Lorena Cano reseña el libro "La sociedad de la transparencia" de Byung-Chul Han (Editorial Herder, 2013).
La sociedad de la transparencia, de Byung-Chul Han pertenece a la colección Pensamiento Herder dirigida por Manuel Cruz, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona. Este libro es el segundo que se traduce a español del autor, el primero fue La sociedad del cansancio (2012). Han es de origen coreano, pero realizó sus estudios de Filosofía en la Universidad de Friburgo y Literatura alemana y Teología en la Universidad de Múnich. Actualmente, es profesor de Filosofía y Estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín.
Esta obra presenta un repaso a la sociedad del s. XXI desde una perspectiva filosófica. El ensayo tiene como eje central la transparencia que está impregnando todos los sucesos del sistema social. Precisamente ése es uno de los objetivos del libro, demostrar cómo esta idea está calando en el sistema a escala global, que no se limita a la política o a la economía, que no sólo se utiliza para denunciar la corrupción o la libertad de expresión, sino que actualmente la sociedad exige transparencia en todos los ámbitos. De hecho, el autor divide el texto en nueve capítulos para poder tratar la transparencia desde distintas esferas. Concretamente, Han habla de la sociedad positiva, la sociedad de la exposición, la sociedad de la evidencia, la sociedad porno, la sociedad de la aceleración, la sociedad íntima, la sociedad de la información, la sociedad de la revelación y la sociedad del control para referirse a estos cambios que han derivado de la transparencia como rasgo adquirido en el sistema.
Han identifica la sociedad de la transparencia con la sociedad positiva, debido a la ausencia de negatividad que comporta, entendida ésta como la oscuridad, el misterio, la ocultación, la duda, el problema, etc. El autor sostiene que “las cosas se tornan transparentes cuando se despojan de su singularidad y se expresan completamente en la dimensión del precio” (Han, 2013: 12). Es decir, que la transparencia convierte a las cosas y a los sujetos en elementos funcionales y los reduce en mercancía. No obstante, la transparencia no es propia del ser humano, solo la máquina es transparente. La esfera privada es natural en las personas, no podemos ser completamente transparentes, ni siquiera para nosotros mismos, pues el inconsciente sigue siendo un misterio para la propia persona.
La sociedad positiva organiza “el alma humana”, al no permitirse las lagunas de información, se sustituye el pensamiento por el cálculo, se busca el consumo y el confort alejado de las complicaciones. “El veredicto general de la sociedad positiva se llama «me gusta»” (Han, 2013: 22). El autor razona que el botón de «no me gusta» no se ha incorporado porque se trata de ser positivos y no buscar complejidades, problemas.
La transparencia es ciega, no cuestiona el sistema ni se pregunta por otras alternativas. En política debería ser imposible la transparencia ya que, entre otras cosas, la política se trata de las estrategias secretas. La transparencia supone una nueva etapa política, la postpolítica.
Han defiende que de la transparencia surge la sociedad de la exposición, en la que si no estás expuesto, no existes. Esta exposición elimina el valor de culto de las cosas, reduciéndolas a mercancía. Reduce la existencia a algo insignificante. No se suele preguntar más allá de lo expuesto, pero sí que se sospecha de aquello que no se expone. La comunicación visual es anestésica, no invita a la reflexión, el autor sostiene que “la transparencia va unida a un vacío de sentido” (Han, 2013: 32)
Han identifica la sociedad de la transparencia con la sociedad de la pornografía, ya que ésta exige un desnudamiento sin límites eliminando todo tipo de significación y sentido. Se reduce a la exposición, a los hechos. Se elimina la fantasía, la imaginación. Por lo que se elimina también el placer, siguiendo a Simmel, Han afirma que lo que profundiza el placer no es el disfrute en tiempo en real sino el imaginativo preludio y el epílogo. La desnudez quita el encanto, allana los hechos.
El académico define la sociedad de la aceleración con relación a La hiperactividad, la hiperproducción y la hipercomunicación no son narrativas, no buscan un fin, no llevan a cabo ninguna función en concreto. La narración no se acelera, se aceleran los procesos que suman ítems. La sociedad de la transparencia elimina todo tipo de ceremonia o ritual que ralentice la comunicación.
El mundo se ha convertido en “un mercado en el que se exponen, venden y consumen intimidades” (Han, 2013: 68). La transparencia conlleva la exposición de la intimidad, la confesión, el desnudamiento y la falta de distanciamiento. Está habitada por sujetos narcisistas, centrados en el “yo”, pues se han eliminado los signos rituales y ceremoniales que harían que el sujeto se evadiese de sí mismo.
A pesar de ser una sociedad de la información, ésta no garantiza ninguna verdad. Al contrario, el exceso de información que generamos facilita el control y la vigilancia digital. Han define la red como el panóptico digital, una versión incluso mejorada al panóptico de Bentham, quien originariamente ideó el prototipo de prisión perfecta en el s. XVII. En Internet el control no sólo es invisible, sino que es omnipresente y omnipotente, y los presos no están aislados, todo lo contrario, están conectados y revelan voluntariamente su información personal, creyéndose en libertad. “La vigilancia no se realiza como ataque a la libertad. Más bien cada uno se entrega voluntariamente a la mirada panóptica. A sabiendas, contribuimos al panóptico digital, en la medida en que nos desnudamos y exponemos. El morador del panóptico digital es víctima y actor a la vez.” (Han, 2013: 95)
Byung-Chul Han se basa en autores clásicos de filosofía y psicología para referenciar su discurso, tales como Sartre, Simmel, Freud, Baudrillard, Heidegger, Virilio, Benjamin, Agamben, Foucault, Platón y Rousseau, entre otros. El autor pone de manifiesto los grandes cambios sociales y humanos que estamos sufriendo sin a penas constatarnos. De cómo reducimos la esfera pública a nuestra realidad inmediata o incluso a nuestros contactos y temas que nos interesan. Se acepta el control sobre la vida personal y se juega a la dinámica de la exposición de la vida privada porque a cambio también queremos nuestro espectáculo y tener acceso a la información del resto de nuestros contactos.