Marcelo Bisbal: «Los estudios culturales no están destinados a producir más dinero, sino a hacer más rentables las inversiones del Estado en materia cultural»

 

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Entrevista a Marcelino Bisbal, Universidad Central de Venezuela.


El profesor Bisbal ha dirigido revistas sobre comunicación en Venezuela y forma parte de consejos editoriales de diversas publicaciones latinoamericanas, así como también de organizaciones internacionales dedicadas a la investigación en comunicación y cultura. Es miembro de la Fundación Centro Gumilla, Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) de la Compañía de Jesús en Venezuela (Jesuitas).

Así mismo, ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas y diversos libros, tanto con otros autores como a título individual, entre los cuales destaca La comunicación interrumpida, que le valió la mención especial de docencia del Premio Nacional de Periodismo en Venezuela en 1989.

La Cátedra Unesco de Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, adscrita al Instituto de la Comunicación de la misma universidad, invitó el pasado mes de abril a Marcelino Bisbal, experto en estudios sobre consumo cultural en Venezuela. Marcelino Bisbal es periodista y profesor titular de la Cátedra de Sociología de la Comunicación y Teoría de la Comunicación de la Universidad Central de Venezuela en Caracas (Venezuela), y ha impartido cursos y seminarios en las universidades Católica Andrés Bello (Caracas), Simón Rodríguez (Caracas), de Sao Paulo (Brasil), Andina Simón Bolívar (La Paz, Bolivia), Corporación Universitaria Minuto de Dios (Bogotá, Colombia).

Los llamados Estudios Culturales se han conformado como un campo interdisciplinario en los estudios de la comunicación. ¿Cómo surgen los Estudios Culturales en Latinoamérica? ¿Cuál es su enfoque?

Los estudios culturales en América Latina, y en particular los relacionados con el consumo cultural, nacen fundamentalmente por la necesidad de que los estados latinoamericanos desarrollaran políticas a partir de evidencias extraídas de la propia realidad. Hasta la década de los 70 y buena parte de los 80, las instituciones gubernamentales dictaban lineamientos basándose en el olfato o la intuición, sin contar con ningún tipo de dato cuantitativo que orientara sobre las tendencias del mercado cultural latinoamericano.

El panorama comenzó a cambiar a partir de los años 90. El primer gran estudio que se realiza sobre el tema en Latinoamérica aparece en 1991 en Ciudad de México, bajo la coordinación de Néstor García Canclini y la colaboración de otros expertos. La idea de esta investigación de carácter cuantitativo era conocer hacia dónde se estaba moviendo el mercado cultural mexicano y qué tipo de productos culturales estaba consumiendo realmente el mexicano de aquel entonces. Y luego, a partir de esta información, diseñar un conjunto de políticas orientadas a satisfacer las verdaderas demandas del público y atender las áreas más desasistidas.

En aquellos años, se estaban haciendo en otros países latinoamericanos estudios similares. ¿Cómo lograron coincidir tantos proyectos de investigación?

Los resultados del estudio de México se propagaron rápidamente por toda América Latina. De esta manera, investigadores de diversos países como Chile, Brasil, Colombia, Argentina y Venezuela descubrimos que los organismos encargados de diseñar políticas culturales en los respectivos países, las estaban manejando exactamente igual que en el caso mexicano. Es decir, por pura intuición.

Entonces, el grupo de Venezuela decidió hacer lo mismo teniendo como modelo el estudio mexicano, y presentamos la propuesta al Consejo Nacional de la Cultura (Conac), que por aquel entonces formaba parte del gobierno del presidente Rafael Caldera. Aunque se circunscribió al área metropolitana de Caracas, debido entre otras razones a las limitaciones presupuestarias, el estudio publicado en 1997 permitió realizar una primera aproximación al consumo cultural del venezolano. Ayudó a descubrir, por ejemplo, lo que la gente prefería hacer en su tiempo libre, sus vínculos con la alta cultura y con los productos massmediáticos.

Una vez que comenzaron a desarrollarse otros estudios en esta línea, observamos que se quedaban cortos, por lo que fueron insertándose las áreas relacionadas con el campo de la recepción, desde la perspectiva cualitativa. Ya no bastaba saber lo que el consumidor prefería, sino por qué se inclinaba por un determinado producto, qué placer o utilidad obtenía con ello para su vida social. Guillermo Orozco en México es uno de los investigadores que más ha trabajado dentro de esta perspectiva. También en Venezuela, Gustavo Hernández viene realizando estudios similares, específicamente sobre televisión y recepción en niños y adolescentes.

Continuando con el caso venezolano, que es el que más conozco, aparte del tema de la recepción, un grupo cercano al Centro Gumilla (dedicado a estudios sobre comunicación) coordinó diversos estudios y tesis de grado entre 1998 y 1999 sobre diversas áreas, como consumo de artes plásticas -especialmente museos por parte del público juvenil-, vida nocturna y jóvenes caraqueños, consumo de Internet y televisión por suscripción. Para ello, utilizamos metodologías de tipo cualitativo como entrevistas de profundidad y dinámicas de grupo.

La mayoría de sus investigaciones se han centrado en el binomio consumo/cultura. ¿Hay diferencias en el consumo cultural entre España y Venezuela?

Uno de los planes de mi actual año sabático en el País Vasco es reunir suficientes evidencias de una nación del primer mundo, en este caso España. Y una vez recogidos esos datos, aparte de la bibliografía, proceder a contrastarlo con el contexto venezolano y producir finalmente un gran estudio comparativo. La muestra de Venezuela está lista, sólo falta sistematizarla y ordenarla para luego oponerla con el panorama vasco y posteriormente con España. Hay que tener en cuenta que, en términos estadísticos, nuestro estudio resulta limitado frente a la investigación mexicana o colombiana. Pero con la totalidad de los estudios elaborados, podemos armar una aproximación bastante acabada de las manifestaciones de consumo de alta cultura y productos massmediáticos.

Hasta ahora he podido observar, basándome en el estudio español realizado por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), que no hay grandes diferencias entre Venezuela y España. En ambos casos, estamos en presencia de un escenario cultural distinto al de años anteriores. Salvo algunas diferencias no muy significativas, el tiempo libre de la gente de ambos mundos está siendo ocupado mayoritariamente por la cultura massmediática. Incluso se está insertando en el campo creativo de la alta cultura y de la llamada cultura popular, hasta el punto de llegar a ser a veces el rasgo más dominante de esas expresiones.

Por otra parte, tampoco hay mayores diferencias entre el índice de lectura en España y el contexto latinoamericano. Aunque en España se publica muchísimo más que en cualquier país de América Latina, en realidad se lee poco. La última evidencia la ofrece la Sociedad General de Autores y Editores, la cual constata que sólo el 49,1 % de la población compró un libro al año.

Donde sí noto distinciones es en el uso de los términos. Hablar de sociedad de información en España no es lo mismo que en América Latina, en el sentido de que en la primera nación la posesión de equipos electrónicos es mayor. Por ejemplo, en el País Vasco, casi el 60% de la población maneja el ordenador. En Venezuela, no supera el 10 u 11%. En ese sentido, la propiedad de equipos electrónicos, desde el más simple hasta el más sofisticado, está distribuida con mayor uniformidad en un país del primer mundo, donde la diferenciación social, la instrucción y la profesionalidad no están tan marcadas como en el contexto venezolano, por mencionar un ejemplo.

Sin embargo, en el uso que se hace de estos equipamientos hay una absoluta coincidencia, lo cual evidencia que nos encontramos en una sociedad de medios, determinada por signos culturales muy distintos a épocas anteriores.

¿Qué finalidad tienen los estudios sobre consumo cultural en América Latina?

En América Latina, los estudios sobre consumo cultural continúan sirviendo para diseñar políticas culturales y políticas de comunicación, ya sea desde el sector estatal o desde el sector privado, a través de las fundaciones ligadas al quehacer cultural. Si no se han llevado a cabo con la frecuencia esperada, es porque esas instituciones no han visto la necesidad de tales estudios, a la vez que les resulta muy costoso.

Toda práctica social es una práctica cultural que merece ser estudiada. También es importante saber por ejemplo cuánta gente va al cine, qué tipo de película prefiere ver, por qué le da más placer una que otra. Los estudios culturales no están destinados a producir más dinero, sino a hacer más rentables las inversiones del Estado en materia cultural, que en definitiva beneficiarán a toda la sociedad.

¿Cuáles serían los principales obstáculos para llevar a cabo estos estudios?

En el contexto latinoamericano, el mayor obstáculo es el presupuesto. Resentimos que tanto las instituciones políticas, el sector privado e incluso las instituciones del ámbito académico no vean la utilidad de este tipo de estudios, por creer que deben gastar mucho dinero para obtener los mismos resultados que podrían tener empírica o intuitivamente.

Hay que admitir que se trata de un tipo de estudio muy costoso, más aún si abarca la muestra de todo un país. En un primer momento, esta clase de investigaciones no ayudan a la imagen corporativa de las instituciones que lo financian, como sí podría ayudar la inauguración de una exposición o un concierto de música. Sin embargo, a la larga sirven para definir programas culturales que beneficien ciertas expresiones de mayor demanda, o impulsar otras menos favorecidas, según sea el caso.

Otro obstáculo se presenta en el universo académico, supuestamente el capacitado para producir estos estudios. En realidad, las facultades y escuelas de ciencias sociales y de la comunicación siguen confundiendo todo lo que tenga que ver con comunicación social con el mundo periodístico. Para ellas, la comunicación aún consiste en formar profesionales para trabajar en los medios. Y la rama de la comunicación de la que ahora hablamos abarca una variedad de disciplinas como la política, la cultura, la antropología y la sociología, entre otras.

La relativa novedad de los estudios sobre consumo y cutura puede hacer pensar que todavía no hay un marco teórico y metodológico fijado para que éstos se lleven a cabo. ¿Nos encontramos ante una falta de definición de herramientas metodológicas para tales estudios?

Podemos asegurar que actualmente en América Latina existe una plataforma metodológica, aunque un poco dispersa, para este tipo de estudios. No sólo se han sistematizado experiencias puntuales sino también un marco teórico que nada tiene que ver con los estudios culturales ingleses o norteamericanos.

Uno de los países pioneros en el desarrollo de los Estudios Culturales es Gran Bretaña. ¿En qué se diferencian los estudios culturales anglosajones de los latinoamericanos?

La gran diferencia viene dada por los contextos socioculturales. Es muy distinto hablar de cultura popular en un país anglosajón que en América Latina. La distribución social de los países del primer mundo es mucho más uniforme. Además, ellos se refieren a la porción de cultura audiovisual que se torna popular, así como a la teoría de los efectos.

En el panorama latinoamericano todo es muy distinto. Para nosotros, cultura popular nos remite a aquellas porciones de cultura generadas por sectores sociales que se mueven en contextos socioculturales económica y políticamente muy deprimidos, periféricos, marginales.

Cuando los anglosajones se proponen hacer estudios culturales de medios, analizan las series de televisión exitosas como «Dallas» o «Falcon Crest», que nada tienen que ver con la novela latinoamericana, que es un producto que toma expresiones de la cultura popular, que luego son codificadas a partir de su proyección en la pantalla. Por otra parte, no hablamos de los usos y gratificaciones, los contenidos de los medios y los productos culturales. Preferimos utilizar el concepto de la resemantización, es decir, lo que la gente hace con los productos culturales massmediáticos. Nos interesa el cómo los adoptan, mezclan y fusionan a su propia vida, resultando otros productos culturales muy genuinos. Los anglosajones desestiman esta visión por encontrarla poco científica y muy política.

¿Cuál es el siguiente reto de los estudios culturales en América Latina?

Con el enfoque desarrollado ya podemos conocer cómo se mueve el mercado cultural en Latinoamérica: cuáles son los intereses de entretenimiento del público, qué placer le producen determinados productos culturales, qué los convoca a disfrutar. Sin embargo, todavía no sabemos qué tipo de sujeto social se está configurando en el contexto actual, muy distinto al de décadas anteriores. El tiempo aquel en que la gente asistía más al teatro, al cine o a exposiciones generaba un imaginario, una memoria, una identidad y un ciudadano muy particular. El otro salto es el estudio de las representaciones sociales en la era de la información.

Lo complicado de esta tarea es que constituye un esfuerzo multidisciplinario, que convoca necesariamente a comunicadores sociales, sociólogos, antropólogos, economistas, diseñadores, educadores, historiadores, etc., múltiples oficios para tratar de explicar una realidad cada vez más compleja.

En una entrevista reciente, el semiólogo italiano Paolo Fabri afirmó que la nueva semiótica comienza a desarrollarse no tanto desde el estudio del objeto en sí sino a partir del entorno del objeto. Los estudios culturales tienen que ver precisamente con ese enfoque. Hay que analizar integralmente el contexto social de los productos culturales. Y creo que desde hace aproximadamente 10 años en Latinoamérica hemos adelantado buena parte del camino.

Hotel Expo, Barcelona, miércoles 4 de abril de 2001. Autor: Lisseth Boon. Periodista venezolana, Estudiante del Doctorado en Comunicación Social Universitat Pompeu Fabra (Barcelona).

Portal de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona

 

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