Margarita Zires (Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco) reseña el libro de Guiomar Rovira «De las redes de activistas a las multitudes conectadas a través de Internet».
Nada menos que 23 años de rebeliones conectadas a través de Internet son motivo de reflexión en el nuevo libro de Guiomar Rovira. Un recorrido histórico, analítico, crítico y apasionante sobre el distinto papel que ha jugado esta tecnología en las protestas sociales. Un ensayo teórico y conceptual que permite atrapar y asir de una manera sutil y sugerente el fenómeno de la acción política y la comunicación en la red, pero, ¿qué entiende por comunicación y acción política? (1)
La comunicación es concebida en su sentido amplio de comunicar, establecer vínculos y de creación de comunidad, de esa forma se aleja de su visión reducida en tanto que transmisión de información. También se aparta de la noción restringida de la política que está ligada a las estrategias gubernamentales y la lucha electoral. La acción politica es vista aquí como irrupción y acontecimiento que permite el surgimiento de nuevos actores y sujetos políticos en el espacio público, la emergencia de una comunidad hasta ahora inexistente. Por ello, el libro analiza la comunicación vinculada a la acción política y la acción política en tanto comunicación y gestación de comunidad, en tanto lucha por lo común.
El libro está atravesado por la experiencia de la autora como activista e investigadora de distintos movimientos sociales y acciones colectivas; está marcado por su espíritu anarquista, zapatista, feminista; lleva la huella de su práctica académica comprometida con el esclarecimiento de los condicionamientos tecnológicos y comunicativos del desarrollo del capitalismo actual, así como con la iluminación de los caminos insospechados que han construido los activismos en la red , los cuales coexisten paradójicamente a este desarrollo y se nutren de él. El libro está atravesado por la pasión de Guiomar Rovira de ver las contradicciones, de ahí que las reflexiones teóricas no se conviertan en discusiones académicas abstractas despegadas del acontecer social. Todo lo contrario, dichas reflexiones parten de la política de la gente, de la acción política y comunicativa de todos aquellos que participan en la red, de la política de los “cualquiera”, como ella afirma.
El libro brinda una discusión pormenorizada y sistemática de las categorías que han poblado las reflexiones de las disciplinas de las ciencias sociales sobre los movimientos sociales y las acciones colectivas en las últimas décadas nutrida de la presentación detallada de casos singulares de múltiples tipos de rebeliones que se han apropiado de la red y se han configurado a través de ella. Entre ellos, están el caso de las redes zapatistas, del movimiento altermundista, del pragmatismo hacker, así como el análisis de las prácticas políticas del #Yosoy132, junto con la presentación del caso del movimiento de protesta de Ayotzinapa a partir de la desaparición forzada de los 43 estudiantes, protesta que agitó las calles y las redes no sólo en México, sino a nivel internacional y las sigue haciendo vibrar.
Desde la introducción la autora distingue dos fases fundamentales del activismo que están ligados, a su vez, al desarrollo del Internet: una primera fase que se funda con la web 1.0 y una segunda fase que se basa en la web 2.0. La primera fase de la web 1.0 posibilitó el encuentro de los activistas con las redes transnacionales en un contexto de globalización que va desde los noventa a la primera década de este siglo, por eso la llama la etapa de “las redes activistas”. La infraestructura de Internet permitió, por ejemplo, tejer las relaciones de solidaridad a nivel internacional del zapatismo en Chiapas y que el movimiento altermundista consolidara múltiples lazos “con las luchas sociales contra el modelo capitalista y neoliberal”. De acuerdo con Guiomar Rovira en esta fase: “Los activistas se convierten en comunicadores eficaces e inmediatos de sus propias acciones, periodistas de su aparición pública, cronistas involucrados, streamers, narradores situados y fotógrafos capaces de denunciar y mostrar la violencia policial, hackers dispuestos a interrumpir flujos y a inventar nuevas tácticas en los espacios virtuales globales” (p. 13). Los ejemplos muestran como los activistas crean una comunicación propia y medios alternativos, ya no dependen tanto de que los medios de difusión masiva den a conocer sus demandas. Ellos mismos empiezan a visibilizarlas y a contrarrestar la criminalización mediática de sus protestas.
La segunda fase la ubica a partir del surgimiento de la web 2.0 y el auge de las plataformas de las redes sociales como Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, así como a partir del acceso más amplio de la telefonía móvil e inteligente de parte de la población a nivel mundial. Esta nueva infraestructura permite la irrupción de lo que ella llama la etapa de “las multitudes conectadas” que dieron lugar a las Primaveras Árabes en 2011 y a otras movilizaciones que tuvieron lugar en años posteriores en Grecia, Portugal, l@s Indignad@s en España, los Okupy en Estados Unidos, el #YoSoy132 en México y otras no menos importantes en Turquía, Brasil y Hong Kong. En ellas se posibilita la participación de todos los “cualquiera”, de la gente que no pertenece a ninguna organización, ni posee credencial de activistas, ahí desde el anonimato. No se trata de colectivos con ideologías claras, sino multitudes que no poseen una unidad, pero que se organizan en las redes digitales y salen a las calles y al salir están online y en la red al mismo tiempo. Ello presupone que la articulación offline y online, o sea, que la comunicación presencial y cara a cara, tanto como la interacción digital en la vida cotidiana y la acción politica sea mucho más intensa. Los liderazgos son puestos en duda, por lo que la acción horizontal es la tendencia. Según la autora, los espacios de lucha en esta etapa se vuelven más prefigurativos que ideológicos y programáticos, ya que: “Las multitudes conectadas constelan otro mundo posible en el aquí y en el ahora, en el atisbo fulgurante de una plaza que se expande en las redes y crece vinculando figuraciones inesperadas” (p.15). La apuesta no es transformar toda la sociedad, sino experimentar en un presente y en situ nuevas maneras de relacionarnos con los otros, adquiriendo a través de ello una nueva subjetividad, y una nueva pertenencia a un nuevo ser colectivo, aunque sea por un tiempo acotado.
En relación con el tiempo, Guiomar Rovira señala que las multitudes conectadas en general no duran, no se sedimentan, pero su actuación y puesta en escena deja huella en la experiencia y en la imaginación colectivas. Considera que esta dimensión debería de ser analizada con más detenimiento, cuando la gente abandona la plaza y regresa a casa. Invita a revisar en qué forma las experiencias particulares de las multitudes se convierten en semillas de nuevas acciones políticas y de nuevas organizaciones.
El libro no invita a idealizar las Primaveras Árabes, reconoce que su porvenir fue muy contradictorio, “no puede decirse que tuvieran un final feliz”. Repasa de una manera breve, pero aguda también los devenires e impactos de las acciones de las multitudes conectadas que tomaron las plazas en España, las cuales llevaron después a la creación de un nuevo partido como Podemos y algunos éxitos electorales en ciertas alcaldías. Señala la manera como la ocupación de Wall Street, si bien no generó organizaciones alternativas verificables, permitió que la impugnación del modelo neoliberal y del capitalismo financiero permeara “la reflexión colectiva y producción cultural” en Estados Unidos
Unidos.
El análisis apasionado del actuar de las multitudes conectadas no la lleva a dejar de lado el estudio de los mecanismos de control y vigilancia de los organismos estatales o de las corporaciones que irrumpen también en las redes: “Contra estas multitudes refulgentes que empujan a la empatía, a la mímesis, al remix y al retwuit se erigen la vigilancia y el control desde las mismas tecnologías en manos de los estados y las corporaciones” (p. 19). De ahí también que el primer capítulo esté dedicado precisamente a reflexionar sobre las limitaciones a la libertad política en la red debido a los intereses corporativos y gubernamentales, así como el uso de las tecnologías digitales “para la extracción de valor económico, el control y la vigilancia” (p. 19).
En este análisis del activismo en red, el capítulo 4 sobre las multitudes conectadas me cautivó de especial manera y a él quisiera dirigir mi atención. ¿Cómo entender la noción de multitudes y de multitudes conectadas? ¿Cómo entender este tipo de movilización? Una revisión de los conceptos de la tecnopolítica, de la sociología de los movimientos sociales, de la sociología de la información de Castells, del pensamiento de Deleuze y evidentemente de las nociones de multitud en Virno, Negri, Hard asi como la noción de configuraciones sociales de Norbert Ellias contribuyen a darle un andamiaje fuerte a su concepción teórica.
En su planteamiento está claro que el fenómeno de las multitudes no puede ser abordado como parte de los “nuevos movimientos sociales”, en tanto grupos de presión más o menos estructurados y organizados de manera jerárquica, que llegan a crear una mínima unidad a pesar de las diferencias de sus integrantes, que generan identidades, valores o creencias compartidos y que utilizan como algo complementario la tecnología comunicativa en la red. Las multitudes conectadas no llegan a generar una unidad, ni una organización jerárquica, como señalamos antes, aunque los grupos y las organizaciones y colectivos pueden formar parte de las multitudes, pero no como elementos estructurantes de la acción. Las multitudes no adoptan nombres propios, sino comunes como Yosoy132. “Un hashtag no es propio, ni apropiable, es una etiqueta, un lugar de arribo y de partida para una conversación, para una relacionalidad. Las multitudes son materializaciones de esas agregaciones de cualesquiera, de ‘los muchos’ sin unidad” (p.138). Se trata de pluralidades, “ejércitos sin comando” siguiendo la metáfora de Deleuze, pero la autora aclara también que las multitudes tampoco son sumas de individuos desarticulados. Las multitudes conectadas están enredadas, en red y ahí retoma la noción de configuraciones sociales de Norbert Ellias como “entramados de interdependencia constituidos por individuos”.
Las configuraciones a las que alude Guiomar Rovira para comprender las multitudes conectadas son performativas. Son producciones del momento, puestas en escena acuerpadas que se derivan de múltiples acciones individuales in situ, así como de articulaciones en redes. Las multitudes en tanto configuraciones son además inaprensibles en su totalidad, ya que se caracterizan por estar abiertas a la intervención de cualquiera, no conforman sistemas cerrados. Se apartan de las configuraciones tipo estrella que tienen un núcleo fijo. Poseen más bien un núcleo dinámico, lo cual les confiere adaptabilidad y flexibilidad. Pero pueden estar configuradas por nodos con muchísimas conexiones que en determinado momento se pueden convertir en líderes o vanguardias temporalmente.
Las multitudes conectadas presuponen un nuevo sujeto, lo que los estudiosos de los nuevos procesos de subjetividad y la tecnología llaman un “sujeto ciborg”, un sujeto que ha incorporado las distintas posibilidades del Internet en sus múltiples dispositivos móviles y no móviles en tanto extensiones de su mismo cuerpo. Su vida cotidiana está profundamente permeada por la tecnología de la era digital, lo cual no significa que sea un adicto al Internet y no tenga una vida social y no se mueva en los espacios públicos, en las calles. Aquí Guiomar Rovira aclara que las plazas públicas también están en la red y que de hecho algunos individuos participantes muy activos nunca llegan a tocar las calles, aunque la mayoría sí lo hagan.
Al final del libro y como anexo, la autora nos presenta un análisis de dos casos: las prácticas comunicativas y políticas del #Yosoy132 y las movilizaciones de protesta de Ayotzinapa relacionadas con la desaparición forzada de los 43 estudiantes. En ambos casos aplica la noción de multitudes conectadas. En el primero estudia precisamente un hashtag que devino multitud el #Yosoy132. Analiza sus prácticas comunicativas en las calles y plazas así como en la red como prácticas estéticas que interpelan de otra manera a los sectores que hasta ahora no habían participado en la política des-anestesiándolos, sensibilizándolos, abriendo sus ojos, poros y todos sus sentidos a partir de otro tipo de discursos y lenguajes escrito, verbal, auditivo y audiovisual, diferentes formatos narrativos y otras maneras de enunciar y nombrarse: Ni un sujeto plural, ni un sujeto individual, pero las dos cosas a la vez; un individuo colectivo o una colectividad que permite y promueve la expresión individual: Yosoy132, a diferencia de las fórmulas más colectivas que podrían haber sido enunciadas: Todos somos132 como Todos somos Atenco, así como #TodossomosAyotzinapa o #Ayotzinapasomostodos.
Precisamente en este caso de los 43 estudiantes de #Ayotzinapa analiza también las múltiples movilizaciones que se dieron tanto en la calle in situ como online, lo cual permitió que se fuera construyendo una narrativa colectiva en contra de la versión oficial, en la cual recaía la culpa de su desaparición no sobre el crimen organizado, sino sobre el estado, de ahí que haya surgido el hashtag #FueElEstado. Considera que las multitudes conectadas en este caso llegaron a conformar una constelación performativa global que llegó a poseer un alcance todavía mayor que el del Yosoy132, ya que se alimentó de todas sus experiencias, habilidades y tácticas tornándose un “acontecimiento hiperconectado”, en los términos que usa Javier Toret en su libro Tecnopolítica y 15M. De acuerdo con ella: “Estos casos permiten considerar con más detalle esta política de cualquiera que interpela a la humanidad y a la vida en su conjunto y que se abre al mundo, frente a la clausura aniquilante de las formaciones predatorias del dinero y la violencia que rigen el sistema global” (p.20).
Cabe aclarar, sin embargo, que su mirada no se queda fija en el estudio de la potencia de estos movimientos insurgentes, sino también en el análisis de las fuerzas en contra que se generan en la red, de los robots contrainsurgentes que son contratados y puestos en escena por múltiples instancias del poder para manipular la opinión pública y para boicotear la expresión de las multitudes conectadas. Esto lo ilustra claramente a través de los ataques masivos que recibió el hashtag #YaMeCanse (que congregaba a los sectores en defensa de la lucha por Ayotzinapa), el cual llegó a tener más de 4 millones de menciones y constituirse en trending topic 26 días seguidos en 2014, así como a través de la presentación de las tácticas de resistencia que generaron las multitudes conectadas en defensa del esclarecimiento del caso de los 43 estudiantes desaparecidos, una memoria de lucha, contralucha y aprendizaje que pocas veces es reconocida.
Por todos estos análisis puntuales, precisos, sutiles, minuciosos y una escritura clara y no pocas veces poética se agradece la publicación de este libro fundamental en los tiempos que corren.