Lorena Jaume-Palasí: “Crear principios éticos universales para la inteligencia artificial es una iniciativa cosmética”

 

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Esta experta en la dimensión social de la tecnología, advierte sobre sus excesos, riesgos y las líneas que no debería traspasar.

MANUEL G. PASCUAL

Bosques, praderas y los verdes pantanos de la reserva natural de Plagefenn. Son los elementos más destacados que, según explica Lorena Jaume-Palasí, rodean la casa en la que vive con su familia. En cuanto asomó la pandemia, se mudaron a Niederfinow, en Brandeburgo, un pueblo de 600 vecinos atravesado por un gran canal que desemboca, 10 kilómetros más allá, en el Óder, el río que marca la frontera entre Alemania y Polonia. Su hija tiene un perfil de alto riesgo y decidieron alejarse de Berlín en busca de distanciamiento social. Lo encontraron. “Lo más peligroso que puede pasar aquí es que un ciervo entre en tu jardín y se coma las manzanas del árbol”, explica en conversación telefónica esta mallorquina de 44 años.

Bajo esa apariencia de vida monástica se esconde una frenética actividad profesional. A Jaume-Palasí le interesa y mucho lo que sucede más allá de la tranquila villa germana en la que se ha instalado. Se dedica a reflexionar sobre los límites que no se deberían traspasar con el uso de las tecnologías, especialmente de la inteligencia artificial. Es experta en ética y filosofía del derecho aplicadas a la tecnología, aunque con una perspectiva interdisciplinaria que abarca la historia, la sociología o la lingüística. Se define como investigadora y activista, aunque hace más cosas. Forma parte del Consejo Asesor de Inteligencia Artificial del Gobierno de España y de otro órgano análogo del Parlamento Europeo. También evalúa desde un punto de vista ético los proyectos de investigación del Instituto Max Planck, una de las instituciones científicas más prestigiosas del mundo. Está comisariando un festival de tecnología y teoría crítica para la ciudad de Hamburgo del que habla con mucha ilusión. Y trabaja en algún proyecto más del que no puede hablar para no violar los contratos de confidencialidad que ha firmado.

Jaume-Palasí llegó a Alemania tras acabar el bachillerato. Era una alumna excelente y le interesaba casi todo. Se tomó un año para pensar a qué se quería dedicar. Finalmente fue a Múnich becada por la fundación Studienstiftung para estudiar las teorías del rational choice, un campo académico interdisciplinario en el que psicólogos, economistas, filósofos, matemáticos o biólogos estudian el comportamiento humano y animal e intentan formalizarlo. No tardó en florecer su interés por la tecnología y los desafíos que implica para la sociedad. Tras trabajar una década en la ONU por medio mundo en temas relacionados con la gobernanza digital, fundó AlgorithmWatch, una organización que analiza los procesos algorítmicos con impacto social. Hace unos años abandonó la iniciativa e impulsó otra, The Ethical Tech Society, “una no organización que reúne a gente muy variada”, explica, y que se centra en estudiar desde un punto de vista multidisciplinar la relevancia social de los sistemas automáticos.

¿Podemos fiarnos de la tecnología?

Fiarse de las personas es una de las características más relevantes de los seres humanos. Y eso es clave en el contexto de la tecnología: confiar en quienes están desarrollando, implementando, supervisando y usando las herramientas. Cuando hablamos de confiar en una tecnología, en realidad nos referimos a confiar en que la empresa que la ha desarrollado tenga buenos procesos de seguridad, de supervisión de su uso, así como en la eficacia de leyes adecuadas. No confiamos en el coche en sí, sino en la marca. La confianza es algo que se da a los humanos y que se queda en los humanos.

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