La intimidad artificial

 

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La intimidad artificial, el consuelo en los tiempos de la distancia física
Reuniones por Zoom, psicoterapias por videollamada, tiempo de “geoesclavitud”, vínculos electrónicos: las relaciones humanas mutan de forma definitiva.

¡Estás muteado! Este es una de las expresiones más repetidas de la pandemia televisada por Zoom. Y a continuación: ¡Desmuteate! Ambas quieren decir que el micrófono está apagado y que nadie escucha a aquel que está siendo llamado a reconectarse, al orden. Casi siempre se levanta la voz para esta indicación. Otras pueden ser “te congelaste” para referirse a quien perdió la conexión, y su imagen queda fija en la pantalla y que, además, no puede escuchar ese reclamo que le están haciendo. Sigue la lista de expresiones pandémicas que se vinculan en muchos casos con el folclore de la comunicación digital. El año pasado, Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, dijo: “Hay que romper el lazo entre el secreto y lo íntimo, porque ese lazo es una herencia obsoleta del pasado”. Claro, no pensó que se venía un encierro global y que la intimidad iba a saltar, rebotar contra el techo, partirse en mil pedazos y volver en una forma nueva y siempre insólita.

Las cámaras y las pantallas han interferido, invadido nuestras vidas, se volvieron molestas e indiscretas: son un peligro. Más de uno salió sin pantalones, hablando con su familia, comiendo, bebiendo, escondiendo cosas o personas. Un diputado salió tocando las tetas de su pareja; un senador dejó una foto fija mientras sus colegas discutían proyectos de ley; hubo quienes ensayaron fondos de pantallas muy creativos. Otros se durmieron en una reuniones de padres de escuela o de consorcio.

También se modificaron vínculos como los de pacientes y terapeutas a través de la pantalla del Zoom, Skype Whatsapp. Se trata de continuar con el diálogo periódico que, coronavirus mediante, se ha interrumpido. Las sesiones virtuales tratan de reemplazar conversaciones terapéuticas que no se pueden interrumpir y también hay consenso en que es necesario mantener la vida habitual dentro de los estrechos márgenes reales del presente. No siempre se puede. En primer lugar, paciente y profesional deben acordar el método; ambos deben estar familiarizados con las nuevas tecnologías; y, algo fundamental: el paciente debe disponer de un ámbito que le permita refugiarse y lograr cierto clima de confianza para que la conversación fluya. El tema predominante es, obviamente, el coronavirus y sus consecuencias: la distancia social con amigos y colegas; la convivencia sin respiro con algún tipo de familia o también el cómo se afronta esta situación en soledad.

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