La cronista es una criatura fenomenal

 

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Elisa Navarro

En una de esas zonas remotas del mundo, donde la cobertura móvil es a veces una especie poco común, recibí el mensaje de María Angulo Egea. Me comunicaba que había nacido Criaturas fenomenales, el trabajo en el que, junto a Marcela Aguilar, llevaba años inmersa. Además, me enviaba la versión digital del libro que tuve la fortuna de comenzar a devorar allí mismo, en la otra orilla del planeta. Lo hice con la curiosidad -pero a la vez cautela- de quien tiene entre sus manos una piedra preciosa. Sabedora del mimo y del esfuerzo que había detrás de cada una de las historias.

Criaturas fenomenales. Antología de nuevas cronistas (La Caja Books), todas ellas nacidas a partir de 1980, es una compilación que bucea por la crónica escrita por mujeres y en español. El objetivo -aunque, sin duda, es más fácil decirlo que hacerlo-, era el de rescatar un texto por país de habla hispana. El más representativo, el más simbólico, el que mejor reflejase un compromiso narrativo, literario fuerte y una mirada de género y feminista.

Y de este trabajo meticuloso y libresco, nace esta deliciosa experiencia que permite viajar por veinte países diferentes para descubrir tantos contextos y lugares como miradas. Y detrás de esa mirada, 21 cronistas valientes, compañeras de profesión que, a veces, ponen en peligro su propia integridad para desempeñar su oficio.  

Casi como un presagio, la primera crónica de la antología era la de la periodista Amalia del Cid, nicaragüense. Y resulta que era precisamente allí, en Nicaragua, donde me había escapado para desconectar del mundo. Leer en “el lugar de los hechos” Las vidas de la Caimana fue cuanto menos un regalo. Totalmente inmersa en la vibra del país, en sus expresiones, localizaciones…me pareció tener el poder, tantas veces deseado, de descubrir la historia desde dentro.

Un texto que no era casual -tal y como afirmaba la propia Angulo Egea en la presentación de su libro en la Librería Cálamo de Zaragoza-, que fuera el encargado de abrir esta antología. Una crónica viva, original que, no por la falta de dureza en los hechos descritos,  dejaba de lado la frescura. Una oda a la Caimana, la primera mujer trans de Nicaragua y dueña de un negocio de artilugios pirotécnicos que vivió hasta el final de sus días como concebía su existencia: con humor y sin dramas, pero con verdad. Un torbellino imparable al que jamás se le puso nada ni nadie por delante.

Criaturas fenomenales se divide en cuatro partes muy marcadas donde se distribuyen los diferentes textos: Tránsitos, Cuerpos, Violencias y Huellas. Y cada una de ellas imprime, tras su lectura, una sensación y emoción muy concretas. Tránsitos sería el viaje; Cuerpos, la lucha contra una misma, ese rugir de lo imperfecto. “Acaricié la zona donde alguna vez estuvo la vesícula, ese recoveco fantasma que a ratos me molestaba, como si el hueco se quejara”, nos susurra la argentina Ángeles Alemandi en La jaula abierta. Violencias es la crudeza de la vida misma en su máxima expresión y Huellas, de alguna forma, es la vuelta necesaria a los orígenes como único antídoto para avanzar hacia el futuro.  

Mirando los textos con perspectiva, hay algunos que permanecen brillando en la memoria como una luz, como un toque de gracia inspirador. Un lugar al que volver una y mil veces para aprender y perderte.

Ocurre, por ejemplo, con El disfraz del Che de June Fernández que, con la misma frescura y vehemencia que el anterior, relata la historia de Irina, una mujer  todoterreno y con una vida marcada desde su infancia por la enfermedad y el presagio de morir joven. Y, entre tanta angustia, la figura del Che Guevara como un salvoconducto para liberarse de sus propios fantasmas. “Le daba terror la idea de quedarse postrada en una cama. Y ese miedo la animó a irse a una Nicaragua en guerra. «Sentí que me iba a morir. Es más: me quería morir. Y, entonces, morir en una circunstancia de lucha, como el Che, era más romántico. Que me den un balazo, para tener un pretexto».”

La originalidad en el enfoque o en la forma de narrar destaca por encima de todo en crónicas como Cómo vi morir de sida a mi padre o a mi hermano de la hondureña Dunia Orellana, El reguetón al frente de la revolución de la puertorriqueña Ana Teresa Toroo El imperio del falso lacio de la panameña Irlanda Sotillo. Las dos últimas parten en apariencia de conceptos banales que sirven más bien de pretexto para ahondar y abordar problemáticas profundas que aquejan a un país. En el caso de Puerto Rico, se sirve de la música de reguetón -más sensual que revolucionaria- para explicar cómo acabó convirtiéndose en una especie de himno capaz de empoderar a todo un pueblo en unos momentos de enorme convulsión política que tuvieron lugar en la isla durante el año 2019.

Por su parte, el texto de Panamá habla de cómo un ritual, en principio inofensivo como ir semanalmente a la peluquería para alisarse el cabello se convierte en una cita obligatoria y necesaria para ocultar un pelo rizado y basto que evidencia demasiados prejuicios raciales. “El blower viene en automático en la imagen caricaturizada de la mujer ideal. […] El alisado se ofrece como un regalo divino, se vende como la solución perfecta  y las chicas lo asumen como un paso importante en sus vidas”. Y detrás de ese deseo infundado, asoma una lacra que se arrastra y se hereda que, aun con el paso de los siglos, sigue persiguiendo a las mujeres como si se tratase de un fantasma. “Desde los tiempos de la esclavitud el pelo era un elemento con el que se distinguía la superioridad de un esclavo sobre otro. Los amos pagaban más por aquellos esclavos que tenían menos rizos y la piel más clara”.  

Y dentro del abanico de posibilidades y pluralidad de voces, Criaturas fenomenales también es el resultado de uno de los bloques más crudos y desgarradores, Violencias, donde se aglutinan algunos de los títulos más personales y angustiosos de la compilación: Atravesé el puente en el que mataron a mi padre de Elena Salamanca de El Salvador o Mi secuestro de Luisa Salomón de Venezuela, donde la ansiedad y el desasosiego son tan reales que se transmiten al lector.

Y, perdón por la insistencia pero de Criaturas fenomenales remarco la capacidad de transportarte, de hacerte viajar. La misma sensación que refleja   Ángeles Alemandi en La jaula abierta.“Tal vez todos leemos para irnos muchísimo más lejos que al sofá o a la cama -aunque todos nos vean leyendo en ese sofá, en esa cama- y para volver, como dice una amiga, siendo un poco más felices”. Y yo añado: “y más sabios”.

Criaturas fenomenales es un intento -aunque quizá no declarado- de restablecer la justicia. Primero con las mujeres cronistas que ocupan y han ocupado desde tiempos pasados un espacio y un tiempo en este género tremendamente masculinizado y, después, con las que desfilan por las páginas de esta antología. Mujeres que luchan por encontrar un lugar en el mundo, mujeres que padecen o que, tal y como decía Natalia Sánchez Loayza en Cama adentro, hacen padecer: «No pensaba en que mi moderna independencia le costaría la suya a otra mujer».

Como expresan sus editoras, esta antología es un retrato fundamental para conocer “cómo se está narrando el presente y sus disidencias en los países de habla hispana”. Un presente que pasa por la precariedad laboral de las amas de casa y de las que cuidan, de las que conducen taxis, de las que sufren la violencia en su propia piel. Un presente marcado por la cotidianeidad que desgarra, que mutila, pero que también supone un rayo de esperanza. Todo esto es Criaturas fenomenales.

El volumen acoge el nombre de “Criaturas Fenomenales” del prólogo de la peruana Gabriela Wiener. Es esta cronista sobresaliente quien atendiendo a la apuesta personal y profesional de estas voces antologadas, que juguetean, exprimen y rebasan estrategias, perspectivas y recursos en sus textos, quien denomina estos relatos anfibios como criaturas fenomenales, provenientes de las entrañas e inclasificables. Tal es la riqueza periodístico literaria que las editoras han optado por regalarnos unos “apuntes cartográficos” al cierre del libro. Han sido años de estudio y tienen un amplio repertorio de cronistas y de crónicas que mostrarnos. Estos Apuntes recogen alfabéticamente muchas otras voces de España e Hispanoamérica. También se señala una crónica publicada de cada una. Apuntes que configuran toda una cartografía actual de mujeres cronistas nacidas a partir de 1980 que escriben periodismo narrativo y desarrollan una perspectiva de género.  

Pero, por encima de todo, este libro se concibe también como un lugar de encuentro para las cronistas del momento. Un refugio en el que volver para reconocerse y en el que aprender que hay tantas historias por contar como ojos que las contemplan y que nuestras voces de mujeres periodistas vienen tiempo contándolas y merecen ser miradas y leídas.

Fotografia de la  Caimana con su mujer.

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