Victor Pickard (The Nation)
Para todo crítico con los medios de comunicación y la política a finales del siglo pasado y principios de este, Los guardianes de la libertad, de Edward S. Herman y Noam Chomsky, era una lectura imprescindible. El “modelo de propaganda” del libro ofrecía un marco de referencia útil para entender cómo la cobertura informativa típica filtra cierto tipo de datos mientras que enfatiza otros, lo que a la larga favorece el discurso dominante. La lección clave de este análisis estaba clara: para cambiar el mundo, primero hay que cambiar los medios de comunicación.
A principios de la década de los 2000, esa idea me llevó hasta el movimiento de reforma de los medios y al campo académico de la comunicación, donde esperaba aprender sobre las limitaciones y las alternativas al hiper mercantilizado sistema mediático estadounidense. Sin embargo, me resultó descorazonador encontrar en la escuela de postgrado una mezcla de hostilidad e indiferencia hacia el análisis crítico de los medios. Con los años, encontré círculos de corriente radical, sobre todo en el subcampo de la economía política, que se centra en los análisis críticos e históricos de los medios, pero este trabajo seguía siendo marginal. Hoy en día, con el auge de los nuevos monopolios digitales, el miedo al fascismo y el hundimiento del periodismo, hay un renovado interés en los análisis estructurales de nuestros sistemas informativos, aunque con demasiada frecuencia carece de crítica radical.
Chomsky aporta desde hace tiempo una voz radical firme en estos temas. He hablado con él sobre la importancia actual de la crítica a los medios que escribieron Herman y él y le he preguntado por qué se centró en los medios de comunicación como un lugar importante de conflicto. Me preguntaba si había cambiado su análisis, si algo le había sorprendido a lo largo de las décadas y, sobre todo, si creía que un sistema de medios democrático era concebible y alcanzable.
A sus 92 años, Chomsky sigue haciendo gala de una crítica aguda y un análisis sagaz. En nuestra conversación por Zoom, sacó en repetidas ocasiones el New York Times del día para ilustrar los diversos temas que íbamos tratando. Lo que más me impresionó fue su optimismo con matices: si bien considera que las mismas patologías estructurales siguen aquejando a nuestros sistemas de medios de comunicación comerciales, hoy en día, también percibe un avance significativo en la cobertura informativa, sobre todo a la hora de enfrentarse a atrocidades históricas que los relatos de los principales medios de comunicación ignoraban o tergiversaban en el pasado.
El subtítulo [original] de su famoso libro junto con Ed Herman es “La economía política de los medios de comunicación”, pero la economía política es marginal dentro de los estudios de comunicación. Viniendo de fuera del campo, ¿qué le llevó a centrarse en el análisis crítico de los medios?
A mí lo que más me interesa es la cultura intelectual general y es sobre lo que más he escrito. Una de sus manifestaciones son los medios de élite. Te lees The New York Times y no estás muy lejos del Harvard Faculty Club. Viene siendo el mismo ambiente cultural. Ahí tenemos de manera clara y manifiesta, un día tras otro, una recopilación de datos fácil de estudiar que refleja bastante bien la cultura intelectual general y ofrece la posibilidad de asomarse a ella. Ed Herman y yo discrepábamos un poco sobre este orden de prioridades. A él le interesaban más concretamente los medios de comunicación y a mí me interesaban más los medios de élite como reflejo de la cultura intelectual general. Esta discrepancia no tuvo repercusión alguna, nos resultó muy fácil colaborar. Pero esa es básicamente mi entrada en el tema. Por eso, por ejemplo, no me molesto en escribir sobre las noticias de la Fox.
Es verdad, las noticias de la Fox ofrecen la posibilidad de asomarse a otro discurso. Me gustaría ahondar en esa diferencia: ¿su objetivo es examinar el discurso de élite mientras que el de Ed estaba más centrado en las estructuras económicas de nuestro sistema de medios de comunicación?
Eso es, esa parte del libro es suya por entero. Y era también lo que le interesaba profesionalmente. Por ejemplo, uno de sus libros más importantes fue Corporate Control, Corporate Power (Control corporativo, poder corporativo).
Sin embargo, las estructuras económicas de los medios, como el poder monopolístico y el mercantilismo, suelen favorecer los discursos dominantes.
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