El hartazgo es universal. Lo sufren científicos, rectores de universidad, editores de revistas académicas y los responsables de los centros de investigación. En España y en todo el mundo. Hay que cambiar cómo se evalúa la ciencia, coinciden, y con ello todo el sistema. Hay que cambiar, explican, la manera en que se valora el trabajo de la comunidad científica, metida de lleno en una espiral cuantitativa, en la que casi lo único que importa es publicar y dónde, da igual el qué, y mercantilista, donde todo el trabajo lo hace la comunidad científica, los fondos los ponen las instituciones públicas y el beneficio lo recogen editoriales privadas.
“El sistema es perverso, una aberración. Hay todo un negocio anacrónico que no está justificado, pero por alguna razón las sociedades científicas, los investigadores y los sistemas de financiación no nos atrevemos a salir de este bucle”, explica Eva Méndez, profesora del Departamento de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad Carlos III de Madrid. Méndez también es la persona que va a estar al frente del capítulo español de CoARA, una iniciativa de origen europeo pero ambiciones globales para darle la vuelta al sistema y sacarlo de la lógica de ‘publica o perece’ en que actualmente se maneja.
De todo esto se habló el pasado miércoles en Bilbao en unas jornadas organizadas por la Alianza de Excelencia de Centros Severo Ochoa y Unidades María de Maeztu (SOMMa, que reúne a los centros punteros de investigación en España) para abordar exclusivamente este problema. Allí se intercambiaron ideas para superar esa dictadura de la publicación como única forma de comunicar el conocimiento científico, de revistas que no cobren por publicar, de divulgación, docencia y otras alternativas. Destacable de la jornada fue, cuentan los asistentes, el cambio de paradigma que dejó entrever en su intervención Pilar Paneque, la nueva directora de la Aneca, la agencia evaluadora española. “Se me saltaban las lágrimas”, comenta Méndez, y coincide Benítez, sobre el impacto del discurso de Paneque.
La participación de las agencias evaluadoras, la Aneca en el caso español, es básica. Son ellas las que fijan los requisitos para evolucionar en la carrera académica e investigadora y de esa manera condicionan el trabajo de los científicos. Si la Aneca pide publicaciones, los investigadores le dan publicaciones. Pero Paneque parece abierta al menos a cambios. Algo se mueve. Lento, incipiente aún, pero se mueve.
Las instituciones también mueven ficha. El Consejo Europeo, formado por los jefes de Gobierno de los 27 países miembro de la UE, aprobó este martes un documento en el que explica que el coste de publicar y acceder a los artículos “se está volviendo insostenible” y los canales de publicación “están habitualmente en manos privadas, que controlan la propiedad intelectual de los artículos”, por lo que pide “acceso abierto y sin restricciones a las publicaciones financiadas con fondos públicos”.
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