Desnudos frente al algoritmo

 

Selección

Carlos Fernández Liria

He vivido estos días una experiencia onírica que me ha traído a la memoria una anécdota que leí en un libro de antropología. Una vez, un misionero reprochó a un indígena su desnudez y éste le respondió, señalándole la cara: “Pero vosotros también estáis desnudos aquí”. “¡Pero eso es la cara!” , respondió el misionero. Y entonces el indígena replicó: “Es que para nosotros todo es cara”. 

Estos días, yo lo he tenido más difícil que ese indígena. Un algoritmo de Youtube ha decidido interrumpir una serie de antropología que estaba colgando en mi espacio La Filosofía en Canal, que tengo abierto desde hace cosa de tres años. Resumo apretadamente la extraña distopía en la que me he visto envuelto en estas últimas semanas. De pronto, Youtube se negó a aceptar mis videos, tal y como ocurre cuando intentas subir algún contenido con derechos de autor susceptibles de reclamación.

Me costó mucho encontrar el motivo, porque cuando preguntas a Youtube te contesta un algoritmo de muy parcas explicaciones. Hay la posibilidad de insistir hasta que logras contactar con una persona humana. Tras mucho tirar de la lengua a los humanos supuestamente responsables, se me comunicó más o menos la siguiente situación: el algoritmo de Youtube había considerado que en mi canal se exhibía pornografía infantil (“imágenes de menores sexualizados o donde se les explote sexualmente”). Eso había provocado que se me adjudicara un número que volvía sospechosa cada cosa que intentara subir, de tal manera que, cada vez más, todos mis contenidos eran rechazados. Y cuanto más insistía, más sospechoso me volvía. Incluso algunos de mis videos pasaron a ser calificados de “incitación al odio”. A ello se sumó que, por lo visto, ya hace años, el algoritmo me había calificado de negacionista de las vacunas, lo que me convertía en reincidente.

He tenido que rebobinar. En efecto, he recordado que hace tiempo Youtube retiró un video de mi canal en el que retóricamente venía a decir que lo más peligroso del negacionismo durante la pandemia era el empeño que se ponía en negar el capitalismo y sus terribles efectos en la industria farmacéutica. Pero el algoritmo había entendido que lo que negaba era las vacunas. Investigando un poco más, he llegado a entender que el motivo por el que se me ha clasificado de “incitador al odio” es que había pretendido titular ‘El ser humano en la basura’ el capítulo 5 de mi serie de antropología, algo que venía bastante a cuento si se considera que todo el capítulo era un comentario de un texto de Claude Lévi-Strauss en el que dice que “los antropólogos buscamos nuestro tesoro en los cubos de la basura de los historiadores”. Y así llegué a entender también lo de la pornografía infantil. El algoritmo había localizado semejante cosa en las fotos de los nambikaras (hombres, mujeres y niños) que Lévi-Strauss incluyó en su libro ‘Tristes Trópicos’, un clásico inmortal de la antropología, traducido a todas las lenguas del mundo y del que se habrán vendido miles de millones de ejemplares sin que el algoritmo de Youtube se haya percatado. Tampoco ha caído en la cuenta, el dichoso algoritmo, de que los nambikaras de las fotos, en realidad, no están desnudos, porque llevan un cordón en la cintura; y, de hecho, se sienten muy avergonzados de mostrarse sin él, porque se sienten desnudos. 

Un gran malentendido, sin duda. Pero a partir de aquí es cuando todo se vuelve onírico. Los humanos que hay detrás del algoritmo aseguran que no hay medios para intervenir en el criterio de la máquina (si es que es una máquina). La única posibilidad sería “enseñarle”,  hacer que cambie su opinión sobre mí. Y no pueden informar sobre cómo se podría hacer eso. Todo el mundo sabe que es un error, pero no se puede hacer nada, no se le puede decir al algoritmo que se ha equivocado. La única posibilidad es enseñarle a cambiar su criterio, un verdadero acertijo o quizás un sortilegio que recuerda a los cuentos de hadas. Finalmente, tras mucho meditar, hemos recurrido a una especie de tratamiento conductista: subir centenares y centenares de contenidos para “reeducar” al algoritmo, a ver si se acostumbra al hecho de que soy una persona normal. Algunos youtubers más experimentados me han asegurado que así acaba por entender en cosa de dos o tres meses. Respecto al capítulo 5 de la serie de antropología, hemos recurrido provisionalmente  a una estratagema de las antiguas: hemos vestido con fotoshop a los indígenas con unos grandes calzones blancos (antes probamos a pixelar los pezones y los culos, pero el algoritmo no se dio por satisfecho). 

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Imagen de rannpong en Pixabay

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