Racismo, discurso y política, Teun A. Van Dijk

 

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Racismo

El racismo es un sistema de dominación, de abuso de poder étnico. No es natural sino una construcción social del grupo dominante para ejercer, mantener y legitimar su dominación y la desigualdad social.

El racismo se nota y se vive por los miembros de los grupos dominados, típicamente gente del Este y del Sur del mundo, por la experiencia de la discriminación en todas las áreas de la vida cotidiana. Pueden ser prácticas sociales de tratamiento diferencial que los miembros del grupo dominante ni ven ni reconocen como “racistas”.

La discriminación racista se basa sobre una ideología racista de la prioridad y de la superioridad europea (“blanca”) en todos los ámbitos y valores importantes de la naturaleza humana y social (inteligencia, modernidad, democracia, etc.). La ideología racista sirve para motivar y legitimar las prácticas y sistemas racistas, y en general para defender los intereses de Nosotros contra Ellos.

Discurso

Las ideologías racistas no son innatas sino que se aprenden, y se distribuyen en el grupo dominante a través del discurso público, especialmente por las élites simbólicas que controlan el acceso al discurso público, como las tres P: Políticos, Periodistas y Profesores. Se aprenden en las noticias y los artículos de opinión y las columnas, las telenovelas, y los libros de texto y las conversaciones basadas sobre esos discursos públicos. Puede ser que la prensa o la televisión solamente repitan los discursos racistas de los políticos – sin mucho comentario o análisis crítico – como una opinión política más.

Los discursos escritos y hablados también son prácticas sociales. Como las otras prácticas sociales de discriminación contribuyen a la reproducción del racismo en la sociedad, porque formulan las opiniones y actitudes sociales derivadas de ideologías racistas subyacentes. Y esas opiniones forman parte de los modelos para actuar y hablar de una manera discriminatoria. Es así cómo funciona el círculo vicioso de la reproducción del racismo: Discurso – Cognición Social – Acción – Sociedad.

Para poder formar o influir en los modelos, actitudes e ideologías racistas de los receptores, los discursos tienen que tener estructuras especiales. En general, el discurso ideológico, como las ideologías subyacentes, es bipolar: Nosotros somos buenos, Ellos son malos. En el discurso ese mensaje fundamental se puede enfatizar a todos los niveles, como en las imágenes, en la gramática, en la narración, la argumentación o la retórica. Así se enfatiza, diariamente, que Ellos son un problema para Nosotros, que invaden nuestro país, abusan de “nuestros” servicios sociales, que son delincuentes, que no se adaptan a nuestra cultura, lengua o hábitos, que practican una religión ajena a Europa, etc. Y al revés, se mitigan o niegan nuestros malos actos, como nuestra discriminación diaria, nuestros prejuicios, nuestro racismo. Es así que se describen las situaciones y experiencias de la sociedad multicultural, o sea generalmente en términos negativos – no como una contribución a una sociedad más diversa y cosmopolita o a una economía competitiva por el trabajo de millones de inmigrantes con salarios bajos de explotación. Esos discursos representan los eventos sociales y políticos de Nuestra perspectiva, local, regional o nacional, y no desde la perspectiva de Ellos. No hablan de las experiencias cotidianas de discriminación y de acoso racista. El tema del antirracismo es marginal.

Ese discurso dominante de la política, de los medios de comunicación o de los textos de la educación influye en los modelos mentales de los receptores sobre los eventos de la sociedad multicultural. Porque los discursos son negativos, también los modelos mentales en general lo son, excepto con las personas que pueden resistir esas interpretaciones preferidas, por ejemplo por sus actitudes e ideologías antirracistas. Y una vez que la gente acumula modelos racistas, estos pueden fácilmente generalizarse a actitudes e ideologías racistas del grupo dominante. Otra vez, vemos como el racismo se reproduce a través de los discursos, modelos mentales y las representaciones sociales de los miembros del grupo dominante.

Racismo Político en Catalunya

La elección de Xavier García Albiol como alcalde de la ciudad de Badalona parece nada más que un evento muy local de Catalunya y de España. La vida cotidiana de los inmigrantes en España y en Europa no va a cambiar mucho como consecuencia de esa elección. Sin embargo, ese evento se puede tomar como ejemplo – entre muchos otros de la última década – del avance del racismo político en España y en Europa.

El racismo se hace cada vez más salonfähig, aceptable entre gente bien, nada racista – gente como uno, gente de nuestro partido político. En los juegos de poder hay que ser realista y práctico, y si es necesario se pacta incluso con el diablo. Además, Albiol tiene por lo menos un poco de razón, con sus diatribas contra los rumanos, ¿no? ¿No es cierto que muchos de estos no se comportan como nosotros? Que ya hay muchos, y que sería mejor limitar la llegada de más de ellos – y tal vez de inmigrantes en general. De acuerdo, tal vez hay que formular la cuestión no tan explícitamente, tan cruda, pero no es una opinión errada o una política totalmente falsa. De hecho, no es racista porque no es contra gitanos como etnia, sino contra gente que se comporta mal, ¿no? Ni es xenófobo porque no discrimina a todos los extranjeros, ¿no? Así hay muchas maneras de pensar y de hablar para explicar y legitimar la elección de un alcalde racista – o de los muchos otros políticos en Catalunya que representan la extrema derecha racista. Como también acontece en otros países de Europa. Y porque él es uno de Nosotros, no tenemos otra opción que la de mitigar, esconder o comprender esa forma de racismo político. La libertad de expresión en nuestra sociedad tiene que admitir esas voces, ¿no?

El discurso público sobre el racismo

La autorepresentación positiva de Nosotros no es consistente con una representación de nuestra gente como gente mala, gente racista. De todos los temas relacionados con la inmigración y la sociedad multicultural, el tema del (nuestro) racismo es casi tabú – y produce una clara incomodidad entre las elites simbólicas en la política y los medios de comunicación. Entre miles de artículos anuales en la prensa que seleccionan y enfatizan los problemas de los inmigrantes (ilegalidad, delincuencia, violencia, drogas, pañuelos, terrorismo, servicios sociales, lengua, etc.), casi no los hay sobre nuestro propio racismo. Si hay racismo, solamente existe en la extrema derecha, no en “nuestro” partido. O en el extranjero, como con el Front Nacional en Francia, o en Dinamarca, Italia, Holanda o Finlandia. O con los Otros de Nosotros como los hinchas de futbol. O si ocurre de hecho es no más que una forma de populismo, o un voto contra los partidos tradicionales. Una forma de protesta contra las políticas corrientes.

Nunca en el discurso público se habla sobre el racismo como un problema fundamental de nuestra sociedad europea. No como una amenaza de los valores democráticos más elementares. No como una injusticia contra ciudadanos que vienen de otros países o culturas. No como prácticas e ideas ilegales y amorales. No hay debates parlamentarios sobre racismo. Hay congresos sobre inmigración o sobre la sociedad multicultural, pero no hay congresos sobre (nuestro) racismo en las universidades. No hay instrucciones explícitas contra prácticas y discursos racistas en las empresas o agencias públicas. No hay suplementos de periódicos sobre racismo de las élites. Nunca se publican artículos en la prensa sobre el racismo de la prensa. A los periodistas no les gusta la auto-critica. Y la crítica antirracista se denuncia como censura.

No es de extrañar la ausencia general de información sobre racismo, la gente apenas sabe lo que es. La idea general es que el racismo es el racismo de la extrema derecha, de Josep Anglada y su Plataforma en Catalunya, o de los naziskins. O tal vez la agresión física contra un africano. El racismo no se asocia con las élites, con nuestro periódico, nuestros políticos, nuestros libros de texto, o las películas que vemos en la televisión. No con una palabra poco cortés a un inmigrante en una tienda o en la calle, porque pensamos que a nosotros también nos tratan de manera poco cortés. No en la ausencia de Marroquíes, Latinoamericanos, Africanos o Chinos en la plantilla del periódico, del canal de televisión, en el parlamento, o en la junta de la empresa. No en los miles de pequeñas y a veces sutiles maneras de acoso o discriminación en la vida cotidiana, tanto en las agencias oficiales como en el mercado o el trabajo. El racismo cotidiano se ignora, no se conoce, y no se enseña. No queremos saberlo porque no es nuestro problema. ¡Ni sabemos que es un problema fundamental de Ellos!

En ese sentido fundamental, Albiol puede ser alcalde de Badalona, porque nuestra sociedad entera lo permite, y no solamente su partido, el PP. Porque para nuestra sociedad el racismo no es un problema grave, sino solamente, tal vez, poco elegante. Tenemos alcaldes y concejales racistas porque nuestra sociedad es racista – como tenemos agresión y asesinatos machistas contra mujeres porque la sociedad es machista.

Nuestra ignorancia del racismo también es una ignorancia histórica. En la reacción política y mediática contra el desarrollo de la extrema derecha en Europa casi no se recuerda la historia europea de la esclavitud, del colonialismo, del Holocausto o de la limpieza étnica en Bosnia. De las consecuencias del racismo, del antisemitismo y de la xenofobia para millones de minorías europeas y pueblos no europeos en el mundo entero. El racismo europeo mata, cada día. El racismo europeo hace la vida diaria de millones de inmigrantes miserable, por las formas de discriminación rutinaria y el acoso casi “normal.” El racismo europeo es la amenaza más seria de nuestra democracia, de la convivencia, de la sociedad diversa, abierta y multicultural y de la cohesión social. La tolerancia hacia el racismo hace que puede crecer y crecer, y hacer de Europa una Bosnia gigante.

Si queremos otra Europa, una Europa no racista, fundamentalmente democrática para todos, tenemos que resistir activamente, todos y todas, contra cualquier discurso, práctica e idea racista. La única manera para luchar contra el discurso racista dominante que envenena la mente de la gente es aprender, formular y distribuir un discurso diferente, alternativo y antirracista, que analiza críticamente y resiste los discursos y otras prácticas dominantes. Si no, se elijarán muchos otros Albiol en nuestra sociedad – y así se acaba con la convivencia democrática.


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