En Madrid, el supuesto paraíso de la libertad, los medios de comunicación florecen: nacen, crecen y se reproducen a una velocidad sin parangón. Así lo considera ya la teoría liberal, que sitúa a la prensa como elemento clave de la democracia, como Cuarto Poder que fiscaliza a los otros poderes y facilita un auténtico debate público. Y Madrid, como supuesto laboratorio liberal, parecería confirmarlo, con una auténtica explosión de medios de comunicación.
Problema: en su mayoría se autoproclaman también liberales, como el Gobierno del cual dependen para subsistir, y están en salvaje competición entre sí para ver quién es más duro contra el Gobierno progresista y quién alaba mejor el modelo de Isabel Díaz Ayuso. Está claro que algo no cuadra.
Dentro de esta burbuja mediática madrileña es simplemente imposible entender por qué Pedro Sánchez y sus secuaces no están ya en la cárcel. A imponer este marco contribuyen no solo los medios tradicionales de derechas, sino sobre todo un gigantesco ejército de medios digitales que ha ido creándose en distintas olas alineadas —y alimentadas — por la gran base de poder del PP en España desde que, en 2003, Esperanza Aguirre alcanzó la presidencia regional gracias al tamayazo.
No es fácil encontrar en Madrid un gran medio tradicional que no haya sufrido en este período una escisión a su derecha, con la participación al máximo nivel incluso de exdirectores, ante sus supuestas traiciones y contemporización excesiva con la izquierda, a pesar de que las posiciones de estos medios tradicionales siguen siendo, en líneas generales, las mismas de toda la vida.
Abrió el fuego Federico Jiménez Losantos, que a finales de la década de 2000 rompió con la cadena Cope y construyó un universo de trinchera alrededor de Libertad Digital, EsDiario y EsRadio. Pero lo mismo ha sucedido en casi todas las casas: el grueso del consejo editorial de EL PAÍS con Antonio Caño se revuelve ahora desde The Objective contra “el golpe de Estado” y el penúltimo director de Abc, Bieito Rubido, comanda ahora El Debate, propulsado por la Asociación Católica de Propagandistas.
El caso más impresionante de multiplicación es El Mundo, que fue durante años el mayor azote mediático de los gobiernos progresistas. Hoy, el periódico mantiene su misma beligerancia de siempre ―aunque ahora aplaudida por los históricos del PSOE que antes le llamaban “El Inmundo”―, pero tiene que competir nada menos que con cinco proyectos lanzados por sus exdirectivos que amplifican su tradición conservadora en todas sus tonalidades: la de diario de referencia promovida por su combo directivo histórico ahora en competencia ―El Español, de Pedro J. Ramírez, y El Independiente, de Casimiro García Abadillo―; la de vehículo amplificador de operaciones parapoliciales subterráneas ―Okdiario, de Eduardo Inda o Periodista Digital, de Alfonso Rojo― y la de agitación como el universo alrededor de Eda, de Javier Negre.
Encuadrados en alguno de estos tres esquemas ―aspiración de referencia, vehiculación de materiales turbios o voluntad explícita de agitación― ha ido proliferando en los últimos años en Madrid la enorme cantidad de medios que integran esta burbuja mediática liberal, afines al PP o a Vox. Salvo en contadas excepciones, comparten todos ellos varias características: opacidad en la configuración del capital y en el origen de los ingresos, un modelo de negocio en el que las suscripciones son residuales y están enfocados completamente hacia la captación de publicidad.
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