¿Sigue siendo sostenible su modelo de financiación? ¿Es justo que aquellos que no pagan la tarifa de licencia acaben en los tribunales? ¿La suscripción tendría que ser su modelo en la actual era tecnológica? ¿Está intacta su imparcialidad? ¿Intenta abarcar demasiado? En la era posbrexit, ¿qué papel tiene como embajadora de la marca Reino Unido? ¿Se merece la hostilidad por parte del Ejecutivo? En definitiva, ¿puede sobrevivir?
CELIA MAZA*
El 31 de enero de 2020, cuando en Bruselas el reloj marcó la medianoche, Boris Johnson mandó un mensaje a los británicos con motivo de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE). Se trataba del episodio más importante de la historia del país en los últimos 47 años. Sin embargo, el discurso del primer ministro no fue emitido por la British Broadcasting Corporation (BBC). Downing Street prefirió utilizar sus propias cámaras y publicarlo por sus redes sociales oficiales. Inaudito. A lo largo de su dilatada historia, la corporación pública ha lidiado diferentes disputas con los Gobiernos de todo signo político. Pero la profundidad y el alcance de las tensiones que mantiene con el actual inquilino del Número 10 –quien, por cierto, antes de político fue periodista– no parecen tener precedentes.
En cualquier caso, la batalla no es solo con el Ejecutivo, sino con competidores y, sobre todo, consigo misma. La BBC es la organización nacional de radiodifusión más antigua del mundo y la cadena de televisión más grande por número de empleados (22.401). Cuenta, entre otros, con diez canales de televisión, diez estaciones nacionales de radio (más seis locales) y página web.
Se trata también de un gran símbolo para el Reino Unido. Por detrás de la reina Isabel II, quizá el más importante, junto al Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés). Sin embargo, a punto de cumplir el aniversario de su centenario –será en 2022–, se enfrenta ahora a la crisis más importante de su existencia.
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