El bibliotecario de Oxford avisa: protejamos los libros

 

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Ruinas de la biblioteca bombardeada de Sarajevo (Gervasio Sánchez)

RICHARD OVENDEN

Desde hace varios años, el conocimiento tiene un papel fundamental en la lucha contra los principales problemas que afronta el mundo. La idea de que el clima ha llegado a una situación de crisis debido a las acciones de la humanidad se topó con el rechazo de los negacionistas, pero ha quedado demostrada por los científicos que examinan largas series de registros climáticos —documentados, por ejemplo, en los archivos que se conservan en la región francesa de Borgoña desde hace más de seis siglos—. Esos datos muestran que las fechas de la vendimia se volvieron erráticas desde hace 50 años. El referéndum del Brexit en el Reino Unido y las elecciones presidenciales de EE UU en 2016 fueron momentos trascendentales que tuvieron profundas consecuencias para la vida de miles de millones de personas. Ahora sabemos que los resultados de ambas consultas estuvieron muy tergiversados por la manipulación de los datos personales procedentes de las redes sociales y otras fuentes en internet a través de las actividades de la compañía Cambridge Analytica. El Gobierno británico presionó de forma desmesurada con su política migratoria a miles de ciudadanos, obligándoles a probar su derecho a permanecer en el Reino Unido. Son los integrantes de la llamada “generación Windrush”, formada por caribeños que llegaron a la isla tras la II Guerra Mundial. Por si fuera poco, el departamento gubernamental responsable destruyó deliberadamente los registros que podrían haberles ayudado a defender su situación.

Las primeras comunidades que se establecieron en nuestro planeta ya eran conscientes del valor del conocimiento. Las civilizaciones antiguas de Mesopotamia fueron las primeras en desarrollar la costumbre avanzada de conservar registros en los archivos y almacenar textos en bibliotecas. El rey Asurbanipal de Asiria comprendió el poder que podía conferirle una biblioteca casi universal y se propuso obtener documentos de las bibliotecas de sus enemigos, a las que enviaba a agentes suyos para que se los llevaran a su gran biblioteca de Nínive. También las fuerzas británicas pusieron el énfasis en el conocimiento cuando asediaron Washington en 1814, la nueva capital de las antiguas colonias norteamericanas de Gran Bretaña. La Biblioteca del Congreso, una fuente importante para los legisladores y sus funcionarios, se quemó cuando incendiaron la ciudad, un acto que, según un oficial del Ejército británico presente en aquel momento, “fue algo de lo que arrepentirse”. Todas las potencias europeas trataron sus archivos coloniales con la misma crueldad a medida que sus antiguas colonias adquirieron la independencia en el siglo XX. “No hay poder político sin poder sobre el archivo”, escribió Jacques Derrida en 1995, algo que las potencias imperiales, tanto antiguas como modernas, han comprendido a la perfección.

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