Amparo Huertas Bailén recoge aquí las principales conclusiones de los estudios que viene realizando desde el año 2007 en el InCom-UAB sobre el comportamiento de la juventud migrante en el entorno digital y su uso de las TICs. En concreto, las reflexiones se basan en trabajos de campo realizados en Barcelona, Madrid, Málaga y Vizcaya, sobre muestras formadas por jóvenes residentes en barrios de clase social media y media-baja.
¿Se perciben diferencias en el uso de las TICs entre migrantes y autóctonos?
La diferencia más evidente se da con respecto a las relaciones personales transnacionales, es decir, sobre los contactos con familiares y amistades que viven en el país de origen o en otro lugar. La condición de migrante solo muestra este uso diferenciado. No obstante, esta actividad suele ser más habitual para ellas que para ellos, en consonancia con los roles familiares que tradicionalmente se han asignado a las mujeres.
Aunque la comunicación transnacional está presente en todos los colectivos de extranjeros, aparece como actividad más frecuente entre el latinoamericano (en comparación con el asiático –teniendo en cuenta que nuestras muestras solo han recogido población de China- y el africano –con presencia mayoritaria de Marruecos en nuestro trabajo-).
Esas relaciones se hacen preferentemente con personas de edades próximas, con quienes gusta conversar acerca de las relaciones sentimentales y sobre todo aquello que ocupa su tiempo libre.
Este tipo de contactos suele tener una regularidad fija (por ejemplo, se marca un día concreto a la semana) e, incluso, se pueden llegar a celebrar fiestas familiares, reunidos todos los miembros en conexión digital (salvando así las dificultades que implica la diferencia horaria). Recogemos aquí una anécdota significativa en cuanto al aprendizaje infantil de la relación con los medios. Una madre, catalana y casada con un argentino, nos explicó que su hijo, de unos cinco meses, acostumbrado a ver a sus progenitores comunicarse con la familia argentina a través del televisor (vía Skype), creía poder comunicarse con todas las personas que veía en la pantalla.
Al margen de esta diferencia y desde una perspectiva global, autóctonos y migrantes emplean mayoritariamente las TICS para el desarrollo de las relaciones amistosas. Dado este hecho, conviene añadir que, cuando observamos cómo ocupan el tiempo libre, aparecen más diferencias en el mundo físico que en el mundo digital. Por ejemplo, en un trabajo realizado en 2010 con 346 jóvenes (entre 15 y 19 años; migrante: 52,6% y autóctono: 47,4%), mientras que el 70% del colectivo autóctono apuntó como actividad de ocio preferida “el estar con amigos” –paseos por la ciudad o reuniones en espacios privados-, el porcentaje de migrantes fue del 49%.
¿Qué usos hace de Internet la juventud migrante?
Las cifras disponibles reflejan que los usos de autóctonos y migrantes son muy similares, a excepción de las relaciones sociales transnacionales. Incluso, la búsqueda de información transnacional (sobre países diferentes al del lugar de residencia actual) tiene un porcentaje similar en ambos casos, muy por debajo del 10% del conjunto de usuarios. En el caso de los/as migrantes, este índice se corresponde mayoritariamente por el seguimiento de la Liga de Futbol de Marruecos y, en el caso de los/as autóctonos/as, por el comportamiento de descendientes de matrimonios mixtos (origen español+extranjero), donde es habitual desarrollar un interés especial por la cultura “más lejana”.
Esta tabla surge del trabajo mencionado anteriormente (aunque no pudo utilizarse los datos referentes a 4 miembros muestrales):

No obstante, no puede hablarse del migrante como un grupo homogéneo, la posibilidad o no de mantener la lengua materna como lengua vehicular tras el proceso migratorio provoca diferencias. Por ejemplo, las personas de Europa del Este usan Internet para visionar películas rodadas en su lengua y se centran en redes sociales digitales gestionadas desde sus países de origen. Ahora bien, es el colectivo chino el que aparece como el más aislado: no solo tiene dificultades para relacionarse con el autóctono y con el resto de migrantes sino que, además, aparecen obstáculos cuando la comunicación digital les obliga a hacer un uso escrito de la lengua materna.
Acceso digital
En primer lugar, decir que no se observan diferencias en cuanto al nivel de acceso entre migrantes y autóctonos/as. De hecho, en nuestros trabajos iniciales, detectamos que el ordenador era un equipo básico en muchos hogares de familias latinoamericanas, dada las facilidades (incluidas las económicas) de la red para comunicarse con familiares (un ejemplo, Skype). Es más, en nuestras muestras, el nivel de penetración de equipos informáticos en estos hogares llegaba a superar el de los autóctonos. Eso sí, solían ser ordenadores viejos, con escasa potencia o, en algunas ocasiones, recogidos de la calle.
Ambos aspectos, el acceso generalizado y los múltiples recursos para conseguir equipos informáticos, nos hace pensar que algo similar puede estar pasando respecto a los móviles. Ahora bien, tampoco puede hablarse de homogeneidad. Entre el colectivo procedente del Magreb, se detectan claras diferencias entre chicos y chicas. En sus hogares, el acceso a Internet suele estar muy restringido. Los progenitores lo suelen justificar apelando a un modo de proteger a hijos/as de las “malas influencias”. Así, es habitual que el ordenador+conexión esté disponible en otro espacio, normalmente en el lugar de trabajo del padre –con lo que ello también supone de limitación para las mujeres-. Ante esa situación, los hijos suelen ir a los locutorios a conectarse –y se quejan de estar limitados al horario de apertura- y las hijas presentan un consumo muy inferior.
Identidad digital: construyendo un mensaje sobre sí mismos
Todos los adolescentes, en términos generales, son conscientes de estar creando un mensaje sobre sí mismos en las redes digitales. Pero esa preocupación es especialmente evidente entre migrantes. De alguna manera, tienen interiorizado que sus familiares y amistades pueden saber, a partir de lo que muestran en el entorno digital, cómo se sienten, qué hacen; en definitiva, cómo están. Y todo ello se refleja en una marcada preocupación por mostrarse siempre alegres, por dar a entender que, en España, se encuentran rodeados de amigos y amigas. La fotografía les resulta una herramienta clave para transmitir esa idea.
Ese mensaje construido pensando en familiares/amistades que viven lejos convive ahora con la tendencia a un uso diferenciado según la red. Así, el adolescente genera diferentes contextos comunicativos y no mezcla relaciones sociales diferentes en un mismo entorno digital como en un inicio. Según los últimos trabajos, Facebook va quedando relegada al contacto familiar transnacional y, muchas de las cosas que antes se hacían en redes, ahora han pasado al WhatsApp.
En esta construcción de una identidad digital, también se detectan diferencias en el comportamiento de las jóvenes musulmanas de origen magrebí. Sus madres, responsables del mantenimiento de las tradiciones culturales en la familia, suelen indicarles lo que no deben hacer. Las madres temen ser juzgadas por el comportamiento que pueda inferirse de la información compartida por sus hijas en el entorno digital. Las jóvenes entrevistadas nos explican que temen ser calificadas como “malas madres” desde la cultura de origen y, por esa razón, les recomiendan no publicar, por ejemplo, fotografías acompañadas de chicos o mensajes que puedan hacer creer que han consumido alcohol.
Modelos de relación: “amistades expandidas”
Las TICs son una herramienta imprescindible en el desarrollo de los círculos amistosos. No solo sirven para estar conectados (en cualquier momento y en cualquier lugar), sino que también forman parte del encuentro físico: para compartir el consumo (de música, videos, cine,…), para hacerse fotografías (retratos) o para grabar videos. Podríamos hablar de “amistades expandidas”, aplicando el término de moda.
Pero, en este sentido, convendría apuntar dos cuestiones:
a) Se detecta un incrementado de la preocupación, en primer lugar, por no mostrar según qué tipo de contenido propio y, en segundo lugar, del respeto a las demás personas. Por un lado, la juventud parece ahora más consciente de que lo compartido puede serles perjudicial a largo plazo, por ejemplo, cuando llegue el momento de buscar empleo. Por otro lado, ahora hay una mayor concienciación del respeto a sus amistades y es habitual no colocar imágenes donde aparezcan otras personas o, si lo hacen, es después de pedir permiso.
b) Dado que el uso de las TICs comporta una actividad continua, empieza también a darse el placer por buscar momentos de ocio de verdadera relajación. Esto, por ejemplo, se obtiene a través del consumo de televisión. Hay jóvenes que empiezan a expresar el placer de ver televisión tranquilamente, sin hacer nada más, como un momento de relax, en compañía o en solitario. Es lo que se denomina “televisión pasiva”.
Una mención aparte se merecen las comunidades creadas en torno a los videojuegos. Todavía es pronto para sacar conclusiones, pero el compartir juegos on-line en comunidad está generando otros modos de relacionarse socialmente. Desde la perspectiva de género, es muy interesante, pues parecen dominar las comunidades masculinas y, además, existe una marcada tendencia a crear personajes para el juego de sexo contrario al propio (básicamente, chicos que crean personajes femeninos). Las normas de los juegos son menos estrictas para ellas, apuntan algunas personas entrevistadas para justificarlo. Es más, algunos jóvenes lo comparan con el hecho de que ellas también entren gratis a las discotecas y, por tanto, lo interpretan como un hecho en consonancia con las reglas sociales en general.
¿Permiten las redes el encuentro intercultural?
En primer lugar, ese mundo global que supone Internet no se corresponde con un uso de esas dimensiones. De hecho, tal como nos dice Byung-Chul Han, parece dominar la creación de guetos digitales, donde uno solo ve lo que le interesa y, dado que lo que le llega tiene que ver con las búsquedas realizadas previamente, solo recibe temas acordes con esos gustos. Es uno de los efectos de la marcada tendencia a la personalización del consumo.
Y, en segundo lugar, respecto al encuentro intercultural es impensable pensar que las relaciones amistosas puedan ir en un sentido diferente a lo que se produce en el ámbito presencial. Estas no son fáciles y, si el proceso emigratorio ha interrumpido la infancia, la creación de lazos amistosos todavía resulta más compleja.
La sociabilidad en la red se produce mayoritariamente entre personas conocidas y, además de la comunicación transnacional ya comentada, se da mayoritariamente con amistades con las que se tiene un contacto muy frecuente, pues el grupo dominante es el formado por los compañeros de clase, en el centro escolar.
Por tanto, este tema solo es posible abordarlo observando la formación de los círculos amistosos en sentido amplio. Nuestros estudios apuntan que un 70% de las personas jóvenes, sean autóctonas o migrantes, comparten actividades de ocio con personas de un país diferente al propio, pero:
– Cuando incidimos en quién determina la actividad a realizar, se observa que el colectivo autóctono tiene “mayor poder” que el migrante. Es decir, es más habitual que la persona migrante acepte una actividad propuesta por la autóctona que a la inversa.
– Jóvenes migrantes hacen más actividades en solitario, teniendo en cuenta que esta actividad no es la más habitual en ningún caso –con la excepción del colectivo asiático, donde aparece muy marcada -.
¿Sirven realmente las TIC para que las personas de origen migrante se empoderen?
El saber manejar las TICs es imprescindible para el desarrollo de la persona como ciudadano. Es tal el peso de las TICs en nuestro cotidiano, que prácticamente es imposible mantenerse al margen. Por tanto, ha de haber una preocupación por ampliar su nivel de alfabetización mediática.
Si distinguimos entre acceso (posibilidad de hacer uso de las TICs), interacción (relaciones sociales con otras personas) y participación (creación de contenido), ubicamos el empoderamiento en el último eje, pues de alguna manera ya engloba los dos anteriores. No obstante, esto nos lleva a plantear otras preocupaciones. Mucho se ha hablado de las posibilidades de creación de nuevos contenidos o recuérdese, en el marco teórico, el debate en torno a las nociones de prosumidor y consumidor. Pero esas posibilidades, a título individual, cada vez son más reducidas, pues chocan directamente con aspectos como los derechos de autor y el copyright. Pero ese es ya otro tema.
Amparo Huertas Bailén (InCom-UAB)