada cartografía cobra mayor interés cuando se hace eco de informes concretos sobre la situación de la juventud brasileña. Es verdad que el discurso pierde en originalidad y en estilo chic-parisino, pero gana en concreción. Es cuando vemos más a los jóvenes y menos a los debates en las calles de Saint-Germain-des-Prés.

Confieso que mi interés ha descendido cuando el texto describe la trayectoria del grupo de investigación Comunicación para la ciudadanía. Creo que, sin mayor intensidad reflexiva, desmerece el resto de la publicación. Como lector, no me he puesto en ningún momento en el lugar de evaluador de un proyecto, que exige la evaluación del equipo de investigación. Sobre todo, cuando quedaron ganas de seguir profundizando en el análisis de las políticas de juventud desarrolladas en Brasil durante los últimos años. Al menos, la descripción de este grupo de investigación muestra la variedad de temáticas que empujan los estudios empíricos sobre los jóvenes. Y su presencia nos señala ante lo que estamos: un proyecto de investigación. Una promesa fundamentada y, por lo tanto, repleta de expectativas. Desde tal punto de vista, estamos ante un texto descentrado, ya que pone el foco más en lo que quiere hacer, mostrando la potencia de las herramientas teóricas con las que cuenta, que en lo que hace. Lo relevante está todavía por hacer.

Texto abierto. Desde cierta perspectiva, obra abierta en el sentido de Eco, debiéndose reconocer el esfuerzo de esta editorial por poner a disposición del público en general y de los especialistas en particular monografías -algo tan fundamental para las ciencias sociales- y apuntes o reflexiones, como la aquí mostrada.

 

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