En Argentina el home office es minoritario pero muy significativo, y en el mundo viene creciendo en distintas industrias y está ganando espacio en los empleos del futuro. Con la cuarentena obligatoria, debatir sobre los alcances y abusos de esta modalidad se vuelve fundamental. ¿Qué información de nuestra actividad en internet pueden tener las empresas? ¿Cómo conciliamos mails y reuniones virtuales con los cuidados familiares? ¿Cuándo nos desconectamos? En este ensayo, Sofía Scasserra dice que el Estado debe regular la agenda de derechos laborales 4.0 para marcar los límites entre lo privado y lo público, aun dentro de los hogares.
Sabemos que no todos los gobiernos son iguales: unos regulan, otros intervienen, algunos ordenan. Y también están los que dejan ser y que el mercado se autorregule –aun cuando sabemos que la no intervención es una forma de intervención-. La crisis mundial desatada por el coronavirus dejó en claro en favor de quiénes operan cada uno y cuáles son las consecuencias sociales de cada tipo de intervención. En el mundo del trabajo, ¿quiénes ganan y quiénes pierden?
Tenemos a China y su Estado de control que logró controlar la pandemia, en parte, gracias al uso del big data de los ciudadanos. Los siguió a sol y sombra e impuso sanciones a quienes no cumplían cuarentena. Montaron hospitales en tiempo récord, bloquearon a Wuhan, la ciudad de once millones de personas donde se originó el coronavirus, y ordenaron de espacios públicos, entre muchas otras medidas. En Occidente las reacciones, hasta ahora, son bien variadas. Mientras unos hacen énfasis en las pérdidas humanas, otros priorizan las pérdidas económicas: los Estados no se ponen de acuerdo en cómo atacar la crisis. Dos caras de la misma moneda donde los que más vamos a sufrir, como siempre, seremos los trabajadores.
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