Este libro indaga el modo en que se instala la pantalla fílmica respecto a las otras pantallas con las que compite en la cultura digital. La tesis que sostiene su recorrido es que, para proteger su valor diferencial, el cine viene a postularse como la pantalla que es capaz de albergar el sentido, entendido como encauzamiento del deseo (narrativo y enunciativo), frente a las pantallas que parecen poder ofrecer información (datos, herramientas, accesos) y goces (lúdicos, sociales, sexuales). Se parte, pues, de la premisa de que los principales cambios producidos en el discurso fílmico en los últimos veinticinco años tienen en su origen el contacto del cine con los medios digitales interactivos, sea como asimilación, acercamiento o reacción. En su lucha por adaptarse y competir con esas pantallas rivales, el discurso cinematográfico se ha hibridado con ellas y ha transformado su propia textura.
La primera parte del libro analiza estos cambios, tanto visuales (hiperencuadre) como narrativos (hiperrelato). En la segunda, se abordan casos más concretos como las llamadas narrativas fracturadas, la imagen que el discurso fílmico ofrece de su viejo competidor, el broadcasting televisivo (analizando, entre otros casos, la primera temporada de Black Mirror) y cómo el cine incide en la agenda política en tiempos de la llamada “guerra contra el terror”. La tercera parte está dedicada a escrutar de modo más concreto a dos contundentes escrituras fílmicas postclásicas: las últimas películas de Quentin Tarantino y Nacho Vigalondo. Una cuarta parte, que hemos titulado Los Gestos aborda dos filmes concretos extraordinariamente deconstructivos de la mirada mainstream: Roma (Alfonso Cuarón, 2019) y The Matrix Resurrections (Lana Wachowski, 2021).
La herramienta utilizada para todo ello es el análisis textual, entendiendo por tal una subclase del análisis del discurso que se orienta antes a la forma y sólo después al contenido, porque hablar del contenido al margen de la forma es ante todo un sin-sentido. Hemos supuesto, pues, que no hay tal contenido si no lo crea la forma, no hay significado si no lo acota el significante, que no hay relato sin trama, ni visualización sin puesta en escena.
La interfaz del sentido. La pantalla fílmica entre las demás pantallas