Shangrila
El mundo no termina en los límites del lenguaje como aseguraba Wittgenstein, sino que continúa a través del silencio de las imágenes. Este viaje al otro lado del espejo es necesario para adecuar nuestra mentalidad a las posibilidades que nos ofrece una época convulsa y en continua transformación como la nuestra, pero que sin embargo está a merced de numerosas inercias e interdicciones de todo tipo.
Los avances tecnológicos de las últimas décadas han sentado las bases para una era de la imaginación dispuesta a remplazar la era de lo literal que ha dominado nuestra cultura durante más de dos siglos. Para comprender esta situación inusitada, en la que las condiciones materiales están más avanzadas que la mentalidad adecuada para cultivarlas, debe prestarse atención al silencio en los discursos audiovisuales puesto que es a través del mismo que la imaginación logra sortear las imposiciones del discurso hegemónico que se oponen al cambio de mentalidad.
El cine documental, surgido a principios del XX como una forma de representación inédita sin verdaderos antecedentes, fue considerado un cine de lo real adecuado a la mentalidad esencialmente realista de su tiempo. Pero a finales de siglo experimentó cambios tan drásticos que lo convirtieron en la punta de lanza de las transformaciones actuales en las que la imaginación determina las posibilidades de comprender la realidad: formas como el documental subjetivo, las webs y los cómics documentales, junto con los documentales de animación trastocan completamente los fundamentos de un cine que, a pesar de todo ello, sigue apegado a la realidad, pero a una realidad que ya no es la misma y cuyas características hay que descifrar.
La relación que guarda el documental con la forma de la realidad de cada época convierte a este tipo de cine en el laboratorio más idóneo para explorar las coordenadas de cada una de esas realidades, y por ello es el banco de pruebas idóneo para la actual. Pero es preciso para esta labor desarrollar un nuevo vocabulario basado en los vectores imaginarios que los cambios tecnológicos facilitan, un vocabulario y una conceptualización cuyos parámetros principales se establecen a través del concepto de silencio aplicado a la imagen.
Este ensayo se desarrolla a través de cuatro partes: Silencio, Cosmos, Imaginación y Mente y cerebro. En la primera de ellas se explora el territorio de la representación, estableciendo una hermenéutica de la imagen basada en el concepto de silencio. En la segunda, se incide en los parámetros del mundo y sus formas de conocimiento y comprensión a través de dos ejes fundamentales, la visión y el mito. En la tercera parte, se discuten las mentalidades y esencialmente la necesidad de adecuar la nuestra a las funciones de la imaginación en lugar de seguir apegados a un realismo positivista que impide dramáticamente nuestro avance intelectual. Finalmente, en la cuarta parte, se propone incidir en el crisol de todo lo demás, la mente. En el escrito, se parte de la base de que la fábrica de la realidad está compuesta por la combinación históricamente cambiante de todos estos parámetros.
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