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Neus Tomàs
Es imposible repasar cómo ha sido hasta ahora la pandemia en España sin tener presente alguna foto de Emilio Morenatti (Zaragoza, 1969). El fotógrafo jefe de The Associated Press en España y Portugal, curtido en cubrir conflictos bélicos, desde Gaza a Afganistán, fue el primero en pasar un mes dedicado a retratar cómo la atención primaria estaba desbordada para hacer frente al imparable avance del coronavirus.
Morenatti es el fotoperiodista que ha logrado colarse en una residencia para captar la imagen de los camilleros de una funeraria llevándose a un fallecido, una de las instantáneas que quedará ya para la historia de esta crisis que no es solo sanitaria. En sus fotos no puede reconocerse nunca a la persona que ha muerto, no se le ve el rostro. Cuando fotografió la morgue del tanatorio de Collserola, evitó que se pudiese identificar a nadie a través de las etiquetas con los nombres que había en los ataúdes. Aún así, algunas de estas imágenes han sido criticadas por ser consideradas demasiado duras. «Muchas veces se apela a la dignidad cuando en realidad lo que se pretende es ocultar», explica. En esta entrevista recuerda que en algún gran periódico sus fotos no aparecieron en portada por el temor de sus responsables a ser acusados de crear alarma social.
Uno de los momentos que más le impactó fue el de una mujer que asistía sola al entierro de su padre. Su madre había muerto también por COVID-19. La señora estaba frente al féretro y se abrazaba a sí misma porque no tenía con quien compartir el abrazo. Morenatti recuerda también el largo beso, entre plásticos y con mascarillas, de una pareja de ancianos que hacía meses que no se había podido ver. Una foto que, como tantas otras, estuvo persiguiendo durante semanas.
Existe una realidad y dices que tu obligación es reflejarla de la forma más sensible y digna posible. Pero hay muchos lectores que cuando ven las fotos publicadas se quejan.
Primero analizaría de qué se quejan. Suelo escuchar a todo aquel que hace una crítica de mi trabajo y al hacer ese análisis miraría cuáles son las razones de por qué no le gusta. En el caso de algunas fotos en las que se han mostrado muertos, yo les argumento que el muerto en sí no tiene identidad porque lo que se ve es un sudario o es una caja de madera. ¿Qué muerto ven? ¿El muerto que quieren ver? Porque ese no es el muerto que yo les estoy contando.
Entendería que alguien se quejase por una foto en la que se mostrase la cara, que fuese un rostro con nombres y apellidos, pero eso no lo estamos haciendo. Hay gente que ve un muerto donde no lo hay y eso me interesa porque significa que estamos consiguiendo mostrarlos sin enseñarlos explícitamente.
Seguir leyendo: elDiario.es[:ca]@EmilioMorenatti
Neus Tomàs
Es imposible repasar cómo ha sido hasta ahora la pandemia en España sin tener presente alguna foto de Emilio Morenatti (Zaragoza, 1969). El fotógrafo jefe de The Associated Press en España y Portugal, curtido en cubrir conflictos bélicos, desde Gaza a Afganistán, fue el primero en pasar un mes dedicado a retratar cómo la atención primaria estaba desbordada para hacer frente al imparable avance del coronavirus.
Morenatti es el fotoperiodista que ha logrado colarse en una residencia para captar la imagen de los camilleros de una funeraria llevándose a un fallecido, una de las instantáneas que quedará ya para la historia de esta crisis que no es solo sanitaria. En sus fotos no puede reconocerse nunca a la persona que ha muerto, no se le ve el rostro. Cuando fotografió la morgue del tanatorio de Collserola, evitó que se pudiese identificar a nadie a través de las etiquetas con los nombres que había en los ataúdes. Aún así, algunas de estas imágenes han sido criticadas por ser consideradas demasiado duras. «Muchas veces se apela a la dignidad cuando en realidad lo que se pretende es ocultar», explica. En esta entrevista recuerda que en algún gran periódico sus fotos no aparecieron en portada por el temor de sus responsables a ser acusados de crear alarma social.
Uno de los momentos que más le impactó fue el de una mujer que asistía sola al entierro de su padre. Su madre había muerto también por COVID-19. La señora estaba frente al féretro y se abrazaba a sí misma porque no tenía con quien compartir el abrazo. Morenatti recuerda también el largo beso, entre plásticos y con mascarillas, de una pareja de ancianos que hacía meses que no se había podido ver. Una foto que, como tantas otras, estuvo persiguiendo durante semanas.
Existe una realidad y dices que tu obligación es reflejarla de la forma más sensible y digna posible. Pero hay muchos lectores que cuando ven las fotos publicadas se quejan.
Primero analizaría de qué se quejan. Suelo escuchar a todo aquel que hace una crítica de mi trabajo y al hacer ese análisis miraría cuáles son las razones de por qué no le gusta. En el caso de algunas fotos en las que se han mostrado muertos, yo les argumento que el muerto en sí no tiene identidad porque lo que se ve es un sudario o es una caja de madera. ¿Qué muerto ven? ¿El muerto que quieren ver? Porque ese no es el muerto que yo les estoy contando.
Entendería que alguien se quejase por una foto en la que se mostrase la cara, que fuese un rostro con nombres y apellidos, pero eso no lo estamos haciendo. Hay gente que ve un muerto donde no lo hay y eso me interesa porque significa que estamos consiguiendo mostrarlos sin enseñarlos explícitamente.
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