Cartas de denuncia y esperanza

 

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Antoni Vidal, director de UAB Campus Mèdia, reseña el libro "Las cartas de La Pirenaica" de Armand Balsebre y Rosario Fontova (Cátedra, 2014).

La radio en onda corta tuvo en España, una vez concluida la guerra civil y hasta avanzada la década de los setenta, un destacado papel como medio para soslayar la propaganda y la asfixiante manipulación informativa de la dictadura franquista. Los países del bloque del Este, fieles al ideario internacionalista de la Revolución Soviética, totalizaban el mayor número de emisiones en un gran abanico de idiomas. Radio Moscú, Radio Praga y Radio Bucarest eran las estaciones en onda corta que más horas destinaban a sus trasmisiones dirigidas hacia España. En el otro lado del espectro político, la BBC, Radio Francia Internacional, Radio Nederland y la Voz de América completaban esta oferta radiofónica.

Sin embargo, ninguna de ellas tuvo la penetración y la trascendencia en la sociedad española que logró Radio España Independiente a lo largo de sus 36 años de vida. Interferida sistemáticamente por el régimen franquista, su escucha constituía un símbolo de resistencia y esperanza. La emisora “sin censura de Franco” habilitaba una red social de emociones compartidas a través de la comunicación epistolar de sus oyentes. Una audiencia de la que formaban parte destacada los perdedores de la contienda, represaliados y familiares de héroes anónimos asesinados y enterrados en fosas comunes. Las Cartas de la Pirenaica pone de manifiesto una obviedad: que éstas existieron, enterrando así el bulo de su ficción. Porque eran tan reales como el horror que destilaban, describiendo ejecuciones y torturas perpetradas durante la contienda y la década siguiente.

Edgar Morin, en su definición de una nueva antropocosmología, fija la necesidad de “descubrir las infraestructuras psicoafectivas de la historia”. Armand Balsebre y Rosario Fontova, a partir del análisis minucioso de más de 15.000 cartas, rescatan los testimonios y sentimientos ocultos de los perdedores, además de elaborar una crónica cotidiana de la dictadura de inestimable valor. La obra es una sucesión de secuencias en blanco y negro de la España mísera de la posguerra, pasando por el desarrollismo capitalista (Plan de Estabilización) , hasta la reinstauración de la democracia.

Aún sin cicatrizar las heridas de la guerra civil, veladas por la propaganda franquista, los años 60 supusieron un crecimiento económico sin precedentes y, paralelamente, profundos desequilibrios sociales. El hacinamiento chabolista en las grandes urbes españolas, por el éxodo del campo a la ciudad, y la emigración al extranjero de trabajadores de escasa cualificación tenían su correlato en las cartas que sus protagonistas enviaban regularmente a la emisora. Mediante un procedimiento en muchos casos sinuoso, para evitar sus autores ser identificados y represaliados, algunas siguieron itinerarios sorprendentes hasta llegar a su destino.

Por mor de esas cartas, los oyentes de La Pirenaica tuvieron constancia de que el “paraíso alemán” no existía. Los testimonios de emigrantes relatando sus condiciones de trabajo y como malvivían en núcleos barraquistas –en algunos casos antiguas instalaciones de campos de concentración nazis- demolían la propaganda franquista. La mayor parte de aquellos trabajadores, según relataban, adquirían conciencia crítica acerca de cómo el franquismo expulsaba mano de obra para obtener una importante fuente de divisas y atenuar la contestación social.

Radio España Independiente fue la emisora de referencia de las reivindicaciones y grandes movilizaciones obreras. En 1962, tuvo un papel destacado en la huelga de las cuencas mineras asturianas que pudo haber desembocada en una huelga general en España. Las luchas obreras y la represión de que fueron objeto los mineros y sus familias contaron en La Pirenaica con un altavoz permanente. Los afectados se convertían en corresponsales y, mediante las cartas que enviaban a la emisora, la audiencia de La Pirenaica accedía a una información periodística de primer orden, silenciada por el régimen y sus medios de comunicación.

La preparación de la gran huelga de octubre de 1967, que simbolizó la alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura y que supuso el encumbramiento de CC.OO, implicó para Radio España Independiente un gran esfuerzo. La emisora articuló programaciones específicas que amplificaban, como ningún otro medio en la onda corta, los argumentos y consignas de los convocantes. A pesar de que nunca fue posible la huelga general durante la dictadura, según los objetivos que sus promotores invocaban, La Pirenaica siempre mantuvo vivos los anhelos de cientos de miles de oyentes que aguardaban la caída de Franco y el tránsito hacia una España democrática.

Esta obra de investigación se distancia de la figura de Santiago Carrillo y por tanto de alguna de las decisiones relevantes del comité central del PCE durante su dirección. Tal es el caso del desinterés por los guerrilleros antifranquistas en los primeros años de posguerra. O la inexplicable decisión de enviar a Julián Grimau a España a reorganizar el PCE, cuando su perfil no era el más apropiado para tal objetivo. Medida que acarrearía su detención y posterior ejecución, el 20 de abril de 1963, en los cuarteles militares de Campamento en Madrid.

La muerte de Julián Grimau supuso una conmoción para las fuerzas democráticas tanto en España como en el exterior. Radio España Independiente dedicó la mayor parte de sus programaciones a retroalimentar la amplia solidaridad internacional que había despertado el apresamiento y ulterior condena a muerte del dirigente comunista. Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, desde julio de 1962, intentó por todos los medios contrarrestar el clamor internacional por la libertad de Grimau y silenciar a Radio España Independiente, algo que nunca logro la dictadura de Franco. No obstante, Fraga sí dispuso los recursos técnicos necesarios para incrementar las interferencias que dificultaban la escucha de de la emisora en los grandes núcleos urbanos.

Radio España Independiente realizó sus emisiones, a partir de 1955, desde Bucarest bajo el beneplácito del carismático dirigente comunista Gheorghe Cheorghiu. Tras sus primeras transmisiones, desde la Unión Soviética, en 1941, La Pirenaica contó en la capital de Rumania con modernos y potentes emisores de onda corta, haciéndose cargo el Gobierno comunista de su mantenimiento y los emolumentos del personal de la emisora. Las ondas volantes, emisiones en frecuencias aleatorias para soslayar las interferencias radioeléctricas del régimen franquista, eran posibles gracias a los flamantes transmisores y el gran campo de antenas ubicado en Bucarest.

La Pirenaica, amén de su tenaz acción política, que ejemplifica el libro que nos ocupa, encarnaba en su programación cultural los ideales republicanos y la ejecutoria de reputados prensadores y escritores antifranquistas. No obstante, iniciada la década de los años 70, la emisora adolecía de una programación monolítica, que obviaba la aparición de las nuevas industrias culturales – especialmente la concerniente al pop-rock- y excluía los espacios de entretenimiento. Así, la emisora entró en un cierto declive evidenciado por el menor volumen de cartas recibidas.

Radio España Independiente, la emisora del PCE, fue fiel durante su existencia a los principios de la Política de Reconciliación Nacional formulados por los comunista españoles en 1956. Y en coherencia con su línea oficial cesó sus transmisiones en la antesala de las elecciones constituyentes de 1977, una vez legalizado ya el partido comunista.

Si bien la memoria histórica no es esencialmente la Historia sí supone una contribución determinante para su construcción. En el caso que nos ocupa, el libro de Armand Balsebre y Rosario Fontova va más allá de la recuperación y análisis metodológico de testimonios impresos en unas cartas; verifica sus contenidos, bucea en el contexto sociopolítico, y traslada hasta el presente algunos de los protagonistas vivos de aquellos años convulsos. Hace Historia.

 

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