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Sergio Ferrer
Las primeras vacunas contra el nuevo coronavirus afrontan desafíos que van mucho más allá de su eficacia y seguridad; necesitan que la población confíe en ellas. Los expertos temen que el exceso de optimismo genere expectativas irreales, o que se las culpe de efectos que no son suyos. Por ejemplo, ¿qué pasará cuando mueran personas mayores ya vacunadas?
Hace un año todavía no habíamos oído hablar del SARS-CoV-2 y hoy ya tenemos vacunas contra él. La candidata de Pfizer, por ejemplo, ha mostrado su eficacia y seguridad en ensayos clínicos. Reino Unido comenzó a utilizarla esta semana y se espera que la FDA estadounidense dé el visto bueno en pocos días. Es motivo de celebración, pero la pandemia es una maratón que todavía no ha terminado.
“Crear la falsa esperanza de que vamos a contar en breve con una vacuna o tratamiento efectivo contra la covid-19 puede ser un alma de doble filo que podría causar una gran decepción si las expectativas no se cumplen”, advertía el investigador del King’s College de Londres (Reino Unido) José M. Jiménez en un artículo publicado en The Conversation a principios de octubre en el que invitaba a ser “realistas” y no esperar un “milagro”.
Estas palabras parecen hoy obsoletas. Sin embargo, las vacunas todavía tienen que superar varios retos para lograr el éxito. Por ejemplo, demostrar su eficacia en condiciones de uso real y que empresas y gobiernos puedan producirlas y distribuirlas de manera equitativa por todo el planeta ante la demanda global.
Por eso, la comunicación será fundamental. No solo para que la población las acepte, sino para que modere sus expectativas, entienda los riesgos y se prepare ante los problemas que puedan surgir por el camino. También para que no se relajen las medidas ante la percepción de que el final de la pandemia está a la vuelta de la esquina.
“Hay que hacer mucha pedagogía para que la gente entienda que si llega [la vacuna] habrá pasado todos los trámites, pero al mismo tiempo explicar que todavía no llega”, explica a SINC la investigadora del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) Sonia Zúñiga.
Seguir leyendo: SINC
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Sergio Ferrer
Las primeras vacunas contra el nuevo coronavirus afrontan desafíos que van mucho más allá de su eficacia y seguridad; necesitan que la población confíe en ellas. Los expertos temen que el exceso de optimismo genere expectativas irreales, o que se las culpe de efectos que no son suyos. Por ejemplo, ¿qué pasará cuando mueran personas mayores ya vacunadas?
Hace un año todavía no habíamos oído hablar del SARS-CoV-2 y hoy ya tenemos vacunas contra él. La candidata de Pfizer, por ejemplo, ha mostrado su eficacia y seguridad en ensayos clínicos. Reino Unido comenzó a utilizarla esta semana y se espera que la FDA estadounidense dé el visto bueno en pocos días. Es motivo de celebración, pero la pandemia es una maratón que todavía no ha terminado.
“Crear la falsa esperanza de que vamos a contar en breve con una vacuna o tratamiento efectivo contra la covid-19 puede ser un alma de doble filo que podría causar una gran decepción si las expectativas no se cumplen”, advertía el investigador del King’s College de Londres (Reino Unido) José M. Jiménez en un artículo publicado en The Conversation a principios de octubre en el que invitaba a ser “realistas” y no esperar un “milagro”.
Estas palabras parecen hoy obsoletas. Sin embargo, las vacunas todavía tienen que superar varios retos para lograr el éxito. Por ejemplo, demostrar su eficacia en condiciones de uso real y que empresas y gobiernos puedan producirlas y distribuirlas de manera equitativa por todo el planeta ante la demanda global.
Por eso, la comunicación será fundamental. No solo para que la población las acepte, sino para que modere sus expectativas, entienda los riesgos y se prepare ante los problemas que puedan surgir por el camino. También para que no se relajen las medidas ante la percepción de que el final de la pandemia está a la vuelta de la esquina.
“Hay que hacer mucha pedagogía para que la gente entienda que si llega [la vacuna] habrá pasado todos los trámites, pero al mismo tiempo explicar que todavía no llega”, explica a SINC la investigadora del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) Sonia Zúñiga.
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