Hace poco más de un año, en marzo del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba la pandemia por coronavirus, y la agenda política global daba un giro inesperado. El coronavirus no solo desató una enorme crisis sanitaria sino también política y económica global que exacerbó enormes problemas estructurales preexistentes. Los gobiernos del mundo entero se han vistos obligados a actuar con prisa e incluso a “improvisar” sobre algo de lo que se tenía muy poca información en un principio.
Uno de los retos fundamentales ha sido la comunicación de crisis. Mantener a la población informada, sin alarmarla, pero sin bajar la guardia frente a los riesgos, promoviendo la implementación de cuidados a los que no estábamos acostumbrados como sociedad y que han llegado a ser fuertemente criticados por líderes y representantes políticos de diferentes regiones, alegando que se estaban restringiendo derechos y libertades fundamentales, poniendo en riesgo ni más ni menos que a la propia democracia.
Con el tiempo transcurrido hasta aquí identifico al menos dos etapas centrales en torno a la comunicación de esta crisis sanitaria:
- Los inicios y el enorme reto frente a lo desconocido.
- La vacuna como la herramienta que nos permitiría salir del calvario.
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