Hay momentos en la historia en los que parece que tenemos una idea clara de por dónde pueden ir las cosas. Otros, sin embargo, parecen una encrucijada. De lo que no hay duda es de que hoy nos encontramos en un punto de inflexión. Anne Applebaum, periodista e historiadora, señala las consecuencias: decepción y cansancio. No solo en relación con quienes nos gobiernan, algo que considera normal, sino también con algo de mayor envergadura, nuestros sistemas políticos. Situación a la que se añade la migración al mundo en línea que la pandemia ha supuesto.
En 2020, al cansancio generalizado de las democracias se le sumó una crisis sanitaria sin precedentes. Esto ha hecho que muchas tendencias sociales hayan cambiado: algunas se han acelerado, como la transición hacia el teletrabajo. Otras se han ralentizado, como la velocidad con la que vivimos. Otras se han detenido, como los viajes… Pero, ¿cuáles de todas ellas son susceptibles de permanecer entre nosotros?
Una de las candidatas es la transición de una gran cantidad de trabajo, vida social y entretenimiento a la esfera digital.
“Esto provocará todo tipo de consecuencias, ya que afectará desde la propiedad comercial hasta las tiendas, la forma en la que la gente se conoce […] hasta la forma en la que estudia la gente. Creo que la transición de la vida de las personas a Internet sí será permanente, algo que tendrá consecuencias tanto positivas como negativas”.
Además, la pandemia ha acentuado las desigualdades en muchos países. Exceptuando sectores, como aquellos que han tenido la posibilidad de continuar trabajando desde casa, millones de personas han perdido su empleo, en especial en el sector servicios. El resultado, el sentimiento de insatisfacción, se puede apreciar en las manifestaciones y las protestas políticas que se dan en muchos países.
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