Por Amparo Huertas Bailén
La creciente presencia de la extrema derecha en las instituciones políticas hace que sea urgente una profunda reflexión sobre el papel del periodismo. Pero hay que ir más allá de la defensa de «hacer un buen periodismo», que más bien nos sitúa en una visión nostálgica de un momento que tampoco ha existido nunca. Ahora bien, este debate es muy complejo y requiere de mucha información.
El Colegio de Periodistas de Cataluña organizó el pasado 30 de mayo un encuentro muy interesante con el título «¿Cómo tenemos que cubrir la extrema derecha?». La actividad contó con dos partes. En la primera, la politóloga Helena Castellà hizo una breve descripción del contexto político actual en Europa, pero muy precisa y clara. En la segunda parte, Joan Rusiñol (responsable de política de Catalunya Ràdio), Maribel Izcue (redactora jefe de la revista 5W’s), Milagros Pérez Oliva (periodista de El País) y Xavier Rius Sant (periodista especializado en la extrema derecha) compartieron sus experiencias y opiniones. Carles Prats, miembro de la Junta de Gobierno del Colegio de Periodistas, se encargó de moderar las intervenciones.
Ideas básicas sobre la presencia de la extrema derecha en Europa
Helena Castellà, asesora de políticas sociales y derechos humanos en el Parlamento Europeo, aclaró que muchas ideas que escuchamos habitualmente están equivocadas.
«Es un error pensar que la extrema derecha ha surgido de la nada y que se marchará sin hacer nada». Castellà explicó que, en realidad, nunca se ha marchado. Desde los años 80 está presente en el parlamento europeo. No obstante, al menos hasta ahora, Castellà aclaró que «siempre ha estado fragmentada y esta ha sido su debilidad». Además, es cierto que, a raíz de las últimas elecciones europeas, ha crecido la presencia en el Parlamento, pero también hay que tener en cuenta que se ha quedado muy lejos de lo que decían las encuestas.
El segundo aspecto que remarcó Helena Castellà parte de la siguiente pregunta: «¿Qué partidos se pueden definir como extrema derecha?». La ponente considera que no se pueden agrupar todos los partidos bajo el mismo sello. Hay que atender a sus diferencias. No podemos considerar igual el partido presidido por Marine Le Pen (Agrupación Nacional) que la alianza en Italia entre el Movimiento 5 Estrellas (M5S) y La Liga o el partido del primer ministro húngaro Viktor Orbán (Unión Cívica Húngara, Fidesz), según la politóloga. Castellà, para ilustrar su argumento, explicó las desavenencias alrededor de diferentes temáticas de gran peso, como el soporte/rechazo a Rusia, Estados Unidos o Israel o el hecho migratorio, «mientras que Orbán rechaza acoger inmigrantes, Salvini pide responsabilidades al resto de países europeos».
«La incorporación de los partidos de extrema derecha a la vida política implicará automáticamente su debilitación, cuando se demuestre que no pueden hacer lo que habían prometido, pero esto no siempre es así», afirmó Castellà. El discurso populista de estos partidos sitúa a la ciudadanía en un lugar de poder, ante las élites (poderes políticos e instituciones) y ante los Otros (inmigración, feministas,…). Este discurso es muy difícil de combatir y «además, antes eran euroescépticos y, ahora, quieren entrar en Europa para cambiar el sistema desde dentro», recalcó Castellà.
Por último, la politóloga explicó que, en España, el voto a VOX procede mayoritariamente de las clases altas, descontentas con el PP, mientras que en otros países dominan las clases bajas entre los votantes: «no todos los votantes de la extrema derecha son iguales». La información disponible señala que las mujeres votan menos a la extrema derecha que los hombres. A lo mejor esto se debe a una mayor concienciación de las consecuencias que podría tener con respecto a la pérdida de derechos conseguidos, pero los análisis parecen apuntar más a un rechazo hacia el tono agresivo de estos discursos extremistas – mostrando así nula perspectiva de género-.
El periodismo no puede contribuir a la normalización del discurso de la extrema derecha
Castellà apuntó posibles causas del crecimiento de los votos dirigidos a la extrema derecha (su discurso alrededor del miedo a perder la identidad, la exaltación de un pueblo cuando se afirma que ahora podrá actuar contra todo aquello que le ha mantenido callado, el hecho de que los partidos tradicionales no hayan sabido dar respuesta a un malestar acumulado de la ciudadanía,…), pero, sobre el papel de la prensa, su posicionamiento fue muy claro. El periodismo no puede contribuir a la normalización del discurso y del lenguaje de la extrema derecha.
Aunque Castellà señale que la prensa no es la única responsable de la subida de la extrema derecha -también hay que tener en cuenta la responsabilidad de los partidos políticos y de la sociedad-, sí que hace falta que esta tome más conciencia de su función. La prensa «no puede comprar la agenda de la extrema derecha, ni sus mensajes, ni su lenguaje (…) si se hace eso, se normaliza y blanquea el discurso de la extrema derecha», dijo Castellà. Sus consejos fueron muy directos: no se deben publicitar sus consignas -Castellà considera que puede ser contraproducente incluso cuando el objetivo es criticarlas- y en los debates no debe quedar sobrerepresentada. Además, la politóloga también se quejó de la tendencia a minimizar la violencia de la extrema derecha, en comparación, por ejemplo, con el terrorismo yihadista.
El silencio no es la opción
Los y las periodistas participantes del debate estuvieron de acuerdo en que, ahora, la opción del silencio no se puede contemplar. «Su presencia en las instituciones políticas nos obliga a tratar sus propuestas políticas. Ahora bien, no nos deben marcar la agenda», dijo Joan Rusiñol, responsable de política de Catalunya Radio. Todos estuvieron de acuerdo.
Joan Rusiñol destacó que «estos partidos vienen desacreditando a la prensa desde hace tiempo. Quieren desprestigiarnos y nosotros no podemos bajar la guardia nunca». Es decir, la prensa también ha estado construida como una élite de la que la derecha quiere salvar a los ciudadanos. «Estos partidos son proactivos en el debate social» y esto dificulta la tarea periodística, dijo Rusiñol.
Maribel Izcue, redactora jefe de la revista 5W’s, preocupada por la dificultad de determinar «cuánta voz» (cuánto espacio) se tiene que dejar a la extrema derecha, matizó que no hay una receta única. Recordó que, en Francia, primero se usó una retórica agresiva, después se subrayó la inviabilidad de sus programas y también ha habido momentos en los que se ha optado por el silencio.
Milagros Pérez Oliva, periodista de El País, explicó muy claramente las estrategias de estos partidos para acaparar espacio informativo: provocaciones, rumores y mentiras, y propuestas políticas. Pérez Oliva expuso la especial dificultad que surge cuando el discurso de la extrema derecha llega a los otros partidos, cuando otros partidos responden a provocaciones o propuestas de la extrema derecha. Cuando «la agenda mediática se amplía», tenemos que tener mucho cuidado con los marcos mentales que nuestro discurso periodístico pueda generar, advirtió la periodista de El País.
Ninguno de los periodistas participantes en el debate tiene dudas sobre cómo se tiene que trabajar. Por ejemplo, Joan Rusiñol dijo que «tenemos que ser más autoexigentes, tener más datos en la cabeza, contrastar los discursos y, sobre todo, deshacer los eslóganes a partir de la explicación de la verdad». Maribel Izcue insistió en dos aspectos. Por un lado, «hay que confrontar las ideas con hechos, con la realidad» y, por otro, «no podemos caer en el lenguaje emocional». La fórmula a aplicar es el ‘sandwich de la verdad’, en el discurso periodístico se debe empezar diciendo la verdad, después explicar la mentira y, finalmente, volver a hacer énfasis en la verdad.
No se tiene que hacer periodismo de trinchera
Curiosamente todos los miembros de la mesa recordaron en algún momento el día en que VOX abrió el debate sobre la legalización de las armas en España. Rusiñol dijo que un tema como este genera muchos clics y, por tanto, «es muy fácil que acabe siendo noticia y, además, con un efecto multiplicador, de ‘bola de nieve’, que acaba haciendo que todos acaben hablando». Había que ser valiente, estar muy convencido y tener coraje para decidir no abrir ese debate, explicó el responsable de política de Catalunya Radio. Milagros Pérez Oliva planteó el tema diciendo que «no nos tenemos que dejar instrumentalizar por polémicas falsas».
La necesidad de crear nuevos marcos interpretativos para entender la actualidad fue una de las principales conclusiones del encuentro, apuntada por Milagros Pérez Oliva. Para la configuración de nuevos discursos y retóricas, Joan Rusiñol planteó la necesidad de “nuevos formatos, más creativos, que apelen de otra manera a los públicos”.
Pero la periodista de El País insistió en otro sentido diciendo que, desde el periodismo, «no tenemos que asumir la responsabilidad de combatir políticamente, ni ideológicamente a la extrema derecha”, sino que «se tiene que explicar muy bien la pérdida de derechos que pueden implicar determinadas propuestas políticas». Pérez Oliva subrayó que «el periodismo de trinchera hace mucho daño, incluso cuando estamos de acuerdo con la perspectiva desde la que se habla».
Confieso que me hubiera gustado hacer una pregunta en el debate final. Pero, ya eran las ocho, llevábamos dos horas de debate y era evidente la imposibilidad de cerrar el asunto con una única sesión. Desde la mesa se había estado discutiendo básicamente sobre cómo se tiene que hablar de la extrema derecha, pero no sobre cómo se tiene que hablar con la extrema derecha. Xavier Rius, periodista especializado en la extrema derecha, expresó el problema de esta manera: “es muy difícil lidiar con esta gente”.