Por Redacción OCC InCom-UAB
El cambio climático es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad. Según la comunidad científica, se debe actuar de forma urgente con el fin de evitar catástrofes medioambientales, ecológicas, sociales y económicas. Pero, a pesar de las evidencias, buena parte de la población niega la existencia del cambio climático y, de alguna manera, esto tampoco ayuda a que los partidos políticos tomen medidas ambiciosas.
De todo esto, de cómo las plataformas digitales contribuyen a la desinformación climática y de cómo los discursos de la industria de los combustibles fósiles manipulan la opinión pública y evitan así la regulación del sector, se habló el 24 de abril en el Palau Macaya. La conferencia, titulada “Desinformación Climática: de la negación a la demora”, estuvo coorganizada por la Fundación La Caixa y la UNESCO.

El auditorio estaba lleno y estos eran los ponentes:
Lluís de Nadal Alsina, profesor de Comunicación, Cultura y Sociedad en la Universidad de Glasgow. Doctor en Comunicación por la Universidad de Columbia, su trabajo se centra en la desinformación y las redes sociales, especialmente en el contexto del cambio climático. Ha realizado estancias de investigación en diferentes universidades, como la Universidad de Warwick (Reino Unido) y Paris IV Sorbonne Université (Francia).
James Painter, investigador asociado al Instituto Reuters y profesor a la Escuela de Geografía de la Universidad de Oxford. Painter es un destacado académico británico especializado en comunicación del cambio climático y medios de comunicación. También es investigador visitante senior del Grantham Research Institute de la London School of Economics.
Los dos ponentes aportaron ideas de gran interés, muy útiles para reflexionar acerca del fenómeno de la desinformación climática. Apuntaron los principales obstáculos a los que se enfrenta la transición verde.
De la negación del cambio climático al retardismo del cambio climático
Según Lluís de Nadal Alsina, “la desinformación climática no es un tema nuevo y la industria petrolera lleva bastantes décadas intentando sembrar desinformación sobre la base científica para proteger sus intereses”.
Lo que sí es nuevo es el hecho de que cada vez sea más difícil negar el cambio climático. El cambio climático es ya una evidencia y, ante esto, la industria petrolera, en lugar de admitirlo, ha innovado su discurso: “ha pasado de la negación del cambio climático al retardismo del cambio climático”. Es decir, trata de retardar las políticas climáticas para mantener sus intereses ante la evidencia del cambio climático”, explica el profesor de la Universidad de Glasgow.
Las redes sociales, grandes aliadas de la desinformación climática
Hay discursos que frenan la actuación contra el cambio climático y su efecto circula en un escenario mediático marcado por el auge de las redes sociales. “Los poderosos y la industria petrolera han aprendido a usarlas muy bien”, explica Nadal Alsina.
En un principio las redes sociales se vincularon con la difusión de los valores democráticos e, incluso, llegó a considerarse como una herramienta útil para derribar estructuras de poder. Pero las estructuras de poder han aprendido a usarlas y sus recursos comunicativos son muy superiores a los del movimiento ecologista. De esta forma, proliferan discursos negacionistas y de retardismo.
“Las redes sociales se lo están poniendo muy fácil”, asiente el profesor de Comunicación, Cultura y Sociedad en la Universidad de Glasgow. Las redes sociales y las plataformas digitales se han convertido en los grandes aliados de la desinformación y se espera que la Unión Europea sea capaz de regular estos espacios.
Los intereses de la industria petrolea marcan las opiniones más visibles
James Painter ha analizado cómo los medios de comunicación (tradicionales -como la BBC o New York Times- y digitales) han informado sobre el cambio climáticos los últimos 10 años. Painter también considera que este no es un tema nuevo, pero apunta una visión diferente: algunos proyectos científicos han estado dirigidos por los intereses de la industria petrolera, promotora de la difusión de información falsa, y, en consecuencia, la naturaleza del negacionismo climático ha cambiado en los últimos años.
Negar lo que está pasando se denomina “escepticismo de tendencia”. Según Painter, los nuevos discursos argumentan que sí que está pasando -no niegan el cambio climático- pero a la vez indican que el impacto no es malo y, por lo tanto, ponen en cuestión la necesidad de políticas específicas para hacer frente. Painter recuerda que las tres argumentaciones que se usaban en el pasado eran: no está pasando, no es culpa nuestra y no es malo; en cambio, ahora se dice: “las soluciones no funcionan o no son de fiar, es decir, la ciencia no es de fiar”.
Más de 500 académicos de ciencias sociales de todo el mundo, incluyendo España, participan en la Climatic Social Science Network (CSSN), una red internacional centrada en la comprensión de les dinámicas culturales e institucionales del conflicto político sobre el cambio climático. Su objetivo es combatir el obstruccionismo climático, la actuación de las personas que obstruyen las soluciones y bloquean la acción.
La televisión, primera fuente de información del cambio climático
Los medios de comunicación tienen un papel muy importante. Painter lo avala con datos de un estudio hecho por el Instituto Reuters sobre cómo la población se informa del cambio climático. Esta investigación muestra que los documentales de la televisión son la primera fuente de información. Este es un hecho que sorprende al propio Painter, debido al auge de las redes sociales. La televisión es clave, todavía es una fuente de información fundamental, remarcó el investigador.
Painter da más datos: una de cada cuatro personas se siente expuesta a noticias falsas sobre el cambio climático y, entre sus principales fuentes, aparecen políticos, partidos y gobiernos, además de celebridades, ONGs e organizaciones benéficas.
Algoritmos que fomentan la desinformación del cambio climático
Lluís de Nadal Alsina, además del cambio desde el negacionismo al retardismo, habla de otra transformación que tiene que ver con el nacimiento de las redes sociales, un espacio muy propicio para la difusión de falsos contenidos. Para evidenciarlo, Nadal Alsina menciona el hashtag #ClimateScan (estafa climática), que ganó popularidad en X (antes Twitter) a medianos de julio de 2022. La fecha no es casualidad. Este hashtag se hace viral unos meses antes de la Cumbre del Clima celebrada en Egipto. Detrás de este hashtag había influencers con muchos seguidores, pero también cuentas automatizadas, bots que retuiteaban todos los contenidos con este hashtag, que eran contenidos negacionistas y retardistas.
Las redes sociales no solo son un espacio de circulación sino que también promueven la desinformación activamente. Los algoritmos, cuando los usuarios buscaban información con la palabra clave “clima” en aquellas fechas, recomendaban contenidos con el hashtag #ClimateScan (estafa climática) antes que #Climate Emergency (emergencia climática). Millones de personas que buscaban información sobre el clima, lo primero que encontraban era desinformación sobre el cambio climático. No se sabe el motivo por el cual Twitter recomendaba esta etiqueta, ya que hay mucha opacidad sobre cómo funcionan los algoritmos. Quizá #ClimateScan era un hashtag muy popular porque estaba hinchado artificialmente por cuentas automatizadas.
Por su lado, el contenido publicitario también es una vía para la difusión de contenidos negacionistas y retardistas. Durante los meses cercanos a la Cumbre Climática de Egipto en 2022, la industria petrolera y organizaciones ligadas a esta se gastaron entre 3 y 4 millones de dólares con 4.000 anuncios en Facebook e Instagram. Y últimamente también han aparecido grupos en Facebook, WhatsApp o Telegram.
Las limitaciones del fact-checking
Como medida para combatir la desinformación climática, el doctor en Comunicación por la Universidad de Columbia comenta el fact-checking, la verificación de hechos.
Esta herramienta es fundamental en momentos de crisis, cuando falta información o no hay información oficial, como por ejemplo cuando sucedió la DANA en Valencia a finales del 2024.
A medio plazo, Nadal Alsina considera que el fact-checking puede tener beneficios positivos ya que puede influir en la conducta de los políticos. Estos, si saben que les pueden “pillar” mintiendo y que su reputación puede quedar afectada, pueden cambiar de actitud.
Pero, según Nadal Alsina, el fact-checking no es una solución mágica. Tiene un problema de alcance: se calcula que solo el 3% de las personas que han visto una noticia falsa verán su correspondiente corrección. Tiene un problema de credibilidad: esta es una herramienta que no está bien considerada entre la gente que más desinformación consume. Pero, sobre todo, cuesta mucho que la gente cambie sus creencias. La forma en que vemos el mundo, la ideología, es difícil modificar sólo porque nos digan que una información es falsa.
Las limitaciones de la educación mediática
Ante las dificultades de fact-checking, se están diseñando otras iniciativas basadas en una especie de inoculación. El mecanismo funciona como una vacuna. Se muestra una dosis pequeña de desinformación acompañada de una breve explicación de porqué lo es y de las técnicas de manipulación que se han usado. De esta forma, después, cuando esta persona se enfrenta a una dosis más alta de desinformación real, se supone que está preparada para combatirla. “Es como intentar generar anticuerpos contra la desinformación”, explica Nadal Alsina de forma irónica. Pero la inoculación tampoco es una solución perfecta. Tiene limitaciones. “La ideología también neutraliza el efecto de la inoculación. A veces no es suficientemente potente para contrarrestar el bagaje cultural”, expone Nadal Alsina.
Reflexiones sobre cómo hacer frente a la desinformación climática
Para Nadal Alsina, la solución pasa por intentar cerrar los espacios por los que se cuela la desinformación abordando las condiciones sociales que generan demanda de desinformación. Es necesario escuchar los miedos y las preocupaciones de las personas que se oponen a las políticas. De esta forma se podrían hacer políticas y estrategias comunicativas más inclusivas.
La verificación de hechos es fundamental, pero no sólo en momentos de crisis. Ahora bien, cuando la desinformación crezca y sea de más calidad gracias a la IA, será muy difícil identificarla. Por ejemplo, será más difícil diferenciar entre información creada artificialmente e información creada por humanos. La educación mediática, o inoculación, puede jugar un papel importante, pero la ideología puede neutralizar sus efectos.
Las plataformas deberían estar obligadas a explicar el motivo por el cual sus algoritmos potencian la desinformación. Hace falta más transparencia en su funcionamiento. La regulación de las plataformas debería permitir que las plataformas estuvieran obligadas a ser más éticas.
Painter concluye que “es muy difícil encontrar estrategias efectivas para combatir este nivel de desinformación”. Pero el investigador de la Universidad de Oxford quiere terminar con un mensaje esperanzador: la IA también puede ayudar a identificar la desinformación. Podéis recuperar la conferencia “Desinformación Climática: De la negación a la demora” en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=7v-ugvqRWf4