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El discurso de Silicon Valley parece estar cambiando. Hace tiempo sus cabezas reconocieron que Internet se les fue de las manos. ¿Habrá modo de desintoxicar las redes sociales de la dependencia a las pantallas, los discursos de odio, las fake news y la vigilancia masiva? Por Axel Marazzi.
Hace tiempo que vengo leyendo a algunas de las personas más importantes de la industria tecnológica arrepentidas. Arrepentidas porque los productos que crearon, sobre todo las redes sociales, terminaron convirtiéndose en algo diferente a lo que habían imaginado. Nos volvieron dependientes, desinforman y amplifican el discurso de odio como nunca antes nada lo hizo y, como si fuera poco, exponen datos que deberían ser privados. Esto terminó haciéndole mal no solo a sus usuarios, sino también al mundo. Incluso aquellos que decidieron quedarse afuera de esas plataformas sufren sus consecuencias. Por eso decidí escribirle al estadounidense Mike Monteiro, un diseñador que, conociendo la industria desde adentro, se convirtió en uno de sus críticos más férreos. Después de dos semanas recibí una notificación en mi celular. Era un correo suyo: “Enviame las preguntas”.
Te doy un poco de contexto. Soy de los millennials más viejos. De esos que no se sienten tan millennials aunque estén pegados a internet como si fuera falopa. De hecho, crecí sin internet ni celular. En mi casa había teléfono de línea y para llamarme a cenar mi vieja salía a la puerta y gritaba mi nombre hasta que yo, que siempre estaba dando vueltas por mi barrio del conurbano, la escuchaba y volvía. La otra opción era llamar por teléfono a la casa de mis dos o tres amigos para decirle a sus padres que me avisaran que fuera a comer. Hoy soy, probablemente, la persona que más rápido contesta un mensaje de WhatsApp que conocés. Hace poco un amigo me dijo:
—No había terminado de escribirte, y ya me habías devuelto el saludo. No estás bien.
Tiene razón. El celular es el medio a través del cual me comunico, hablo con mis amigos y trabajo. A través del cual, en cierta forma, vivo. Y eso sacando de la ecuación que estamos en el medio de una pandemia y que internet se convirtió en una salvación a la hora de realizar videollamadas por Zoom, seguir en contacto con seres queridos y hasta trabajar desde nuestros hogares.
Seguir leyendo: Anfibia
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El discurso de Silicon Valley parece estar cambiando. Hace tiempo sus cabezas reconocieron que Internet se les fue de las manos. ¿Habrá modo de desintoxicar las redes sociales de la dependencia a las pantallas, los discursos de odio, las fake news y la vigilancia masiva? Por Axel Marazzi.
Hace tiempo que vengo leyendo a algunas de las personas más importantes de la industria tecnológica arrepentidas. Arrepentidas porque los productos que crearon, sobre todo las redes sociales, terminaron convirtiéndose en algo diferente a lo que habían imaginado. Nos volvieron dependientes, desinforman y amplifican el discurso de odio como nunca antes nada lo hizo y, como si fuera poco, exponen datos que deberían ser privados. Esto terminó haciéndole mal no solo a sus usuarios, sino también al mundo. Incluso aquellos que decidieron quedarse afuera de esas plataformas sufren sus consecuencias. Por eso decidí escribirle al estadounidense Mike Monteiro, un diseñador que, conociendo la industria desde adentro, se convirtió en uno de sus críticos más férreos. Después de dos semanas recibí una notificación en mi celular. Era un correo suyo: “Enviame las preguntas”.
Te doy un poco de contexto. Soy de los millennials más viejos. De esos que no se sienten tan millennials aunque estén pegados a internet como si fuera falopa. De hecho, crecí sin internet ni celular. En mi casa había teléfono de línea y para llamarme a cenar mi vieja salía a la puerta y gritaba mi nombre hasta que yo, que siempre estaba dando vueltas por mi barrio del conurbano, la escuchaba y volvía. La otra opción era llamar por teléfono a la casa de mis dos o tres amigos para decirle a sus padres que me avisaran que fuera a comer. Hoy soy, probablemente, la persona que más rápido contesta un mensaje de WhatsApp que conocés. Hace poco un amigo me dijo:
—No había terminado de escribirte, y ya me habías devuelto el saludo. No estás bien.
Tiene razón. El celular es el medio a través del cual me comunico, hablo con mis amigos y trabajo. A través del cual, en cierta forma, vivo. Y eso sacando de la ecuación que estamos en el medio de una pandemia y que internet se convirtió en una salvación a la hora de realizar videollamadas por Zoom, seguir en contacto con seres queridos y hasta trabajar desde nuestros hogares.
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Ilustración Pablo Boffelli
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