La verdadera amenaza de la inteligencia artificial no es la superinteligencia: es la candidez

 

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La inteligencia artificial y sus aplicaciones no podrían hacernos daño a menos que les demos la oportunidad. Pero parecemos empeñados en hacerlas responsables de decisiones que pueden conducir exactamente a eso.

El vertiginoso despegue que la inteligencia artificial ha tenido en las últimas décadas, en que ha pasado de ser una utopía a convertirse en realidad, ha sido asombroso. Los programas de  inteligencia artificial (IA) son desde hace mucho tiempo campeones de ajedrez y Jeopardy!, pero también han conquistado el póker, los crucigramasel go e incluso el plegamiento de proteínas. Operan los sitios de redes sociales, videos y búsqueda que usamos a diario, y muy recientemente han saltado a un reino que antes se consideraba inimaginable para las computadoras: la creatividad artística.

Dado este ascenso meteórico, no sorprende que existan continuas advertencias acerca de un futuro sombrío en que la humanidad, al más puro estilo Terminator, es destruida por robots humanoides superinteligentes que inconscientemente soltamos contra nosotros mismos. Pero más allá de los titulares escandalosos, queda claro que el verdadero peligro no es cuán inteligente es la inteligencia artificial, sino lo tonta que puede llegar a ser y lo mucho que nos engañamos respecto a su supuesta inteligencia.

El verano pasado, un ingeniero de Google afirmó que el último chatbot de inteligencia artificial de la compañía era un ser sintiente solo porque…  este así lo dijo. El chatbot, similar al que la empresa matriz de Facebook publicó recientemente, puede darte la impresión de que estás hablando con una criatura futurista y consciente. Sin embargo, todo es una ilusión: simplemente estás conversando con una calculadora que elige palabras semi-aleatoriamente, basándose en patrones estadísticos de textos en internet con los que fue entrenada. No tiene comprensión de las palabras que produce, ni tampoco pensamientos o sentimientos. Solo es una versión más sofisticada de la función de autocorrector instalada en nuestros teléfonos.

Los chatbots han avanzado mucho desde sus primeras versiones en la década de 1960, pero no están más cerca de pensar por sí mismos de lo que estaban en ese entonces. No hay ninguna posibilidad de que un chatbot actual de inteligencia artificial se rebele en un acto de libre albedrío: todo lo que hacen es convertir las indicaciones de texto en probabilidades y luego convertir estas probabilidades en palabras. Las versiones futuras de estas IA no van a decidir exterminar a la raza humana; van a matar a la gente cuando tontamente las pongamos en posiciones de poder que son demasiado estúpidas para asumir, tales como emitir consejos médicos o administrar una línea de prevención del suicidio.

Se ha dicho que el algoritmo de TikTok lee tu mente. Pero no lee tu mente, lee tus datos. TikTok encuentra usuarios con historiales de visualización similares a los tuyos y selecciona para ti videos que ellos han visto o con los que han interactuado. Es impresionante, pero es pura estadística. Del mismo modo, los sistemas de inteligencia artificial utilizados por Facebook, Instagram y Twitter no saben qué información es verdadera, qué publicaciones son buenas para tu salud mental o qué contenido ayuda a que florezca la democracia: todo lo que saben es lo que tú y otros como tú han hecho en la plataforma en el pasado, y usan estos datos para predecir lo que probablemente pasará en el futuro.

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Imagen de marian anbu juwan en Pixabay

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