Alma Guillermoprieto, el baile del periodismo con coraje

 

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Puede que el periodismo y la danza no tengan aparentemente mucho que ver. Pero ambas artes se basan en algo que los une de forma orgánica: el movimiento. De eso da fe Alma Guillermoprieto (Ciudad de México, 1949). Nadie que atestiguara la manera en que recogió en 2018 el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades lo habrá olvidado. Se acercó con su vestido azul cobalto hacia el público del Teatro Campoamor en Oviedo y extendió los brazos como hasta entonces sólo lo había hecho un mito del ballet: Maya Plisétskaya. Lo que marcó la diferencia, en este caso, no fue cómo bailaron su agradecimiento, sino lo que la mexicana que un día fue alumna de Martha Graham y Merce Cunningham antes de pasarse al periodismo, dijo.

Lo llevaba bien meditado. Por eso impactaron sus palabras sobre la necesidad del oficio que ella domina sin usar twitter y acerca de la forja de nuevos reporteros: algo crucial en un mundo absolutamente desconcertado. Resultó un microtaller de principios periodísticos en un entorno lo bastante solemne para que resonaran con contundencia. “Ningún otro oficio como éste les va a regalar un mundo, un universo, la realidad entera; trágica, abochornante, terca, chistosísima, horrenda, mágica. El regalo de la realidad real, inmensa y maravillosa. Agradezco a mi oficio estos cuarenta años de vida vivida tan esforzadamente…”.

Alma Guillermoprieto no sabe pensar sin escribir, según confiesa en su último libro: ¿Será que soy feminista? (Literatura Random House). Tampoco apenas dar respuestas sin apelación. Pero lo que sí domina, como muy pocos, es el arte de hacer preguntas. Aquel día se saltó su propia cautela y confesó un cambio en sus consejos. Cuando hasta hace poco algunos jóvenes le preguntaban sobre si hacerse o no periodistas, solía disuadirlos. Pero desde hace un tiempo, anda todo tan descuajeringado que los anima: “Háganle: denle, no más”, les dice.

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