Esta obra que tienen en sus manos es una demostración más de la fascinación que la obra de Oesterheld despierta todavía en mentes curiosas cuyos pasaportes no coinciden necesariamente con los nuestros. ¿Hay forma de explicar esa fascinación? No enteramente. Vuelvo a apelar al ejemplo de este libro, cuyos artículos exploran la obra de Oesterheld desde los ángulos más diversos, sin agotarla; si algo logran, más bien –al menos es lo que hicieron en mí, como uno de los primeros lectores de la compilación–, es abrir nuevos interrogantes y potenciar la seducción que el tema despliega. […]
El Eternauta es la obra de un gran artista y de un hombre decente, que no quiso limitarse a escribir aventuras. Inspirado por sus hijas, Oesterheld decidió poner el cuerpo para sumarse a lo que concebía como la más grande de las aventuras: la liberación del pueblo latinoamericano de sus amos seculares.
Su principal herramienta fue la imaginación. Como, además, era un hombre generoso, se ocupó de emplearla de modo que nos incluyese, de invitarnos a participar también, a sumarnos al colectivo de resistentes, como él mismo se había sumado. Por eso mismo, cada vez que leemos El Eternauta o pensamos en esa obra o en su autor, estamos colaborando a completar su aventura.