Guiomar Rovira Sancho
Introducción del libro
#MeToo, como la mayor campaña contra la violencia sexual en los espacios laborales y educativos jamás habida en el mundo, no puede explicarse fuera del contexto de un movimiento social complejo e híbrido mucho más amplio, la llamada Cuarta Ola del Feminismo, caracterizada por la irrupción de multitudes conectadas de mujeres capaces de actuar a nivel transnacional sin comando central, de forma simultánea en las calles y en las redes digitales.
Conversaciones de mujeres urdidas en redes de susurros que al pasar a las redes digitales se multiplican, encuentran, amplían y estallan. Todo el sistema es por definición clasificador, misógino, racista, clasista. Las relaciones de poder son performativas: se ejercen. Se basan en el silencio y la complicidad.
Las denuncias del #MeToo rompen espacios de trabajo y exhiben personas. “Resolver” cada caso como si se acabara el problema garantiza su continuidad. No estamos ante culpables e inocentes. Violencia sexual es abuso de poder. En todos los campos, en todos los lugares, en todos los tiempos. Abusar es feminizar, menospreciar, “poner en su lugar” y cobrar favores.
El #MeToo es una vía de democratizar el dolor que causa el abuso sexual, es hacer visibles algunas de sus consecuencias y enmarcarlas como problema común, estructural, no individual.
No podemos dejar de enmarcar toda la reflexión sobre el #MeToo en el contexto de las resistencias y movilizaciones que toman las calles exigiendo que las vidas importan, desde #BlackLivesMatter contra el racismo a las rebeliones de #NiUnaMenos contra los feminicidios. Serán las multitudes conectadas de mujeres en todo el mundo las que trazarán un marco de continuidad entre el acoso y el asesinato, evidenciando con “termómetros” que la violencia machista tiene diferentes gradientes, que los celos de un novio no son una “muestras de amor”, como bien muestra el tremendo libro de Cristina Rivera Garza sobre el feminicidio de su hermana en El invencible verano de Liliana (2021). El #MeToo surge como una campana dentro de este proceso de reflexión y rebelión contra la dominación patriarcal y la violencia sistémica.
Pero el #MeToo no es uno. Son múltiples experiencias y campañas diversificadas en distintos lugares del mundo y con distintas temporalidades. Cada caso genera su propia constelación y amerita su descripción detallada. Podemos adelantar algunos elementos comunes: la voz de alguna o algunas víctimas de violencia sexual rompe el silencio y señala al agresor; el mensaje se viraliza en redes digitales y los medios de comunicación hacen de ello un acontecimiento mediático; en las redes se genera una comunidad afectiva, una comunidad de eco que atrae e impulsa nuevos testimonios y les garantiza resonancia; se otorga credibilidad a las víctimas en concurrencia con otros hashtags como el #YoSiTeCreo (1) ; y, por último, la campaña de hashtags provoca una reacción o backlash de violencia individualizante tan fuerte como su propia fuerza disruptiva. Mediante troleo y ciberacoso se busca acallar a las activistas y expulsarlas de las redes digitales. Mediante demandas y juicios por difamación se las neutraliza y castiga. Con subterfugios y denuncias falsas, se desacredita todo el proceso. En el peor escenario, un denunciado se suicida, como ocurrió en México o en Venezuela, generando una gran conmoción y estados de opinión muy hostiles contra las activistas del #MeToo.
Para intentar trazar una memoria comprensiva y amplia, aunque no exhaustiva, de esta gran experiencia de movilización de mujeres en todo el mundo alrededor de un hashtag feminista –lo que más adelante llamaremos un femitag–, el libro está estructurado en 8 capítulos:
El primero parte de la importancia de la amistad para reconocer y romper el silencio sobre la violencia sexual. La campaña del #MeToo se basa en un género discursivo propio que es la red de susurros entre mujeres. La revelación de secretos que al exhibirse al espacio digital se politiza y abre una comunidad en expansión que repite como mantra ≪yo tambien≫ y ≪yo te creo≫.
El segundo capítulo es contextual. Abre la perspectiva a las movilizaciones de mujeres a nivel transnacional y su entrada masiva a la conversación digital. A la vez, aborda tanto el feminismo neoliberal como las mujeres que luchan fuera de los marcos del feminismo. Se intenta aquí caracterizar a las multitudes conectadas de mujeres como un nuevo tipo de actor político, hibrido y heterogéneo, que cobra fuerza a partir de 2015, sin unidad, sin programa único, sin comando central, capaz de expandirse en redes libres de escala y de incidir políticamente en lo local con la fuerza de la interconectividad transnacional.
El tercer capítulo analiza la aparición de etiquetas o hashtags para la acción colectiva de las multitudes feministas. Los llamo femitags porque constituyen una especie de caja de herramientas abierta a la intervención y a la libre apropiación para todo tipo de situaciones y lugares. La calidad de indexación y documentación que ofrecen estos femitags permiten una reflexividad ampliada y una capacidad de acción directa inesperada.
En el cuarto capítulo se analiza el surgimiento del #MeToo en Estados Unidos y su rápida extensión a otros lugares del mundo, generando campañas situadas, incomparables entre sí, pero enlazadas por este hashtag. Ante la imposibilidad de rastrear todas las experiencias, se resumen solo algunas de forma general.
El capítulo quinto aborda en profundidad la campaña mexicana del #MeToo desde sus adentros, revelando el enorme activismo afectivo que supuso mover los hashtags, organizar asambleas, cuidar a las denunciantes y enfrentar la reacción tras el suicidio de uno de los hombres señalados, un músico de rock muy estimado en su comunidad.
El capítulo seis trata de mostrar la singularidad de la campaña del #MeToo en Francia, muy diferente a la de Estados Unidos. Se inició con #BalanceTonPorc, levanto polémica y movilización. Cobró fuerza tras la publicación de dos libros autobiográficos y se diversificó en todo tipo de plataformas hasta llegar a poner en escena el tema del incesto con #MeTooInceste. A la vez, desde Francia surgió la principal crítica global al #MeToo con la carta de cien mujeres famosas, entre ellas Catherine Deneuve, que lo tildaron de puritano y defendían el derecho a ser “importunadas”.
En el capítulo siete se adentra en revisar la trayectoria de algunas de las mujeres que iniciaron las campañas de hashtags en las redes, con el ánimo de mostrar algunos elementos de sus posiciones y actitudes, así como consecuencias sufridas. El último capitulo reflexiona sobre la potencia prefigurativa del #MeToo, que actúa como si la palabra de las víctimas contara y fuera recibida con empatía y afecto. También se abordan los problemas y las principales críticas visibilizadas sobre el tema, así como la reacción misógina de proporciones inconmensurables que el #MeToo ha desencadenado.
Cabe señalar que la campana del #MeToo surge en un momento singular: la ventana de oportunidad que se abre cuando las mujeres irrumpen masivamente en los espacios de comunicación digital de la web 2.0 (Twitter, Facebook, Instagram, YouTube, etc.), entre 2015 y 2020. A pesar de las brechas digitales, es en estos años cuando más de la mitad de la población mundial accede a Internet y las mujeres inician conversaciones deslocalizadas e inauditas entre ellas. Esta ventana de oportunidad se irá cerrando en pocos años, cuando la llamada manosfera y el discurso del odio colonizan y dificultan la conversación de las mujeres en un espacio digital totalmente orientado al negocio de extracción de datos.
Por eso es importante hablar del #MeToo como acontecimiento político de la historia mundial de las luchas por la emancipación. Un acontecimiento que quizás no vuelva a repetirse, ya que el ciberespacio ha sido reconocido por la OTAN en 2016 como el quinto dominio de las operaciones militares, junto a la tierra, el mar, el aire y el espacio.
#MeToo es la campaña feminista de más larga duración (desde 2017 a la fecha) y de mayor amplitud (en todos los continentes), al saltar a distintos contextos, iterase, mutar, con distintos énfasis, arraigándose de forma singular por momentos y a la vez desterritorializándose. El #MeToo no ocurre solo en las redes digitales, sino que es un fenómeno de comunicación total, actúa en una compleja ecología mediática y física que va de las redes a las calles y a los medios masivos, de lo local a lo transnacional.
Contra la división entre lo online y lo situado, en este libro se considera que el #MeToo no es un fenómeno “virtual”, sino que incide y tiene consecuencias en todos los espacios de lo social. En la era de la “acción conectiva”, partimos de la base de que navegamos en la complejidad multidimensional de nuestros cuerpos y nuestras prótesis cognitivas a través de todo tipo de soportes, herramientas y símbolos en todos los espacios.
El #MeToo, como acontecimiento político de nuestra época, se extiende en libros, carteles y tendederos, en grafitis y collages, en movilizaciones masivas, en tomas de universidades, en protestas ante tribunales y escraches. Sus consecuencias no son generalizables, ni su impacto puede reducirse a la cobertura mediática de los casos más visibles, pues hay un amplio sector afectado por el #MeToo que permanece infrarrepresentado en los medios de comunicación, donde solo brillan las estrellas caídas.
La campaña del #MeToo denuncia las relaciones estructurales de la violencia sexual en el ámbito laboral y educativo a partir de una acción simbólica sin precedentes: nombrar al agresor. La agregación de relatos personales rompe con las formas previas de contención del daño, de canalización de las denuncias y de silenciamiento. El #MeToo estalla por nombre y por caso concreto. Las esquirlas de su detonación despiertan nuevas voces y generan nuevos entendimientos de qué es la violencia sexual. Al resonar en el gran espejo digital, hacen aparecer nuevos testimonios.
El #MeToo obliga a revisar la experiencia propia de las mujeres, pero también de los hombres, a la luz de esos relatos. Funciona como advertencia y como aprendizaje, como reflexividad y toma de conciencia. El #MeToo se ha cebado en los hombres de poder por su visibilidad mediática. Y a la vez, pone en evidencia los cimientos del pacto de complicidades que sostiene la violencia sexual y su impunidad en todos los niveles de la sociedad, que hará pagar cara la osadía de las denunciantes.
Usar el hashtag –una etiqueta de Twitter– #MeToo ha sido una de las formas de protesta más significativas de las multitudes conectadas feministas de los últimos años. Como dispositivo de comunicación y como táctica de lucha, el #MeToo no daña cuerpos, sino reputaciones, y lo hace de forma personalizada, desde la acción directa, por fuera de todo marco institucional o de toda contención. El #MeToo es radical e incívico, es un rayo que en medio de la noche revela la devastación que causa la violencia sexual. Es un grito de autodefensa que rompe el silencio.
La violencia sexual
La violencia sexual ha sido descrita, investigada e incluso legislada en múltiples niveles como un problema de enorme envergadura en el mundo. No faltan sus certeras y amplias definiciones por parte de las instituciones que trabajan para paliar sus daños. El movimiento feminista en su conjunto, a través de sus luchas históricas, ha ido logrando que aparezca en el primer plano de las declaraciones de las Naciones Unidas y de los organismos internacionales.
La violencia sexual (2) es, de acuerdo con Amnistía Internacional (2018), una de las manifestaciones de la violencia de género más extendida e invisible, y afecta a las mujeres a lo largo de todo su ciclo vital, tanto en el espacio público como en sus relaciones íntimas: 1 de cada 3 mujeres ha vivido situaciones de violencia física y sexual en todas las regiones del mundo. Supone un riesgo para la salud, seguridad, desarrollo e integridad física y mental de las mismas y no opera de forma aislada, sino que se extiende dentro de una estructura de dominación patriarcal.
En sus múltiples manifestaciones, “constituye una forma de violencia por razón de género, una forma de discriminación y una vulneración de derechos humanos, cuyas secuelas físicas y psicológicas, en algunos casos, pueden persistir de por vida” (AI, 2018).
La sufren también los hombres, aunque “las violencias sexuales, incluida la violación, afectan de manera desproporcionada a las mujeres, representando formas de agresion y dominación por razón de género que se producen de manera sistémica en todos los contextos políticos, culturales y sociales, ejerciéndose tanto en la vida privada como en la vida pública, siendo también perpetrada por el Estado o sus agentes” (ibid.).
En la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, firmada en Beijín (1995), se reconoce que la violencia sexual “es uno de los mecanismos sociales fundamentales por los que se fuerza a la mujer a una situación de subordinación respecto al hombre”.
La Organizacion Mundial de la Salud (OMS) también reconoce la amplitud e impacto de la violencia sexual:
Además de la fuerza física, puede entrañar la intimidación psíquica, la extorsión u otras amenazas, como el daño físico, la de despedir a la víctima del trabajo o de impedirle obtener el trabajo que busca. También puede ocurrir cuando la persona agredida no está en condiciones de dar su consentimiento, por ejemplo, porque esta ebria, bajo los efectos de un estupefaciente o dormida o es mentalmente incapaz de comprender la situación.
El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer que vigila el cumplimiento de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW en inglés) de las Naciones Unidas, las distintas Relatoras Especiales sobre la Violencia contra la Mujer, y otros organismos internacionales de derechos humanos, recuerdan que al ser una manifestación de la violencia por razón de género, sus causas y consecuencias se encuentran arraigadas en los desequilibrios estructurales de poder, y en la discriminación y la desigualdad estructural entre hombres y mujeres.
¿Por qué, si es un problema tan evidente, tipificado, reconocido, no se ha podido acabar con él? Su combate no solo implica el frente legal, donde tantas feministas han empeñado sus esfuerzos. Sin duda, estamos en un mundo de sociedades tecnopatriarcales y heterocentradas, donde “la soberanía masculina está definida por el uso legítimo de las técnicas de la violencia (contra las mujeres, contra los niños, contra otros hombres no blancos, contra los animales, contra el planeta en su conjunto)”, explica Paul B. Preciado (2018). No solamente es difícil transformar la cultura misógina, sino que acabar con ella implica cambiar el orden social, sus privilegios y, por encima de todo, la distribución de la riqueza material.
Como dice Ángela Davis, si se pudo acabar con fumar cigarrillos, ¿por qué no vamos a poder con esto?
He estado pensado cómo fue posible eliminar el tabaquismo en lugares públicos, de hecho, cuando empezamos a protestar por la violencia de género, muchas de nosotras éramos fumadoras empedernidas… En un periodo de tiempo relativamente corto, como resultado de campañas coordinadas, campañas en los medios, campañas impulsadas por pares, campañas gubernamentales, fumar se ha vuelto muy raro en muchos países. ¿Y si se hicieran los mismos esfuerzos en relación con la violencia verbal y física contra las mujeres? (2021: 46).
En este sentido, la campaña del #MeToo es un cambio en el modo de combatir la violencia sexual y una alteración en el uso previsto de las redes digitales corporativas, orientadas a la ganancia y al consumismo. #MeToo es entonces un acontecimiento político, inesperado y radical, que rompe o va más allá de los esfuerzos de las declaraciones, las comisiones y los legalismos, aunque a su vez las impulsa hacia leyes y políticas publicas más eficaces, pero exige otras respuestas.
El #MeToo se salta todas las definiciones y todas las instituciones, jurídicas o no, que canalizan y atienden la parte más visible de la violencia sexual, los tribunales legales, las ONG, los centros de atención a las mujeres. El #MeToo expone en el espacio público digital, de forma inédita, un daño invisibilizado, extendido e incontestable, en un formato distinto: la agregación de testimonios personales donde los presuntos perpetradores quedan al desnudo. Como repertorio de acción contra el abuso, el acoso y la violación, el #MeToo es acción directa y es un hack propio de la cultura digital. Y ocurre al mismo tiempo que en las calles se grita con: ≪Nos están matando≫.
1 #YoSiTeCreo se hizo tendencia en Twitter tras el juicio a La Manada en España, tras la violación tumultuaria el 7 de julio de 2016 a una joven de 18 años, cuya palabra fue puesta en entredicho en los tribunales. Sin embargo, este hashtag se ha extendido por todo el mundo de habla hispana.
2 “La violencia sexual incluye la violación por parte de la pareja o expareja o familiares, la violación en cita, la violación a manos de desconocidos o conocidos, las insinuaciones sexuales no deseadas o el acoso sexual en el trabajo, en la escuela, en el deporte, en los espacios de ocio, en la calle y en entornos digitales; la violación sistemática en situaciones de conflicto armado o posconflicto; la esclavitud sexual, la prostitución forzada, la trata de personas con fines de explotación sexual, el matrimonio infantil y forzado, la tortura sexual, la mutilación genital femenina o el asesinato por violencia sexual» (Amnistia Internacional, 2018: 4)
*Rovira Sancho, Guiomar (2023), #MeToo. La ola de las multitudes conectadas feministas, Barcelona, Bellaterra.
Referencias:
Amnistia Internacional (22/11/2018) Informe: «Ya es hora de que me creas». Un sistema que cuestiona y desprotege a las víctimas». https://doc.es.amnesty.org/ms-opac/doc?q=ya+es+hora+de+que+me+creas+violencia+sexual&start=1&rows=1&sort=fecha%20desc&fq=norm&fv=*&fo=and
Davis, Angela Y. (2021), «Struggle, solidarity and social change», en Chandra, G., y Erlingsdóttir, I. (Ed.), The Routledge handbook of the politics of the Metoo movement, Roultedge.
Preciado, Paul B. (2018, 28 de enero), #MeToo: Carta de un hombre trans al antiguo régimen sexual, Diari Ara, <https://www.ara.cat/es/opinion/Paul-B-Preciado-Carta-hombre-trans-antiguo-regimen-sexual_0_1951605023.html>.
Rivera Garza, Cristina (2022), El invencible verano de Liliana, Barcelona, Random House.