Alba Sabina Pérez nos hace un resumen de la intervención de Nuria Varela -autora del libro “Cansadas. Una reacción feminista ante la nueva misoginia” (Ediciones B, 2017)- en el seminario para la igualdad organizado por el Grupo de Innovación Educativa Feminario en abril de 2018 en la Facultad de Educación de la Universidad de La Laguna (ULL).
El 11 de abril de 2018 se celebró en la Universidad de La Laguna un seminario para la igualdad impartido por Nuria Varela (escritora, experta en violencia de género, periodista y profesora) organizado por el Grupo de Innovación Educativa Feminario, dentro del proyecto de Innovación Educativa 2017/2018 Reflexiones, propuestas y prácticas para una educación igualitaria de la Convocatoria de Proyectos de Innovación Educativa para el curso académico 2017/2018 del Vicerrectorado de Docencia de la ULL. Como en sus libros, Nuria Varela ofreció una muestra amplia y documentada de las mentiras del patriarcado.
Nuria Varela, en la Sala de Actos de la Facultad de Educación, que estaba prácticamente llena, hizo una panorámica de cuál es la situación de las mujeres en todos los ámbitos, de cuáles son las injusticias, las desigualdades, los sesgos y las mentiras del patriarcado, la capacidad de este para adaptarse y mutar, para hacerse invisible y expandirse ocupando todos los rincones de la cultura, de la política, de los medios de comunicación y, sobre todo, del poder. Para hacer este recorrido, además del análisis de cada uno de los asuntos de forma separada, Nuria Varela aportó datos estadísticos que ilustraban hasta qué punto la desigualdad está presente en todos los ámbitos.
La situación de las mujeres en los espacios doméstico y público
Nuria abordó inicialmente la situación de la mujer en el ámbito cotidiano, refiriéndose al trabajo doméstico, en el que las cifras indican que el 92,9% de las mujeres dedican una media de tiempo diario al cuidado y a la familia de 4 horas y 29 minutos y un 74,7% de los hombres, una media de 2 horas y 32 minutos. Habló en concreto de la naturaleza de ese trabajo: la falta de reconocimiento social, la minusvaloración en el propio ámbito de la familia, la ininterrupción que viene aparejada a ese trabajo, que debe ser reiniciado cada día, como si lo de ayer no hubiese sucedido. Y, como consecuencia, que se trata de una actividad imprescindible como mantenedor social y que, al no realizarla ellos en la mayoría abrumadora de los casos, a los hombres les ha facilitado desarrollar su actividad por una menor responsabilidad en el ámbito privado. Sobre esto, también habló de lo imprescindible que es la mujer como proveedora de cuidados a nivel mundial, hasta el punto de que, cuando una mujer migra, la situación en el hogar es catastrófica para las familias, no así cuando migra un hombre, que en su país de origen ya no realizaba la mayoría de estas tareas, por lo que el cambio en el día a día del núcleo familiar es mucho menor.
En el ámbito público, y a pesar de las políticas de igualdad que tanto mencionan los gobiernos, dijo que «No hay ni un solo indicador que nos hable de igualdad, salvo el número de alumnas en las universidades». Esa igualdad aparente en las universidades y que siempre supone un argumento de éxito por parte de las instituciones tiene una estructura piramidal: a mayor poder y dinero, menor número de mujeres, de manera que las mujeres solo han subido en número en la base. Salen preparadas de las universidades, pero esto no se refleja en el mundo laboral ya que los hombres ocupan más puestos de importancia.
Las cifras que dio sobre cómo se reparte el poder institucionalmente son reveladoras. Por dar algunas de las más llamativas: el 83,3% del poder militar está en manos de hombres, el 83,3% del Tribunal Constitucional, el 80% en los bancos, el 100% en la policía nacional y la CEOE. Donde más se acerca a la paridad es en el Consejo General del Poder Judicial con un 54,4% de hombres en el poder y en el Tribunal de cuentas con un 54%. También en la cultura y la ciencia se han conseguido avances con un 58% de hombres en el poder en la Academia de Cine y un 55% en la Academia de Artes Escénicas y, de nuevo, donde los hombres cuentan con un abrumador 79’6% es en la RAE.
La violencia ejercida hacia las mujeres: las asociaciones feministas anotaron durante años las cifras caso a caso extrayendo los datos de los periódicos
Otro de los temas clave de la ponencia fue la violencia ejercida hacia las mujeres y el desdén internacional por atajar el problema, por crear medidas y cuantificar el fenómeno. Tal es así que no existen hoy en día indicadores comunes en el marco europeo que nos permitan observar, comparar y cuantificar qué países tienen un menor número de violencia y, por lo tanto, poder revisar y adoptar sus políticas. Nuria Varela habló del significativo caso de la violencia de género en España, que hasta 2003 no contó con estadísticas, y de cómo las asociaciones feministas anotaron durante años las cifras caso a caso extrayendo los datos de los periódicos. El problema no está cerca de resolverse, hoy en día solo se contabilizan las muertes a manos de la pareja y familiares, pero hay muchos otros asesinatos machistas de los que no se tienen cifras. Dio como ejemplo el caso de Sergio Morante, que mató a su pareja, Marina, y también a Laura, amiga de esta. Marina aparece en las estadísticas, pero no Laura.
Las cifras de marzo de 2014 de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea indican que, en los 28 estados miembros, 13 millones de mujeres sufrieron violencia física, 3,7 millones fueron violadas y hubo 9 millones de víctimas de acoso. Sobre los casos de asesinatos de violencia de género en España dio una cifra comparativa: entre 2003 y 2018 hubo 936 mujeres asesinadas por violencia de género. ETA en 43 años de historia mató a 829 personas. Si se extrapolaran los datos de violencia de género de este periodo a 43 años daría un resultado de 2682 mujeres asesinadas. Es decir, el machismo mata más que ETA, pero eso no interesa al relato oficial. También ofreció datos preocupantes sobre el aumento de los menores detenidos por violencia de género y de menores víctimas de esa violencia.
Los mecanismos que permiten que esto suceda, desde el “salto semántico” al “velo de la igualdad”
Tras hacer un recorrido por la situación de la mujer en el ámbito privado, en el público y del preocupante asunto de la violencia, Nuria Varela se centró en explicar cuáles son los principales mecanismos que permiten que todo esto suceda, muchas veces de forma tácita.
Uno de esos mecanismos, y uno de los más controvertidos de cara a la opinión pública por lo relacionado que está con la identidad, la cotidianeidad y la cultura, es el del lenguaje: cómo el propio idioma ha evolucionado manteniendo los mecanismos necesarios para que las mujeres siempre estén invisibilizadas o residan en una ambigüedad, lo que provoca siempre un esfuerzo extra para reconocerse o no reconocerse en los relatos. Habló del «salto semántico» que consiste en comenzar una frase o un texto con un aparente masculino genérico que acaba refiriéndose solo a hombres, por ejemplo «Todo el pueblo bajó a recibirlos, quedándose en la aldea solo las mujeres y los niños». También abordó el caso del lenguaje sexista como vehículo para construir mentiras. Por ejemplo: «La Revolución Francesa consiguió universalizar el sufragio», que supone contar solo el relato del hombre, ya que hasta el siglo XX no se logró el voto femenino. Nuria Varela comentó cómo se ha utilizado el lenguaje para utilizar al hombre como medida de lo universal. «Conceptualizar es politizar», dijo, citando a Celia Amorós, «y por eso las mujeres deben reivindicar su lugar también en el lenguaje». También habló de la relación del lenguaje y el poder, de cómo se instrumentaliza la lengua para ejercer control y del esfuerzo enorme que ha supuesto para el feminismo el tener que reclamar que determinadas profesiones tradicionalmente vinculadas a los hombres tengan su equivalente en femenino. Dio algunos ejemplos, como la polémica que hubo cuando se trató de introducir “jueza”, con el consiguiente debate social en el que se argumentaba que no había necesidad porque “juez” es válido para ambos. Nuria Varela advirtió que no se plantea este problema con “andaluz” y “andaluza”, y que parece que estos debates sobre realizar modificaciones sobre la lengua solo tienen cabida cuando esa modificación se debe hacer en beneficio de un reconocimiento para las mujeres.
«Pesa más la costumbre que la experiencia»
Otro de los puntos que trató fue el androcentrismo, el hombre como medida de las cosas, llamar universal a lo que solo es masculino. Dio algunos ejemplos ilustrativos de hasta qué punto este fenómeno está extendido en lo más cotidiano, como que cuando se habla de síntomas de infarto se menciona solo dolor en el pecho y en el brazo izquierdo, pero no náuseas y dolor en el estómago que son otros de los síntomas principales de las mujeres cuando sufren un infarto. Los hombres han decidido cuáles son las preocupaciones, los símbolos y los rituales, y el patriarcado ha invisibilizado el proceso para que parezca que las mujeres están incluidas cuando no lo están. Sobre esto, Nuria habló del “velo de la igualdad” que provoca el androcentrismo, refiriéndose a que el patriarcado invisibiliza y minimiza la importancia de las luchas feministas en cada generación construyendo un relato de éxito en el que esa igualdad ya está lograda. De esa forma, cualquier esfuerzo extra se puede interpretar como una exageración o como una queja sin contenido. Dio el ejemplo del mito de las denuncias falsas, y de cómo, a pesar de que en el Informe Anual de la Fiscalía se sitúan las denuncias falsas por violencia de género en un 0’01%, nada significativo respecto a otros delitos, existe una conciencia general de que es un fenómeno, «de nuevo apelando al discurso tradicional de que las mujeres mienten», comentó.
«El patriarcado es experto en enseñarnos cosas que, de tanto verlas, ya no las vemos», afirmó Nuria Varela para hablarnos de cómo se articula la violencia simbólica hacia las mujeres. Dio numerosos ejemplos de cómo a nuestro alrededor todo se configura para que las mujeres nos convirtamos en un estereotipo en el que todos los valores que nos asignan van en detrimento de nuestra relación con lo que nos rodea. La imagen sexualizada en la publicidad, los apelativos femeninos que suenan peyorativos solo al decirlos, sin que haya asociada una experiencia. Sobre esto dio el ejemplo de “suegra”, que solo de ser pronunciado ya evoca una serie de cualidades negativas, independientemente de que a lo mejor la relación de la persona con su suegra no haya sido nunca mala. «Pesa más la costumbre que la experiencia», argumentó. Y para ilustrar una vez más cómo el pensamiento colectivo nos condiciona, enseñó lo que ocurre si en Google buscamos imágenes apuntando las palabras “niñas” y “niños” por separado. En el primer caso, aparecen imágenes de niñas pequeñas tristes, sexualizadas y vestidas como adultas, y, en el segundo caso, niños siendo niños, diversión, globos y alegría.
El “amor romántico” no educa en la igualdad
«Uno de los mayores peligros del patriarcado es el mito del amor romántico», dijo Nuria Varela, explicando cómo y por qué supone un caldo de cultivo perfecto para la violencia de género. Explicó, para ello, la evolución de los tipos de amor a lo largo de la historia, y de las características concretas del amor romántico: la media naranja, el emparejamiento, la exclusividad, los celos, la omnipotencia, el libre albedrío y la convivencia. Todas estas características unidas suponen que para una mujer exista una necesidad incuestionable de encontrar a la persona perfecta, de encontrarla en un período de tiempo concreto, generalmente entre los 18 y los 25 años, convencerla de que el amor lo puede todo, de que cualquier problema se supera si se es fiel, si se tiene tesón, de que los celos son buenos porque demuestran amor, de que el amor no acepta cuestionamientos, ni dudas, ni traiciones y, además, las educan para que asuman que el matrimonio es el estado ideal. De esta manera, con toda esta programación, a muchas mujeres les cuesta salir de relaciones abusivas porque asumen que es así como debe ser. El amor romántico no educa en la igualdad, lo que favorece que el patriarcado haga que se confunda “diferencia” con “desigualdad” y utilice lo primero para justificar lo segundo.
La cultura del simulacro
En la última parte de la conferencia, Nuria Varela estableció cuáles son los discursos que el patriarcado utiliza para favorecer y alimentar esa desigualdad. Mencionó el “mansplaining”, ese comportamiento asumido y naturalizado de los hombres de explicar cosas a las mujeres, como si ellas no las entendieran, incluso cuando el tema es del campo de conocimiento de esa mujer; del ya mencionado “velo de la igualdad”, mediante el cual se convence a las mujeres en cada época de que los logros están conseguidos, convirtiendo a la mujer actual en un híbrido de mujer moderna y tecnificada que aún conserva determinados valores tradicionales que deberían estar superados, como el pensamiento mágico que va necesariamente vinculado al amor romántico. Otro asunto que trató fue “la cultura del simulacro”, mediante la cual todo el mundo rechaza el machismo en apariencia, pero a la vez, esa misma sociedad, puede ver cómo se denigra a una mujer o se la insulta sin inmutarse.
En su libro Cansadas. Una reacción feminista ante la nueva misoginia (Ediciones B, 2017), Nuria Varela da un ejemplo muy significativo para este tema. En abril de 2014 a Dani Alves, jugador del Fútbol Club Barcelona, le lanzaron un plátano al campo mientras jugaba, como muestra de racismo. Dani Alves cogió el plátano y se lo comió. Pronto, se identificó a la persona que lo había hecho, un aficionado del equipo contrario, el Villareal, y se le prohibió volver a entrar en el campo y se le retiró el carné de socio. El mundo deportivo rechazó con contundencia la acción del hincha del Villareal y en las redes se sucedieron vídeos de estrellas del deporte comiendo plátanos en señal de solidaridad. Un año más tarde, el jugador del Betis Rubén Castro, en pleno proceso por varias acusaciones de agresión y maltrato por parte de su pareja, fue vitoreado por sus aficionados con el lema: «Rubén Castro alé, Rubén Castro alé, no fue tu culpa, era una puta, lo hiciste bien». Varios medios recogieron la noticia, algunos manifestando su repulsa, pero no tuvo repercusión, no se tomaron medidas institucionales, y no hubo una manifestación solidaria internacional en contra del machismo.
Nuria Varela también trató el tema de la cultura de la violación. Habló sobre el origen del término, que se acuñó en la década de 1970 vinculando la violación y la violencia sexual a la cultura de una sociedad en la que es habitual. Luego explicó cómo se articula la normalización de la violación, mediante los mecanismos de excusar, tolerar y justificar al agresor, culpabilizando a la víctima e incluso perdonando la violación. Finalmente, la violación acaba por invisibilizarse al formar parte de lo cotidiano.
«Internet ha llegado antes que la igualdad»
Tanto en las conclusiones como en el debate que se generó posteriormente con el público, Nuria Varela habló de los peligros generados por la era de internet, hablando sobre la normalización de los celos y el control entre los jóvenes y del preocupante aumento de la violencia entre los adolescentes. «Internet ha llegado antes que la igualdad», argumentó, explicando cómo, aunque suponemos que la educación es igualitaria, la realidad no es así, no lo es en las aulas, con la falta de formación generalizada en perspectiva de género, y no lo es en los relatos, con la proliferación de películas donde rara vez se incluye la perspectiva de género, incluso ni siquiera se muestran personajes de mujeres (mencionó y puso un vídeo de cómo la mayoría de las películas de Hollywood no pasan el test de Bechdel) y de los videojuegos, la pornografía y la incidencia que tienen en la infancia y la juventud los estereotipos de género.
Durante las dos horas de conferencia Nuria Varela hizo un recorrido panóptico muy ilustrativo del alcance del machismo, de cómo el patriarcado invisibiliza, fagocita los avances y los oculta bajo el velo de la igualdad, de cómo el mundo se configura para que los hombres sigan dominando todos los estratos sociales, políticos, económicos y culturales, y una y otra vez cree y utilice las herramientas necesarias para reproducir los roles, los estereotipos y las desigualdades.