[:ca]La guerra de las pantallas, un show político-televisivo no apto para terceras posiciones[:]

 

Selección

Martín Becerra

Curtida por la incertidumbre, la Argentina de 2021 no da tregua a las novedades: a la persistencia de la pandemia y sus múltiples secuelas, a la crisis económica y social precedente y potenciada por el coronavirus, se les suma el capítulo electoral del segundo semestre. Con estos ingredientes, los llamados “canales de noticias” de la Ciudad de Buenos Aires que irradian contenidos en todo el territorio, a contramano de una realidad expresada en títulos catástrofe, gozan de un buen momento. En el podio disputan el liderazgo la señal oficialista C5N y las opositoras TN y LN+, verdaderas maquilas de opinión pública.

Aunque con números más bajos que en marzo y abril de 2020, cuando la conmoción pandémica todavía cohesionaba a dirigentes políticos y a la ciudadanía, las señales —que agrupan noticias opinadas y sentencias retocadas con pigmentos noticiosos— relegan a los canales de tv abierta en la competencia por la atención del público en varios tramos de la programación. El covid es un lastre para los canales de aire: como constatan Ornela Carboni y Ezequiel Rivero en Letra P, las emisoras de Buenos Aires estrenaron apenas cinco títulos de ficción argentina en 2020 y rellenan su pantalla con segmentos informativos, entretenimiento en vivo y reposición de viejas ficciones argentinas, turcas o brasileñas. A su vez, el reciclado constante de contenidos ya emitidos y la repetición del breaking news, que son el ADN de los canales informativos en todo el mundo, conspira contra el aumento indefinido del interés de las audiencias en ellos.

Las principales señales de Buenos Aires son, en simultáneo, un insumo clave y un reflejo de la polarización política y social que caracteriza a la Argentina desde hace al menos una década. Como en los inicios de la prensa en su etapa facciosa, hoy los estudios televisivos son un teatro de opinión donde se amplifican encuadres y argumentos, se testea la eficacia de animadores y opinólogos, se adula a héroes y heroínas y se imputa a villanos y villanas.

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