Cultura digital y cosmopolitismo en contextos migratorios

 

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Por Amparo Huertas Bailén (InCom-UAB)

La globalización nos lleva a vivir en un mundo hiperconectado donde cada vez es más fácil acceder a contenidos producidos desde culturas ajenas y contactar con personas que residen en otros lugares. Ante esta nueva realidad, nos hacemos la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto todo ello está contribuyendo a una mayor sensibilidad intercultural?. ¿Conocer otras culturas nos despierta el interés por saber sobre ellas?, ¿nos predispone a una mayor aceptación de la diversidad o, incluso, a una actitud más solidaria?. Ahora bien, cabe advertir que nuestra reflexión se preocupa básicamente de los contextos sociales en los que el análisis de la interculturalidad puede considerarse como una adignatura obligatoria, pues nos ocupamos de la convivencia en espacios con elevada presencia de población migrante.

Desde el año 2007, una de las líneas de trabajo delInCom-UAB es analizar el modo en que el consumo cultural contribuye en el proceso de adaptación de la población migrante (con una mirada no-paternalista, no-colonialista y que incluye la perspectiva de género). Tras diversas inmersiones en los procesos de sociabilidad digital entre migrantes y autóctonos (incluyendo los vínculos amistosos entre los diferentes colectivos migrantes), uno de nuestros intereses actuales es analizar cómo el consumo audiovisual con el desarrollo de lo digital contribuye en la formación de una actitud cosmopolita entre adolescentes que conviven en barrios multiculturales.

 

La comunicación intercultural en una sociedad hiperconectada

Entendemos el consumo cultural como una actividad imprescindible para el bienestar social y, en el caso de la población migrante, como algo esencial para su proceso de adaptación al nuevo entorno de convivencia, por su función cohesionadora como espacio público que es. El concepto de "conexión pública" (Public Engagement), de Couldry, Livingstone y Markham (2007), resulta un pilar básico en nuestro marco teórico.

A lo largo de nuestra trayectoria, y teniendo muy en cuenta el desarrollo de la investigación en comunicación intercultural (Gudykunst, W. B., & Mody, 2002), hemos ido reformulando y delimitando una clasificación de la oferta cultural adaptada al estudio de la población migrante. A partir de la distinción entre lo global, lo local y lo étnico, hablamos de (a) contenidos dominantes globales (mainstream), (b) contenidos que responden a la cultura del nuevo país de residencia y (c) contenidos realizados desde las raíces culturales propias. Recogemos así las aportaciones de Pfister y Soliz (2011), cuando plantean que la comunicación intercultural debe ser reconceptualizada en una sociedad hiperconectada. Hay que analizar los efectos en la vida cotidiana de la interacción y de la hiperconectividad, así como el nivel de igualdad (o desigualdad) en los intercambios culturales.

Muy lejos ya de las visiones colonialistas que defendían el asimilacionismo como meta a alcanzar (abandono de las raíces culturales propias), es pertinente pensar en los medios de comunicación como fuentes de recursos para la formación de identidades en esas vidas fronterizas. Nos referimos al "individuo frontera", término empleado por Serrano-Niza (2011) para denominar a las personas que -como resultado de un proceso migratorio- hacen combinaciones culturales difíciles de predecir y hasta imposibles, y a las "comunidades paradójicas" de las que habla bhabha (2013), grupos atrapados en temporalidades históricas de identificaciones parciales y dobles que existen de manera contigua en la vida ética y política.

 

Globalización y cosmopolitismo

Dos conceptos son clave en esta reflexión: globalización y cosmopolitismo. En las décadas de los 80 y los 90 del siglo pasado la postmodernidad anunció la urgente necesidad de reconsiderar las teorías sociales y los conceptos vigentes. En el área de la comunicación, esa necesidad reaparece constantemente fruto de los imparables desarrollos tecnológicos.

Desde el área de la comunicación, los estudios sobre la globalización se han centrado en los flujos comunicativos: la organización de grandes conglomerados empresariales en el sector del entretenimiento y las consecuentes luchas geopolíticas culturales (soft power). Junto a ese enfoque, también han abundado los estudios acerca de la heterogeneidad de la globalización, que, aunque han aportado conceptos tan relevantes como el de glocalización, se han centrado sobre todo en la adaptación local de lo global e, incluso, en cómo lo local incorpora el tratamiento global para generar contenidos exportables.

Sobre la noción de cosmopolitismo, Kristian Shaw (2017) hace un interesante repaso de su evolución. Durante una larga etapa este término estuvo vinculado a miradas utópicas y, situados ya en el siglo XXI, este autor plantea como inaplazable una visión crítica que tenga en consideración la desigualdad entre culturas. Shaw especifica la necesidad de abordar diferentes aspectos, entre los que destacamos los derechos humanos, la seguridad global, la desigualdad en relación a la movilidad transnacional, los efectos sociopolíticos de la comunicación tecnológica y la propia expansión de la globalización. De alguna manera, Hannerz (1998) ya planteó la urgencia de esta revisión años atrás: ninguna ciencia social puede estudiar los pueblos como algo "exótico" y "distante", y, además, la globalización, dadas las posibilidades de conexión que ofrece, nos impide hablar de culturas mosaico.

Kristian Shaw (2017), cuya área de conocimiento es la literatura, después definir la época contemporánea como una etapa de destrucción de los paradigmas utópicos con la expansión de los discursos nacionalistas y xenófobos, defiende que la ficción es el único medio que permite reconfigurar el cosmopolitismo. Considera que este es el único género capaz de plantear modelos de vida y de relacionarnos con el Otro e, incluso, de dar respuesta a los problemas que suele rodear todo encuentro entre culturas. La actitud cosmopolita solo es posible a partir del interés real por acercarse y conocer al Otro, y esto tiene que darse de forma recíproca (Hannerz, 1998). Según Shaw (2017), la literatura puede ser una herramienta muy útil.

 

Las primeras aproximaciones: los estudios culturales

Para el estudio de la influencia del consumo cultural en los procesos de hibridación cultural de las familias y personas migrantes, los Estudios Culturales son un referente básico. De hecho, es aquí donde se sitúan los primeros análisis de la recepción mediática transnacional (cross-cultural readings), aunque su punto de partida -a diferencia del nuestro- no era el desplazamiento poblacional sino la movilidad de los contenidos y, sobre todo, el poder global de la industria del entretenimiento estadounidense. (Huertas, 2002)

En el marco de los Estudios Culturales, la búsqueda de referencias más próximas nos lleva hasta Morley (2005). Este autor plantea que la visión eurocentrista dominante en los contenidos puede provocar el rechazo de su consumo entre migrantes y, en consecuencia, dificultarse así el papel de la comunicación como desencadenante de procesos de hibridación cultural.

En el campo específico del estudio del fenómeno fan (fandom studies), también hallamos perspectivas que nos resultan muy útiles. El interés juvenil por contenidos mediáticos elaborados desde paradigmas culturales ajenos -especialmente desde la perspectiva de la sociedad occidental- es un objeto de estudio clásico en esta área y Sexton (2017), a partir de su análisis sobre el consumo cinematográfico, hace una fuerte crítica sobre su desarrollo. En primer lugar, este autor, quien en el mismo inicio de su artículo se ve obligado a aclarar que trabaja desde la perspectiva de los países occidentales anglófonos, señala que el calificativo de exótico se determina desde una clara posición lingüística dominante, pues es evidente que hay una mayor presencia de medios en inglés en países no anglófonos que a la inversa. En segundo lugar, Sexton (2017) alerta de que la mayor parte de los estudios carecen de evidencias empíricas.

 

Discurso del odio versus cosmopolitismo

Una de las principales preocupaciones en la actualidad es la expansión del "discurso del odio". Petra Kammerevert, co-ponente del Parlamento Europeo de la revisión de la Directiva de Servicios de Comunicación Audiovisual, en un acto realizado el 21 de abril de 2017 en Barcelona destacó la necesidad de tomar medidas para acabar con este problema en Internet. Ello es urgente, dada la gran proliferación de discursos humillantes con matices racistas y xenófobos (bromas, mentiras, amenazas, injurias,…), como queda reflejado en los estudios de Media Smarts, un centro de Canadáespecializado en la educación digital, o en las aportaciones de Bayrakli & Hafez (2015), quienes alertan del gran volumen de mensajes islamófobos, basados en el miedo y en el desconocimiento, especialmente tras los atentados del 11s.

Frente a esa justificada preocupación, es necesario también pensar en el potencial del cosmopolitismo digital. Cuestiones como la creciente creación de espacios identitarios digitales étnico diaspóricos (Grasmuck, Martin & Zhao, 2009) o cosas más sencillas, como la posibilidad de poder elegir la lengua de consumo mediático (original, doblada,…), nos hacen pensar en la posibilidad de que, como contrapartida a la viralización del odio, también puedan aparecer actitudes cosmopolitas y solidarias.

Así, por ejemplo, la Comisión Europea está trabajando para promocionar, a partir de lo audiovisual, el aprendizaje de idiomas, la diversidad lingüística y una economía multilingüe. Una muestra de ello es el Informe Study on the use of subtitling. The potential of subtitling to encourage foreign language learning and improve the mastery of foreign languages (EACEA/2009/01). Este documento nos resulta especialmente interesante debido a que incluye un análisis del impacto de la subtitulación en la integración de la población migrante al entender que este servicio puede ser una herramienta útil para el aprendizaje de la lengua del "país de acogida". No obstante, los resultados que apunta no son muy optimistas, pues el estudio constata, una vez más, un claro dominio de la oferta anglófona.

 

Primeras hipótesis

A partir de nuestros estudios previos, lo cierto es que detectamos que el comportamiento del migrante en la cultura digital no parece estar orientado al cosmopolitismo. Las personas con experiencias migratorias no se sienten bien tratadas en los contenidos mediáticos producidos en su nuevo país, lo que provoca el malestar o directamente el rechazo de los mismos. O, cuando se dan dificultades de comprensión lingüística, hay una tendencia clara hacia la búsqueda de productos hechos a partir de los parámetros de sus raíces.

Ahora bien, junto a esta visión negativa, es cierto que se detectan diferencias entre unas generaciones y otras. La población migrante adulta tiene un mayor contacto con productos culturales que responden a sus raíces y la gente joven está más predispuesta a la novedad, pero eso no puede interpretarse ni como segregación ni como asimilación respectivamente. Se da siempre la hibridación, en mayor o menor medida.

Nuestros estudios lo que demuestran es que un mismo individuo puede combinar a la vez, en el marco de su consumo cultural, comportamientos tipificados tradicionalmente como asimilacionistas, integradores y segregacionistas, aunque ello pueda parecer contradictorio. Es más, nuestro último estudio, realizado sobre mujeres musulmanas procedentes del Magreb en Catalunya, apunta que disponer de un consumo que combina lo familiar, basado en las raíces culturales, y lo individual, más abierto hacia otras culturas, puede servir de garantía para un buen proceso de integración, pues lo primero refuerza la autoestima y lo segundo contribuye a la convivencia intercultural.

Esto nos lleva a pensar en Hannerz (1998) de nuevo, cuando este autor expone de forma clara lo importante que son los modelos con los que pensamos la realidad. Este autor indica que, considerando que un mismo individuo puede tener simultáneamente comportamientos miméticos y de carácter diferenciador, resulta un error ahondar en discursos puros, que tan solo diferencian entre homogeneidad y diversidad de manera dicotómica.

 

Referencias bibliográficas

– Bayrakli, E., & Hafez, F. (comp.) (2015). European Islamophobia Report 2015. Estambul: SETA /Foundation for Political and Social Research.

– bhabha, homi k. (2013). Nuevas minorías, nuevos derechos. Notas sobre cosmopolitanismos vernáculos. Madrid: Siglo XXI

– Couldry, N., Livingstone, S. & Markham, T. (2007). Media Consumption and Public Engagement: Beyond the Presumption of Attention. London: Palgrave Macmillan.

– Grasmuck, S.i; Martin, J. & Zhao, S. (2009). Ethno-Racial Identity Displays on Facebook. Journal of Computer-Mediated Communication 15, 58-188.

– Gudykunst, W.B. & Mody, B.(Eds.) (2002). Handbook of international and intercultural communication (pp. 25–50). Thousand Oaks, CA: Sage.

– Hannerz, U. (1998). Conexiones transnacionales. Cultura, Gente, Lugares. Madrid: Edocopmes Cátedra.

– Huertas, A. (2002). La audiencia investigada. Barcelona: Gedisa.

– Morley, D. (2005). Pertenencias. Lugar, espacio e identidad en un mundo mediatizado. En L. Arfuch, Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias. (pp. 129-168). Buenos Aires: Paidós.

– Pfister, D. & Soliz, J. (2011): (Re) conceptualizing intercultural communication in a networwing society. Journal of International and Intercultural Communication 4:4 (November), 246-251

– Serrano-Niza, Dolores (ed.) (2011). ¿Visibles o invisibles? Mujeres migrantes, culturas y sociedades.

Madrid: Plaza y Valdés.

– Sexton, J. (2017). The allure of otherness:transnational cult film fandom and the exoticist assumption. Transnational Cinemas, 8: 1, 5-19.

– Shaw, Kristian (2017). Cosmopolitanism in Twenty-first Century Fiction. Palgrave MacMillan

 

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