Roxana Tabakman. Las pandemia nos dio un cachetazo, y si tenemos que elegir un grupo que hoy mejor simboliza la figura del conocimiento científico importante son los epidemiólogos. Dotados de predicciones matemáticas representan el saber que cambia la vida de las personas. Los epidemiólogos se convirtieron además en las nuevas estrellas de los medios de comunicación. Cuando nació el primer bebé de probeta, las estrellas de la TV eran los especialistas en fertilidad. Ahora los epidemiólogos son columnistas, comentaristas, entrevistados e influenciadores digitales. Desafío a hacer zapping o darle una mirada a las redes sociales y no encontrar al menos uno. En el grupo de adoradores de la ciencia, son los nuevos brujos.
Pero a nosotros, los periodistas, no nos pagan para creer en ellos. ¿Como hacemos para entender la información epidemiológica, evaluarla, y después ponernos en los zapatos de nuestros lectores, oyentes, televidentes o seguidores en las RS y comunicarla correctamente? Es un problema que no estaba resuelto y ahora adquiere más complejidad
Aún aquellos a los que la pandemia nos encontró con experiencia de décadas en periodismo de salud, este universo de números y modelos matemáticos es nuevo. Y tenemos que obtener de ahí una información útil, que sirva para algo, que es ligeramente distinta a la del día anterior y puede aún cambiar antes del cierre. De forma general no estamos capacitados, es como si llegáramos a un evento de observación astronómica armados con una simple lupa.
Literalmente, para la Real Academia Española, epidemiología es el estudio de las epidemias. De forma más precisa es el estudio de la distribución y los determinantes de eventos relacionados con la salud, que incluye la obtención de datos mediante la observación o vigilancia activa, el análisis de los factores potencialmente determinantes y la aplicación de esos estudios para el control de una enfermedad. Para nosotros, periodistas de América Latina, la definición es más simple. Es un campo minado.