Antonio Fernández Vicente reseña el libro de Francisco Seoane Pérez "Political Communication in Europe. The Cultural and Structural limits of the European Public Sphere" (Palgrave-MacMillan, New York, 2013).
El texto trata de aclarar las razones del profundo desarraigo de la ciudadanía respecto a las instituciones de la Unión Europea. ¿Cómo es posible que se perciba la UE tan distante? Esto a pesar de que efectivamente son las políticas europeas las que determinan en gran medida las decisiones de las naciones que la constituyen. Al contrario de lo que muchos estudios de carácter más bien superficial y ambiguo sostienen, el libro no se sitúa en el punto de vista de los problemas comunicativos. La solución no pertenece sólo al ámbito de la comunicación, de las llamadas “habilidades diplomáticas” que hoy se entienden como un resorte taumatúrgico. Las contradicciones son mucho más profundas y precisan de una contextualización más amplia. Reducir la controversia de la gobernanza europea a estrategias comunicativas fallidas quizás pueda ser una invitación artera a mejorar la eficiencia de las retóricas persuasivas para enmascarar una configuración política al servicio de los grandes poderes económicos.
No se trata, según Seoane, de cuestiones coyunturales sino de límites enraizados estructuralmente en el apoliticismo y la falta de identificación en la ciudadanía europea. Y ésta es la gran aportación del texto al debate sobre la UE. Lo denomina carencias en la politización y la domestización. En el campo del déficit de politización, el diplomacy consensus, el neocorporativismo y la gestión tecnocrática son elementos que impiden la formación de una efectiva comunidad cultural y política europea. La integración europea obedece a procesos de conducción por parte de las elites, sin la participación efectiva de los gobernados. La lógica del secreto y la opacidad parecen ser prácticas comunes que favorecen la indiferencia de una ciudadanía aislada en sus libertades personales sin compromisos públicos. Es más que preocupante la falta de debate público en torno a las políticas europeas. Se da por hecho y se presentan como indiscutibles, fatalistas incluso. Y a pesar de ello, el discurso oficial pregona la transparencia como un ideal que es precisamente la confirmación de un sistema que no deja ver, por ejemplo, el papel crucial de los lobbies en la conformación de políticas europeas. Un sistema insensible que tampoco escucha a los afectados por sus políticas.
En el campo de la domestización, no se articula un verdadero espacio común público y europeo que haga confluir intereses y acciones colectivas. Se percibe quizás la ausencia de una “comunidad imaginada” europea en el sentido que daba Benedict Anderson. Sin homogeneidad y también sin confrontación agonística con un Otro -conforme a la polémica y discutible definición de política en Schmitt- no es posible movilizar pasiones colectivas: la democracia europea se convierte, para Seoane, en un oxímoron. A partir de estos presupuestos, la discusión sobre el futuro o quizás la arqueología de Europa se enriquece.